Guayaquil: la perla del Pacífico convertida en 'hub' de la droga

Frente a la Torre Morisca, en pleno centro de la ciudad, un chico que suele ganarse unas monedas como guía de ese emblemático monumento lamenta no tener a quién explicar que originalmente se llamó Torre del Reloj, que data de la época colonial, que en 1931 fue reubicada frente al río y que su nombre cambió debido a que alguien la decoró con unos motivos árabes. «Hoy no he ganado nada», dice con visible tristeza.

Los efectos de la violencia se sienten en el llamado Gran Guayaquil, donde habitan cerca de tres millones de personas y que incluye la zona acomodada de Samborondón, en algunas de cuyas urbanizaciones han anunciado medidas restrictivas como prohibir la entrega de pedidos a domicilio y limitar a siete el número de asistentes a las reuniones en las casas.

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Con el miedo aún en el ambiente, en el mercado de Sauces, adonde un matrimonio de abogados suele concurrir cada semana a comprar pescados y mariscos, es difícil encontrar un acceso. Esta vez han debido rodear la manzana hasta acceder a la única puerta de las seis que habitualmente están abiertas.

El enorme puerto de Guayaquil, del que se estima que salen 300.000 contenedores al mes y que le ha supuesto a la ciudad fuentes de trabajo y riqueza, ha mutado desde que es usado por las mafias para enviar la droga al exterior. Los expertos aseguran que el 70% de la droga que sale de Ecuador y que proviene mayoritariamente de Colombia y algo del Perú lo hace por el puerto de Guayaquil. Va a EE.UU. y Europa, aunque en menor cantidad también a Asia. El almacenaje de enormes volúmenes de droga, mientras las mafias planean cómo contaminar los contenedores y que implican sendos operativos para burlar los controles, desencadena la lucha por todo el territorio e involucra a legiones de operadores en diversos niveles, incluidos pequeños traficantes.

Al noroeste de la ciudad, la Nueva Prosperina es territorio controlado por el narco; las organizaciones delictivas ejercen gobernanza y hasta cobran por proveer servicios como agua potable o internet. Ocurre igual en Durán, cantón pegado a Guayaquil donde muchas empresas se instalaron tiempo atrás porque hay más espacio, se pagan menos impuestos y su ubicación es conveniente; hoy es una zona con tiroteos y muertes a diario. Un espacio sin control de la autoridad, al punto de que quien fuera elegido su alcalde casi un año atrás no ha podido posesionarse por las amenazas que tiene de las mafias, que ya asesinaron a un colaborador cercano.

Varias zonas de Guayaquil son producto de la migración interna y han devenido en asentamientos sin planificación que carecen de servicios básicos; tampoco su gente tiene opción de trabajo a no ser la que les ofrece las bandas vinculadas al crimen organizado.

Estos grupos que son comandados por cabecillas que están al servicio de los narcotraficantes terminan por ser la familia que acoge a los jóvenes que, al no tener ningún futuro, no les importa jugarse la vida si pueden tener acceso a un cierto nivel de ingresos.

Fuerzas combinadas del Ejército y la Policía que han entrado en algunos de los barrios más peligrosos han borrado los grafitis de grupos como LK (Latin Kings). La simbología cuenta mucho para una población atemorizada que habrá apreciado que le recuperen su espacio público.

Llena de simbología y solidaridad fue también la visita que el viernes por la tarde hizo el presidente Daniel Noboa a las instalaciones de TC Televisión, donde habló con los periodistas y técnicos que el martes fueron vejados y amenazados de muerte durante el asaltado de un comando armado mientras había una transmisión en directo. La Policía los rescató y detuvo a los 13 involucrados, procesados por terrorismo.

El gobernador del Guayas, cuya capital es Guayaquil, coronel Alberto Molina, que estuvo junto al presidente, ha vivido su propio drama y dolor por la violencia desatada. El martes perdió a su sobrino Diego Gallegos Molina, joven cantante que fue víctima de una bala perdida cuando se dirigía en su coche al colegio de su hijo para llevarlo a casa. Cada guayaquileño tiene una historia de cómo vivió los días convulsos que quisieran que nunca vuelvan; por eso, se aferran a las protagonizadas por gente sencilla y ejemplar que arriesgaron sus vidas para ayudar a personas en peligro.

En la hermosa casona del Ayuntamiento de Guayaquil, en una ceremonia especial, el alcalde Aquiles Álvarez y los concejales hicieron un especial reconocimiento al conductor de un autobús que socorrió a muchas personas.

También fue reconocido el guardia de un hospital que cargó a una niña alcanzada por una bala; la vio a lo lejos cuando se desplomaba en la calle porque ya no podía más. «Estos son los verdaderos guayaquileños: solidarios y ejemplares», dijo el alcalde.

El empresariado local también se ha unido para rescatar a su ciudad, conocida como Perla del Pacífico, y de la que siempre se han sentido orgullosos y en la que han invertido y trabajado siempre. Se han unido al gobernador Molina para financiar la construcción de infraestructura para la Policía, que dará seguridad a la urbe que tiene el récord regional de violencia con 4,5 homicidios por cada 100.000 habitantes.

Hará falta limpiar las instituciones que han sido infiltradas, como reveló la fiscal general del Estado, Diana Salazar, cuando al destapar el caso Metástasis dijo que es una radiografía de cómo el narcotráfico «ha tomado las instituciones del Estado». Fue cuando ordenó la prisión de unos 30 involucrados, entre ellos jueces y fiscales y un general de Policía que dirigió nada menos que el organismo que gestiona las cárceles y fue jefe antinarcóticos.