No jueguen con fuego
El Corán es, para el creyente, una transcripción literal de una revelación divina hecha por Alá a su profeta
Otra quema del Corán en Estocolmo pone trabas a la adhesión de Suecia a la OTAN
Hasta 1727 el mundo del islam no permitió el uso de la imprenta para libros escritos en árabe, y mucho menos el Corán. La razón que daban los eruditos era sencilla. Sería una blasfemia -decían los teólogos musulmanes- ofrecer el libro sagrado, dictado por Dios ... a Mahoma, en caracteres que no fueran los originales. El Corán es, para el creyente, una transcripción literal de una revelación divina hecha por Alá a su profeta por medio del arcángel Gabriel durante 23 años de su vida, según un modelo original que se encuentra en el cielo.
Para quien desconoce esta realidad, y en general es ajeno al concepto de lo sacro, las reacciones en el mundo musulmán a la quema de coranes en algunas capitales occidentales pueden parecer desproporcionadas. Pero puestas en su contexto no lo son. Por eso lo que sorprende en esos episodios de cretinismo es la inacción de las autoridades en Suecia, Dinamarca o Países Bajos cuando se anuncian esos aquelarres, con ejemplares del Corán embadurnado de cerdo como protagonista.
Hotentotes ávidos de publicidad existen en todo el mundo y seguirán existiendo. Lo grave es que la Justicia sueca permita la quema de coranes como «manifestación de la libertad de expresión». Una libertad que se erige en término último y más sagrado de la convivencia humana según esos letrados analfabetos, sin atenerse a las consecuencias.
Las políticas las ha experimentado Suecia con el bloqueo por parte de Turquía de su incorporación a la OTAN, a la que ha seguido ahora la quema de su embajada en Bagdad. Si los tribunales de justicia y los gobiernos europeos no lo evitan, no van a faltar tampoco atentados contra civiles inocentes.
Entre esas víctimas de los trogloditas quema-coranes y sus corifeos togados habrá que añadir ya a las minorías cristianas en el mundo árabe. Son todavía muchos, entre 15 y 16 millones en Oriente Próximo, es decir un 5 por ciento de la población, y sobreviven en un ambiente hostil que se volverá imposible para ellos si los europeos seguimos jugando con fuego y el Corán entre las manos.