EE.UU. se queja de poca ayuda europea en la lucha antiterrorista

Durante los últimos días, la plana mayor de la Administración Obama se había embarcado en una intensa de campaña de «lobby» para evitar una derrota en el Parlamento Europeo al programa de vigilancia financiera establecido por el anterior gobierno de EE.UU. tras el 11-S y desvelado por el «New York Times» en el 2006. En esos malogrados esfuerzos de persuasión han participado el vicepresidente Joe Biden; la secretaria de Estado, Hillary Clinton; y el secretario del Tesoro, Timothy Geithner.

El Departamento de Estado se declaró ayer «decepcionado» ante lo que el portavoz oficial, Philip Crowley, calificó como «un revés a la cooperación anti-terrorista» necesaria a ambos lados del Atlántico. Mientras que Stewart Baker, ex alto alto cargo del Departamento de Seguridad Interior, insistía al «Washington Post» en que la decisión tomada por Estrasburgo «es un acto remarcablemente irresponsable» ya que crea un refugio de impunidad para las finanzas terroristas.

William Kennard, embajador de EE.UU. ante la Unión Europea, la semana pasada ya había advertido de consecuencias negativas en materia de cooperación anti-terrorista de materializarse una decisión como la tomada ayer por el Parlamento Europeo. Con insistencia en que las actuales búsquedas entre las transacciones bancarias europeas —a través de la información acumulada por el consorcio bancario SWIFT— no son indiscriminadas y están sometidas a una estricta supervisión. Como alternativa más complicada, el gobierno de EE.UU. podría utilizar los acuerdos de asistencia mutua legal con cada uno de los 27 miembros de la Unión Europea para conseguir la información que busca.