«Un ruso borracho nos encañonó y nos violó incluso con objetos metálicos»

Víctimas de agresiones sexuales en los territorios ocupados de Ucrania son tratadas en Kiev de traumas muy profundos. El enemigo no ha tratado de ocultar estos ultrajes

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Una mujer pasa junto a militares de las milicias prorrusas en Lugansk REUTERS

Laura L. Caro

«Huí de mi casa y fui a la de una amiga. Seis días más tarde las tropas rusas ocuparon su pueblo. No nos fuimos porque no había gasolina, nos escondimos en el sótano de la casa. Solo salíamos para cocinar y a por agua. ... A la tercera noche, llegaron tres soldados rusos borrachos y uno dijo que se quedaba ahí con nosotras dos. Nos apuntó con el arma y nos obligó a desnudarnos y a satisfacerle sexualmente. Nos golpeó y mientras nos pegaba, nos decía que esa era la mejor vida que podíamos esperar. Nos violó, incluido por medios antinaturales, usando objetos metálicos. Volvió varias veces durante la semana a hacerlo una y otra vez» . Kseniya, nombre real, de 36 años y vecina de un municipio del entorno de Kiev, que no se puede precisar, invadido durante las cinco primeras semanas de guerra, es una de las diez mujeres –o nueve, porque una es una niña de 10 años– que están siendo tratadas como supervivientes de una violencia aterradora por especialistas de la Health Right Organization de Ucrania, con base en Kiev, que dirige Halyna Skipalska . No puede aportarse nada más que sirva para identificarlas. «Nos enfrentamos a casos de trauma muy profundos, también en menores que han sido testigos de estos crímenes de guerra… Vienen de Jersón, de Lugansk, de los alrededores de la capital, Bucha, Irpin, Borodianka… Una de las pacientes tiene 15 años, –cuenta la experta–, pidió ayuda porque no podía superar la muerte de su marido y cuando conseguimos profundizar supimos que a él lo mataron cuando intentó salvarla a ella al ver que la estaban violando».

El catálogo de ultrajes de índole sexual a mujeres y niñas que están emergiendo a medida que los armados rusos abandonan zonas de Ucrania que han tenido bajo su control es devastador. Se trata de humillar, intimidad y castigar. Los detalles que se están publicando son monstruosos, quizás innecesarios. En las dos primeras semanas de abril –las siguientes al repliegue de los invasores del área de la capital–, el presidente Volodímir Zelenski habló oficialmente de «cientos de casos»; la Defensora de los Derechos Humanos, Ludmila Denisova , dijo haber recibido informes de 400 violaciones. Se detuvo en un episodio pavoroso. «Alrededor de 25 de ellas con edades entre los 14 y los 24 años fueron sistemáticamente violadas durante la ocupación en el búnker de una casa privada de Bucha. Nueve están embarazadas. Los rusos les dijeron que las violarían hasta que no pudieran tener más contacto sexual con ningún hombre, para evitar que así que parieran niños ucranianos», comunicó.

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La crueldad indecible de este propósito no es nueva. Ya se registró en la guerra de los Balcanes en los años 90, en los «campos de violación» bosnios , donde además se las mantenía presas para impedir que abortaran. En Nigeria es una práctica de Boko Haram, directamente dirigida a dinamitar la cohesión social puesto que la mujeres que tienen hijos de los fundamentalistas son rechazadas por la comunidad, por sus propias familias. Piensan que los bebés llevan en las venas «mala sangre». Es el riesgo de «estigmatización», describe Halyna Skipalska , aunque se confía en que en Ucrania, el feminismo en alza, también por el importante papel que las mujeres han desempeñado en la resistencia y el combate contra el enemigo, minimice esa tentación de culparles de nada.

