Geoffrey Pyatt: «Europa no volverá a considerar a Rusia como su principal proveedor energético»
El subsecretario de Recursos Energéticos en el Departamento de Estado de los EE.UU. afirma que «una de las consecuencias de la invasión de Putin ha sido la gran cantidad de nuevas inversiones que han acelerado el paso de Europa hacia energías renovables, reabriendo la conversación sobre la energía nuclear, incluso en países como España»
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Madrid
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Iniciar sesiónLa transición energética es un reto mundial con distintos matices. Para algunos países el mayor desafío reside en abandonar la energía contaminante. Para otros, superar la dependencia de indeseables proveedores como Rusia. Y también están las naciones, sobre todo sudamericanas, que nunca fueron productoras ... energéticas y que ahora se convierten en aliados estratégicos de las grandes potencias por poseer enormes yacimientos de minerales críticos, esenciales para el desarrollo de las nuevas tecnologías limpias. Geoffrey Pyatt, subsecretario de Recursos Energéticos en el Departamento de Estado de los EE.UU., recibe al ABC en la embajada estadounidense en Madrid para conversar sobre el tema.
—¿Cómo diagnosticaría el riesgo de la seguridad energética en Europa y EE.UU.?
—Déjeme hablar primero de EE.UU. Siempre hemos sido un país con abundancia energética, pero la revolución del 'shale gas' de la última década permitió que EE.UU. se convirtiera en el mayor exportador de gas del mundo. Al mismo tiempo, nuestra economía energética está atravesando una enorme transición generacional hacia la descarbonización, para depender mucho más de las fuentes renovables. Europa es diferente porque ha pasado por esta increíble disrupción, que es el resultado de la estrategia de Putin de usar sus recursos energéticos como armas. Europa atraviesa su propia transición, y creemos firmemente que no hay vuelta atrás; Europa no volverá a considerar a Rusia como su principal proveedor de energía. Eso es lo que nuestro régimen de sanciones pretende lograr. Una de las consecuencias de la invasión de Putin ha sido la gran cantidad de nuevas inversiones que han acelerado el paso de Europa hacia energías renovables, reabriendo la conversación sobre la energía nuclear, incluso en países como España.
—¿Cómo observa esa transición en los países cercanos a EE.UU., en Latinoamérica?
—Separaría a América Latina en tres categorías. Están los grandes como Brasil o Argentina, que están pasando por la misma transición que nosotros. En otra posición están los países en desarrollo más pequeños y menos ricos: el Caribe y Centroamérica, que deben lidiar con las consecuencias del cambio climático. Por ejemplo, he tenido la oportunidad de visitar Trinidad y Tobago y Guyana dos veces. Son países muy diferentes en algunos aspectos; Trinidad y Tobago tiene una fuerte industria petrolera y gasífera, mientras que Guyana es un nuevo productor, pero ambos enfrentan el mismo desafío: el clima es más extremo. Y para países con esas condiciones, es más difícil lograr el desarrollo que tiene España en Puertollano. Entonces, lo que me preocupa es que la transición energética tenga dos velocidades. Tenemos que trabajar juntos para evitar eso. Y en la tercera categoría están aquellas naciones que tienen minerales críticos. Porque una de las consecuencias de esta transición energética es un crecimiento exponencial de la demanda de minerales como el cobalto, el litio, el zinc o el cobre. Entonces los países que tienen esos recursos mineros como Argentina, Chile o Perú, de repente se encuentran en una situación muy diferente y están buscando llegar a un acuerdo justo sobre cómo desarrollar esos recursos. Y nosotros, EE.UU. y Europa, estamos enfocados en evitar un escenario en el que reemplacemos la dependencia del petróleo y gas rusos por el procesamiento chino de minerales críticos y tecnología limpia.
—Teniendo en cuenta que China ya se encuentra explotando esos minerales críticos en Latinoamérica, ¿cuál es la estrategia de EE.UU. para recuperar su influencia económica?
—Lo fundamental son las asociaciones. La iniciativa del Departamento de Estado en esta área es algo llamado asociación de seguridad mineral (MSP por sus siglas en inglés). A través del MSP tratamos de reunir a países y empresas que comparten nuestros valores para luego movilizar nuestros propios recursos y garantizar el desarrollo. Pero no para entrar como lo ha hecho históricamente China, que compra las rocas, las envía a China y todo el procesamiento se realiza allí.
—Y en casos como el que mencionó de Guyana, de reciente abundancia petrolera, qué incentivo pueden tener ellos para dejar sus negocios con China e iniciar la transición, cuando lo que pretenden es lucrarse del petróleo mientras puedan.
—Podemos hacer una mejor oferta y de eso se trata. Y eso es lo que escuchamos del presidente Irfaan Ali cuando estuve en Guyana por segunda vez con el Secretario de Estado Antony Blinken. No buscaba más China; buscaba más América y más Europa, por la reputación que tienen nuestras empresas. Y en cierto modo su pregunta revela la realidad que todo el mundo entiende: la transición energética va a llegar porque ya está llegando. Pero no es un interruptor de luz. No podemos pasar de la luz a la oscuridad de la noche a la mañana. Por eso tenemos interés en trabajar con la industria del petróleo y el gas, incluidas empresas como Repsol, Chevron o Exxon Mobil, para proporcionar la energía fósil que el mundo necesita de la manera menos dañina posible, porque la energía más segura es la que no tiene que ser excavada, sino la que está aquí frente a nosotros.
—Después de sancionar a la industria rusa, EE.UU. permitió a Venezuela volver a exportar petróleo. Pero las sanciones en Venezuela se habían impuesto para resolver problemas que aún no se han solucionado. ¿Cómo se explica eso?
—Son cuestiones totalmente separadas. Las sanciones a Rusia son el resultado de la invasión de Putin, que desestabilizó gravemente a la UE. Y mantendremos esas sanciones durante un período de tiempo muy largo. Rusia nunca más será vista como un proveedor de energía confiable. Venezuela es un desafío aparte. Nuestro régimen de sanciones tiene como objetivo empujar a Venezuela a regresar a un camino democrático. No se centra en lograr un cambio de régimen, sino en crear el espacio para que la oposición política tenga una oportunidad justa de participar en un proceso democrático. Hemos dejado claro que estamos preparados para flexibilizar esas sanciones de forma selectiva en respuesta al progreso que demuestre el régimen en el avance de un sistema más justo y democrático, que es lo que merece el pueblo venezolano. Sería un error, y por eso quise hacer los dos números por separado, ver nuestro régimen de sanciones en Venezuela como una respuesta a la situación con Rusia y la energía rusa. Esa no es la fuerza impulsora.
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