Un día en la redacción de 'Novaya gazeta', el diario ruso de la disidencia
Desde que comenzó el conflicto de Ucrania, el diario más crítico frente al autoritarismo de Putin se ha convertido en el medio más leído por los rusos, aún cuando la censura busca aniquilar a la prensa independiente
El mismo día que Vladímir Putin firmó de su puño y letra la draconiana ley contra la ‘desinformación’ , que penaliza con hasta quince años de cárcel a quien divulgue ‘información falsa’ sobre la guerra en Ucrania, en la redacción del último periódico ruso ... independiente, ‘Novaya Gazeta’, se debatía si continuar o no ejerciendo el periodismo bajo las nuevas restricciones.
Tras más de cinco horas de intensa discusión, el diario más crítico frente al autoritarismo de Putin decidió dar un paso al frente en el desafío que supone retar a diario al presidente, cuya posición oficial trata la embestida en Ucrania como una ‘operación militar especial’ y no como una guerra.
Solo ese día más de 30 medios echaron el cierre en una suerte de apocalipsis informativo. Mientras canales internacionales como BBC y CNN, así como los españoles RTVE y Efe, anunciaban la suspensión temporal de sus transmisiones en el país, ‘Novaya Gazeta’ eliminaba decenas de artículos que podrían abrir las puertas al Gobierno para desatar una persecución en su contra.
«Ese día, Putin mató a la prensa independiente», condena tajante Nadia Prusenkova, adjunta al director, que desde entonces siente más cerca que nunca la soga al cuello. «No se puede informar sobre lo que ocurre en Ucrania, solo podemos amplificar la posición del Ministerio de Defensa », lamenta y reconoce que el riesgo que tomará por continuar informando será hasta que llegue la primera multa por el organismo regulador Roskomnadzor.
La oficina de Politkósvkaya
Hay medios que dejaron de transmitir, como la radio Ekho Moskvy (Eco de Moscú) y la televisión Dozhd, y hay otros que decidieron continuar con su labor informativa aunque se apliquen su propia mordaza. Esa fue la decisión que tomó el periódico más azotado por el Gobierno de Moscú, que arrastra la desgracia de contar con media docena de periodistas asesinados, incluida Anna Politkóvskaya, por investigar temas potencialmente peligrosos y vinculados a Putin.
En tiempos de guerra, el diario abre sus puertas en Moscú a los periodistas de ABC para pasar un día en la neurálgica redacción que desde el inicio de la invasión se ha convertido en el medio independiente más leído por los rusos, alcanzando cifras históricas: cuatro millones de visitas a su página web y más de 100.000 lectores en su edición impresa .
Salvo los periodistas más jóvenes, que aunque no la conocieron hablan de ella como un mito, toda la redacción vio trabajar a Politkósvkaya, la periodista más libre de Rusia, en sus investigaciones y reportajes sobre la segunda guerra chechena, donde miles de víctimas y refugiados fueron secuestrados, torturados y asesinados. Sus páginas levantaron tantas ampollas en la Federación Rusa que el 7 de octubre de 2006 fue acribillada en el ascensor de su casa. Cuatro tiros que la hicieron callar para siempre .
Un año antes de ser asesinada y en una especie de premonición, Politkósvkaya hizo unas declaraciones que más tarde cobrarían sentido: «La gente a veces paga con su vida decir bien claramente lo que piensa. De hecho, una persona puede incluso ser asesinada por proporcionarme información. No soy la única que está en peligro. Hay ejemplos que prueban lo que digo».
La oficina de la periodista rusa , que hoy tendría 64 años, se conserva exactamente como ella la dejó el día que salió de la redacción sin saber que iba a ser el último de su vida. Un libro abierto con sus gafas sirviendo de marcapáginas, cartas, la prensa de ese día y el cacharro del ordenador de la época. En las paredes permanece la investigación que la desvelaba: los miembros de los servicios de seguridad del primer ministro checheno, Ramzán Kadírov. Han pasado 16 años pero nadie la olvida. Su caso prescribió y fue cerrado en falso sin haber señalado la identidad de quien ordenó el asesinato.