Ataques en manada

Común en los conflictos, y este no ha sido una excepción, son las violaciones en grupo. De hecho, es lo más habitual, según ha documentado Dara Kay Cohen , profesora del Harvard Kennedy School y autora de ‘Violación durante la Guerra Civil’. Esta forma de actuar en ‘manada’ se ve como una manera de afianzar la unión de la tropa.

En la Health Right Organization de Ucrania atienden a Liubov , de 32 años y procedente de la región de Mykolaiv, que estuvo implicada en actos públicos de exaltación nacional tras la muerte de su marido a manos de los rusos en marzo, un vecino colaboracionista la delató y finalmente fueron varios «a abusar sexualmente de ella y amenazarla de que, si seguía con el patriotismo», lo repetirían . Era a últimos del mes de abril, la mujer consiguió escapar. «Este acto de tortura, de humillación física y sexual se ha utilizado para quebrar el sentimiento nacional de la mujer y castigarla por su posición pro Ucrania», concluyen los especialistas de la organización de ayuda.

Que en este contexto bélico quienes han abusado de ellas sean rusos, empeora todo. Muchas se niegan a reconocerlo por vergüenza

No menos perturbador ha sido detectar la nula intención de los rusos por ocultar lo que han hecho. Y eso sí es una novedad, una aportación de los soldados y mercenarios de Vladímir Putin a lo más repugnante. «En una guerra, los agresores intentan borrar evidencias, incluso matando a las víctimas y a sus testigos. En esta hay circulando fotografías de cuerpos marcados (se ha documentado una esvástica), de mujeres violadas múltiples veces , otras que han sido tratadas como esclavas sexuales. Eso va más allá de cualquier argumento de oportunismo, es una prueba de uso de la violación como arma», analiza Dana Cohen, que advierte en este exhibicionismo sugiere, como mínimo, que los mandos «son conscientes de lo que pasaba».

Parte del arsenal

La embajadora británica en Ucrania, Melinda Simmons , ha acusado a Moscú de haber hecho de esto «parte de su arsenal… mujeres violadas delante de sus hijos, chicas delante de su familia como acto deliberado de subyugación». El Kremlin ha tildado todo de ‘mentira’, palabra del portavoz Dmitri Peskov, y de fabricación ucraniana para impresionar a los medios occidentales.

Se valora hasta donde se sabe, porque si algo tiene esta aberración es que a menudo la tapa la vergüenza propia y, en otro ámbito, la impunidad. «Que en este contexto de guerra, quien ha abusado de ellas y las ha violado sea un ruso, empeora todo . Muchas se niegan a reconocer los hechos, la violencia sexual que han sufrido, y sabemos que no van a poder ocultarlo mucho tiempo, lo que no está claro es qué resultado va a tener en el futuro», indican desde la Fundación Ucraniana de Salud Pública las psicólogas Iryna Borodyna e Inna Zakaliyk. Conducen programas para este tipo de víctimas, cuyo primer objetivo pasa por «conseguir que las mujeres se sientan en un entorno seguro, luego por establecer una relación de confianza para que se establezca el contacto», si es que sucede, para luego empezar a trabajarlo. Por ejemplo, Kseniya, violada repetidamente por un ruso en el refugio de su casa, está en tratamiento psiquiátrico, ha recibido una ayuda de 6.500 grivnas (208 euros) del Estado. Liubov, que fue delatada por un vecino, padece «una depresión psico-emocional» .

Se entiende que las investigaciones para esclarecer estos delitos están en marcha. Naciones Unidas, Human Right Watch o Ucrania por sí misma hace lo que puede por documentarlos a efectos internos. No es parte de la Corte Penal Internacional , como tampoco Rusia, pero Kiev reconoce la autoridad de ese Tribunal, que en consecuencia está intentando probar sobre el terreno diferentes crímenes de guerra, aunque la experiencia dice que no se centrará en las brutalidades de carácter sexual y que no cabe esperar gran cosa. De mandos a soldados, sin olvidar que Rusia tiene mercenarios luchando en este escenario, todo indica que la justicia no les alcanzará.

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