Guerra de Ucrania
El día que nos invadieron
Su mañana comenzó como cualquier otra, pero la primera bomba de aquel 24 de febrero cambió sus planes: fueron a comprar provisiones, decidieron rescatar niños o empezaron a fabricar municiones y uniformes militares. Ucranianos recuerdan para ABC cómo vivieron la jornada que devolvió la guerra a Europa
Vídeo | «No esperábamos que aquellos que decían ser nuestros hermanos empezaran a matar a nuestra gente»
Afán de venganza, amputaciones y ansia por volver al frente: la vida después del infierno de los defensores de Azovstal
Especial: aniversario de la guerra en Ucrania
Si buscamos su etimología, la palabra trauma procede del griego y significa herida. «Mi pueblo está destruido. Sobre nuestras cabezas, había misiles, artillería y balas», cuenta a ABC Vera, una mujer de Juliaipole, localidad de la provincia de Zaporiyia. «Cuando empezó la guerra, sentí ... miedo y horror», confiesa. Su testimonio se parece al de Anastasia, de 30 años, que habla con timidez mientras se toquetea las manos. «Solo quiero volver a casa para visitar la tumba de mi abuela», comenta.
Otros, como Galyna, de 35 años, o Anatoli Kurtev, secretario del Ayuntamiento de Zaporiyia, se muestran más enérgicos, como si la invasión rusa que empezó hace un año hubiera activado en ellos un resorte de rabia y determinación. «Entendí que muchas cosas dependían de mí, y por eso empecé a evacuar niños a lugares seguros», recuerda Natalia, encargada de proteger menores.
«Solo quiero volver a casa para visitar la tumba de mi abuela»
Anastasia
Todas las reacciones caben en la anormalidad que provoca la guerra, en esa disrupción de la vida cotidiana que hace temer por el futuro del bienestar psicológico de los ciudadanos de Ucrania. Así lo advirtió la primera dama, Olena Zelenska, en un discurso ante la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuando hizo hincapié en la necesidad de sanar las heridas mentales con el mismo cuidado con el que se van a curar las físicas.
Su inquietud tiene fundamento, pues, según el Foro Económico Mundial, unos diez millones de ucranianos se arriesgan a padecer por culpa de la invasión problemas de estrés agudo, ansiedad, depresión o trastorno de estrés postraumático (TEPT).
«Salí afuera, compré agua, fui al trabajo. Todos sentían miedo»
Eugueniy
«El TEPT se produce tras un acontecimiento vital caracterizado por su gran intensidad y por la incapacidad del sujeto para responder adecuadamente desde un punto de vista psíquico», explica el doctor José Antonio Cabranes, miembro de la Sociedad Española de Especialistas en Estrés Postraumático.
«Los síntomas que se producen son duraderos y se caracterizan por el recuerdo recurrente del trauma, la evitación de los estímulos asociados al acontecimiento traumático, el embotamiento emocional y un estado de hiperactivación y ansiedad».
«Sentí mucha rabia y enfado, pero los he convertido en fuerza»
Galyna
«Desde un punto de vista psíquico, la experiencia traumática puede perderse parcialmente y ser recuperada en forma de pesadillas, alteraciones del comportamiento o 'flashback'. Lo desencadenan las guerras, los desastres naturales, los actos violentos o las agresiones», concluye Cabranes.
«El 24 de febrero me llamó una amiga gritando al teléfono»
Masha
«Las tres características del TEPT son la evitación, la reexperimentación y la hiperactivación, es decir, estar en permanente alerta», añade la psicóloga Patricia Acinas. «También puede provocar problemas a nivel cognitivo y de autoestima», indica.
Como explica la experta, la primera fase de la guerra, la más «heroica», deja paso a otra de desencanto, en la que las personas afectadas por las hostilidades se centran en luchar por su supervivencia. «Luego llega la reconstrucción con la ayuda internacional», señala.
