Carlos III, ser Rey a la edad de la jubilación

Le he visto alternar con Isabel Preysler y Sofía Loren, él muy puesto de pajarita atenta, que es un detalle que le da a cualquier fiesta cierto prestigio operístico, aunque la fiesta la celebres en una nave industrial, como fue el caso.

Ejercía la lentitud, que es una clave de la elegancia. Ha cundido, últimamente, su repente de mal genio, pero yo en él veo distinción, con cabreo o sin él, porque a un elegante lo acuñan los años, insisto, y así queda difícil encontrar a un distinguido con el cuerpo de titán del atletismo.

Gracias a la edad, un elegante como Carlos III puede militar como tal, porque su percha única, por veterana, es ya una biografía, o sea, una manera de estar en el mundo, y no un afán de salir bien en las fotos o acudir como el mejor planchado a la boda de Don Felipe de Borbón. Ahora nos va a ofrecer un capítulo que le faltaba a 'The Crown', pero más allá de Netflix. O sea, rodado dentro de la vida real, que es un poco irreal, porque hablamos de un hombre que es su propio retrato al óleo.

Cuando tuvo coronavirus, comprendimos lo que ya sabíamos: tiene algo de vago pariente inglés que lleva siglos saliendo en el telediario, y con el que nunca acabamos de quedar.