Un Nobel al mando
Más de 20 periodistas, entre ellos su director, que lleva en el cargo más de 24 años, y premio Nobel de la Paz 2021, Dmitri Murátov, discuten sentados en una gran mesa rectangular los temas que van en la edición de papel de este viernes. Son momentos cruciales y se refleja en las subidas de tono que hay en la reunión editorial. No se pueden permitir cometer ningún error que dé pie a encarcelar a alguno de sus 70 periodistas . Menos cuando Moscú intenta aniquilar a la prensa libre con la nueva ley que impide llamar a la guerra por su nombre e informar sobre las Fuerzas Armadas rusas.
« Revisamos una y otra vez con nuestros abogados los textos que vamos a publicar», comenta Prusenkova, que admite a su vez que la autocensura es la sensación «más desagradable» para un periodista.
Cuando Murátov recibió el Nobel de la Paz, Putin le advirtió que el premio no era un «escudo» para violar la ley y que «las leyes rusas deben ser obedecidas independientemente de cualquier logro», y por tanto, «quien no las cumpla debe ser sancionado».
Enzarzados en su propia guerra, la madrugada que Ucrania despertó por el estruendo de los bombardeos rusos, el director del periódico lanzó un desolador mensaje al mundo: «Nuestro país, por orden del presidente Putin, ha iniciado una guerra contra Ucrania. Y no hay nadie para detenerla. Por lo tanto, junto con el dolor nos sentimos avergonzados». En protesta, anunció que publicarían el próximo número «en dos idiomas: en ruso y ucraniano» .
Nadia Prusenkova critica la masiva propaganda política del Kremlin, pero también la del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, en torno a la invasión de su país. «Confirmar la información es el trabajo más difícil que tenemos ahora mismo. Es casi imposible de hacer», explica, y aprovecha para traer a la conversación lo sucedido con las trágicas imágenes que sembraron el terror ruso en Mariúpol.
«Seguramente has escuchado que bombardearon un hospital materno-infantil en Mariúpol . Un bando dice que ese centro no existe o que fue bombardeado años antes, y el otro dice que había mujeres embarazadas dentro», manifiesta. Los medios occidentales llevaron a portada el horror de los bombardeos rusos a la ciudad ucraniana. Sin embargo, el diario ‘Novaya Gazeta’ no pudo hacerse eco de esta información. En palabras de la adjunta al director, primero no pudieron confirmar la noticia y segundo, de acuerdo a su ordenamiento jurídico, podía ser considerado ‘fake news’.
Desafiar a Putin tiene consecuencias. El pasado martes un tribunal de Moscú dejó en libertad a Marina Ovsiannikova, empleada de la principal cadena de televisión rusa que irrumpió con una pancarta en el telediario para denunciar la ofensiva en Ucrania, no sin antes declararla culpable de cometer una infracción administrativa. Ovsiannikova tendrá que pagar una multa de 30.000 rublos (unos 250 euros) y se enfrenta a cargos penales que podrían dar lugar a fuertes penas de prisión. El presidente francés, Emmanuel Macron, se solidarizó con la periodista rusa, a quien le ofreció asilo u otra forma de protección.
Cada día se estrecha más el cerco sobre el puñado de medios de comunicación independientes que aún sobreviven en Rusia. La luz de la libertad de expresión se apaga en el país eslavo donde su mandatario busca silenciar las críticas contra su gestión. Reporteros Sin Fronteras ha colocado a Rusia en el puesto 150 en la clasificación mundial de la libertad de prensa en 2021 y advierte que desde el regreso del opositor Alexei Navalni se ha alcanzado un nivel de persecución sin precedentes contra los periodistas.
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