«No podía creer que algo así pudiera ocurrir en el centro de Europa»
Irina
Si no se trata, el TEPT puede conducir al suicidio. Para evitar ese trágico desenlace, la organización Lifeline Ukraine puso en marcha en octubre de 2019 un sistema de asistencia psicológica que funciona por chat y teléfono. «Antes de la invasión, atendíamos unas 1.000 peticiones al mes, pero ahora son alrededor de 3.000», explica por correo electrónico su fundador, Paul Niland.
«Hay una situación de estrés constante. La guerra puede afectar a cualquiera y acabar con su vida en un instante. Aquí hay personas que han sobrevivido a agresiones sexuales durante la ocupación rusa. Hay millones de desplazados. Todos estos factores aumentan la carga [mental]», añade. «Ahora mismo, todos estamos enfocados en contribuir a la victoria, por lo que el gran momento de reflexión tendrá lugar cuando se gane la guerra».
«No esperábamos lo que hicieron aquellos que decían ser hermanos»
Anatoli
Ese día de después suele ser el más delicado. Lo explicó muy bien el historiador Jorge Marco en su libro 'Paraísos en el infierno' (Comares, 2021), donde estudió el consumo de sustancias psicoactivas en los dos bandos durante la Guerra Civil española, una forma de soportar la violencia que acabó por convertirse en un grave problema de salud pública silenciado durante la posguerra.
«Algunos psiquiatras calcularon en los años 80 que el número de alcohólicos aumentó en medio millón tras 1939. Es difícil entrar en la mente de las personas que han pasado por ese trauma brutal. Se sienten al límite, en un contexto en el que los 'estresores' son superiores porque no saben dónde está el enemigo», cuenta Marco.
«Hacemos trajes de camuflaje y preparamos comida deshidratada»
Constantine
Esa tensión constante es la misma que experimentan hoy los soldados que combaten en Ucrania. «Nuestros militares están ahora centrados en asegurar la victoria, pero en los años que sigan la nación tendrá que aceptar los traumas colectivos e individuales que ha sufrido», explica Niland.
«Además de la comunidad de veteranos que necesitará lidiar con las consecuencias psicológicas de la batalla, muchos otros ucranianos se enfrentan a dificultades emocionales por haber sido desplazados o por el duelo».
«Mi pueblo está destruido. Había misiles, artillería y balas»
Vera
«La población militar es de riesgo», señala José Félix Hoyo, presidente de Médicos del Mundo, una organización que trabaja en Ucrania. «Ha habido soldados que han sido capturados, torturados o que han tenido miedo por sus familias», añade. Como señala este experto, el peso de los roles también es un factor de peso cuando se trata de salud mental. «Los hombres expresan menos sus emociones, tienen su papel aprendido de que deben ser fuertes; las mujeres son las cuidadoras y minimizan la expresión de sus necesidades psicológicas».
«Todo empezó muy rápido y fue horroroso. Destruyeron la ciudad»
Irina
«No podía creer que algo así podía ocurrir en el centro de Europa», cuenta Irina, de 36 años, al recordar el 24 de febrero de hace un año. «Creemos que Ucrania va a salir victoriosa de esta horrible guerra», afirma Olga. «Mi sobrino, que está en Bajmut, está animado y nos anima a nosotros. Nunca se queja y dice que vamos a ganar. No sé de dónde coge la fuerza», explica Oksana, de 40 años, que vive en Madrid.
«Hay días que quiero llorar, hay días que lloro mucho, y otros que voy a la iglesia, rezo y me siento mejor. Pero no te olvidas nunca, lo tienes siempre en la cabeza».
«En los primeros días de la guerra empecé a evacuar niños a lugares seguros»
Natalia
Con algo de fatalismo, el director de cine Basilio Martín Patino dijo en una ocasión: «Quizá la historia de la humanidad no sea sino una sucesión de posguerras, es decir, de desajustes entre quienes poseen desmedidamente el poder y quienes lo padecen». Curar las heridas de sus víctimas reclama responsabilidad colectiva.
«Fue una pesadilla, había alarmas y en el búnker no podíamos dormir»
Ira
Toda la información, en el especial Aniversario de la guerra en Ucrania
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