Leópolis, el refugio de los ucranianos que se convierte en trampa

En Leópolis, donde la vida seguía entre refugiados y sirenas de ataque, pero seguía, con su tranvía y sus tiendas bien abastecidas, este ha sido el primer ataque. Se han estado preparando, aseguraban día a día las autoridades, las portavocías militares, en la calle, pero a la vez que decían -se decían a sí mismos- que en realidad, la ciudad no era del interés de Vladimir Putin , puesto que nunca perteneció al Imperio y su vinculación con Rusia es prácticamente cero.

Por si acaso, a los diez días de conflicto ya ocultaron las estatuas de las plazas también con sacos terreros en un intento por salvar su patrimonio artístico, gracias al que son un centro turístico importante. Pero la ofensiva hace una semana contra la base de adiestramiento de Yavoriv, a una hora de Leópolis, ya fue un aviso. El de este viernes ha sido a las puertas mismas de este enclave tranquilo que ahora sabe que Moscú también va a por ellos.

Porque Leópolis no solo tiene una importancia estratégica por su proximidad a Polonia, que se ha convertido en la última frontera de la OTAN para Ucrania, sino que también ha sido y sigue siendo la válvula de salida de las decenas de miles de ucranianos que huyen al país vecino. Por eso sus estaciones de tren y de autobuses son un hormiguero y su camino a los cruces de Medyka y Dorohusk una procesión de coches. Miedo da pensar que los quieran convertir en objetivo . O también a los centros logísticos, con sus centenares de voluntarios diarios, donde se concentra la ayuda procedente de la solidaridad de medio mundo que con tanto esfuerzo se trata de llevar al frente, a las poblaciones castigadas y a los combatientes, aunque los convoyes se topan cada vez más con carreteras reventadas desde el aire por los rusos que les impiden avanzar.

En Leópolis no hay que perder de vista a su población, que no llega a un millón de personas, entre las que se cuentan muchísimos que no han salido del país precisamente porque se han sentido responsables de acoger en sus casas a familiares, amigos y conocidos que van camino de la frontera o solo necesitan un descanso, darse una tregua para decidir si se quedan en sus casas donde ya llegó la guerra o se van como tantos otros de Ucrania. Hoy es posible que muchos cojan la maleta y salgan corriendo antes de que sea más tarde.