El disputado voto de la ecologista Marina Silva
Rousseff y Serra pelean por el 20 por ciento de votos que alcanzó la nueva estrella de la política brasileña
La candidata ecologista Marina Silva ha impedido con su casi 20% de votos obtenidos el domingo la victoria en primera vuelta de la oficialista Dilma Rousseff. «Marina (Silva) contribuyó al juego democrático del país». Este reconocimiento a la candidata verde corresponde a José Serra y ... no es desinteresado. Segundo en respaldo popular, con el 32,66, este socialdemócrata y ex ministro de Fernando Henrique Cardoso está pletórico. Serra ha logrado batirse el cobre por la Presidencia de Brasil y le espera la segunda vuelta —el 31 de este mes— frente a Rousseff (46,81) y tanto él como ella apuntan, a partir de hoy, sus cañones a la conquista del botín electoral que deja la candidata del Partido Verde.
«Serra y Marina tienen en común el rechazo a caminar por la senda del autoritarismo y el exceso de protagonismo». El paralelismo entre ambos candidatos, un golpe por elevación a Lula, lo traza Fernando Henrique Cardoso, pero a juicio de la mayoría de los analistas no será suficiente para que su ex ministro logré captar el caudal de votos que definirá, en buena medida, el «ballotage». El otro surtidor electoral se localiza en el 18 por ciento de abstención, porcentaje imprevisto en un país como Brasil donde el voto es obligatorio y tradicionalmente se ejerce ese derecho.
Desechada por el PT
A la vista del escrutinio definitivo, la candidata del «medio ambiente» duda si mantenerse independiente en el segundo tiempo de las elecciones, expresar públicamente su respaldo a uno de los dos finalistas o hacer un guiño disimulado a Dilma Rousseff, la mujer que la empujó a abandonar el PT (Partido de los Trabajadores) al hacer caso omiso de sus demandas ecologistas. Tampoco podría descartar hacerle el favor a Serra, un hombre con el que mantiene más afinidades que diferencias. De momento, para curarse en salud, la ambientalista que padeció severos problemas en la sangre al contaminarse con mercurio en la selva, advirtió: «El voto pertenece al elector». Lo dijo la noche del domingo pero, más tarde y ya en frío, reconocería que discutirá ese asunto en «reunión plenaria» con su partido, donde las aguas a favor de Serra y de Rousseff están al parecer divididas.
Marina militó 30 años en el PT
La única que puede influir en el electorado es ella misma aunque, a juicio del columnista Ricardo Noblat, su apoyo «no es garantía de transferencia automática». Además, advierte, «Serra necesitaría el 85 por ciento de los votos de Marina para ganar y a Dilma le basta atraer al 20 por ciento». Cardoso sostiene una teoría similar, «si los votos fueran endosables —insiste— Dilma habría tenido el 80 por ciento», en alusión a la popularidad de Lula.
«Conviene no olvidar que Marina militó 30 años en el PT (Partido de los Trabajadores)», observa el catedrático Fernando Abrucio. El corazón de Marina, en efecto, está a la izquierda pero el del socialdemócrata, José Serra, tampoco se localiza muy lejos. En rigor, en estas elecciones ha habido ausencia de un representante de posiciones identificadas con la derecha.
«Ganar perdiendo»
En este escenario es de entender que el efecto Marina en las urnas tenga al patio electoral brasileño revuelto y a Lula, cosa rara, en silencio. El Gobierno, con esa alianza de izquierdas y populistas que tiene con el PT a la cabeza, ha mantenido su mayoría legislativa en ambas Cámaras pero ahora tiene que digerir y redirigir los votos de la ecologista para Dilma y despertar las almas dormidas de un votante aletargado, que asciende al 18 por ciento,y que no se molestó en visitar las urnas.
Marina Silva comulga con alguna de las múltiples iglesias evangélicas
Las explicaciones al «ganar perdiendo» como la propia Marina calificó su resultado, las intenta ofrecer el especialista en «pesquisas» (sondeos), José Roberto Toledo: «Arrastró a jóvenes universitarios desencantados con el PT que se identificaron con su propuesta medioambiental. También —añade— a mujeres de clase media baja y pobres que la votaron por ser evangélica y estar en contra del aborto». Dilma, conocida atea, se movió en terreno ambiguo en ambos casos.
Defensora a ultranza de sus creencias, Marina Silva, de 52 años, forma parte de ese 20 por ciento de la población de Brasil (192 millones de personas) que comulga con alguna de las múltiples iglesias evangélicas que han crecido de forma abismal en este continente que se llama país. Miembro de la Asamblea de Dios arrancó la campaña con apenas un 3 por ciento de adhesión. Sin financiamiento de grandes empresas, sobrevivió con aportes de voluntarios y, pese a las presiones, jamás renegó de sus principios religiosos o ecológicos. Curtida desde niña en enfrentar la adversidad de la Amazonía, donde pescaba y cazaba para subsistir, no se sorprendió con el resultado electoral: «Lo percibía, lo veía en las calles», dijo el domingo.
Ver comentarios