Hollande presenta los presupuestos más restrictivos de las últimas décadas

Las cuentas aprobadas por el Gobierno deberán ser discutidos ahora en la Asamblea Nacional, a la luz de la pasada aprobación parlamentaria del proyecto de Pacto fiscal europeo, que el mismo Hollande rechazaba cuando era el expresidente Sarkozy quién lo presentaba.

El Tratado es la última versión del viejo proyecto alemán de «regla de oro» fiscal y presupuestaria: imponer a todos los miembros de la zona euro una disciplina presupuestaria estricta. España reformó su Constitución en 2011, con el fin de respetar tal proyecto. Nicolas Sarkozy propuso sucesivas versiones del mismo proyecto, entre 2010 y el 2011. En vano. La oposición socialista rechazó siempre ese tipo de disciplina.

En campaña electoral, Hollande repitió una y otra vez que no aprobaría el Pacto Fiscal europeo. Pero, tras un ligerísimo «chalaneo» con Angela Merkel , el presidente francés se ve forzado a tragar la «culebra» del Pacto. Y, para intentar cumplir con esa disciplina, se ve obligado a presentar unos presupuestos diametralmente opuestos a lo prometido durante su campaña electoral.

El candidato Hollande había prometido menos austeridad y más crecimiento. Los presupuestos del Estado de 2013 tienen mucha más austeridad: 37.000 millones de recortes y subidas de impuestos . Y no contienen medidas llamativas de relanzamiento de la economía, cuyo crecimiento se teme que no llegue al 1 por ciento en 2013.

Hollande ha prohibido a sus ministros la utilización de la palabra «austeridad», sustituida por «rigor» en la retórica políticamente correcta del Gobierno francés. No engaña a nadie. El Tribunal de Cuentas estimó hace meses que Francia necesitaba realizar en los próximos años entre 50.000 y 60.000 millones de recortes . Hollande comienza con un primer ajuste de 37.000 millones, esperando que la coyuntura mejore el año que viene.

Sin embargo, nadie cree en las previsiones oficiales. Los sindicatos agitan el fantasma de «supresiones masivas de puestos de trabajo», anunciadas o por anunciar. La patronal estima que las subidas de impuestos van a seguir deteriorando la competitividad económica de Francia. Y los economistas de izquierda y derecha temen que el ajuste tenga la «virtud» de no contentar a nadie : no permitirán crear empleo, y serán insuficientes para sanear las cuentas del Estado.

Prácticamente todos los analistas financieros estiman que los presupuestos franceses deberán ser «rectificados» en los próximos meses. Nadie cree que Francia pueda alcanzar el mítico 3% de déficit el año próximo , teniendo en cuenta que la austeridad a la francesa tiene como peculiaridad las subidas masivas de impuestos: habrá 17 millones de recortes en el gasto público, y 20.000 millones en subidas de impuestos.

Con la excepción de Educación, Interior y Justicia, todos los ministerios franceses deberán recortar sus gastos. Educación todavía podrá contratar a varios miles de profesores para «relanzar» la enseñanza pública. Hollande espera que las subidas de impuestos permitirán «sanear» las cuentas sociales (Seguridad Social y Sanidad) y el déficit del Estado. Pero es un convencimiento que no comparten muchos analistas, que insisten en la «losa fiscal» que se cierne sobre los contribuyentes franceses .

Oficialmente, las subidas de impuestos «solo» debieran afectar a las grandes empresas y las grandes fortunas. En la práctica, serán las clases medias las que soportarán el grueso del ajuste, cuando el Instituto Nacional de Estadísticas Económicas insiste una y otra vez en la degradación del poder adquisitivo de las familias , cuyo ahorro disminuye, mientras los salarios se estancan o decrecen, y cuando van a pagar más impuestos.

La gran esperanza del presidente es el «relanzamiento de la economía». No hay medidas presupuestarias concretas. Esa esperanza reposa en las futuras negociaciones entre sindicatos y patronos, invitados a «repensar» el modelo social francés. ¿Cómo afectarán en el crecimiento económico esas negociaciones, que todavía no han comenzado? Nadie sabe ni puede responder: se desconoce incluso el resultado de unos chalaneos que pueden prolongarse indefinidamente durante semanas y meses .

Mientras tanto, el crecimiento francés ha sido prácticamente nulo durante los últimos tres trimestres. Y no alcanzará un magro 1 por ciento en 2013, en ninguna previsión razonable. Esas perspectivas globales coinciden con la lenta pero implacable emergencia de una crisis industrial que puede causar estragos: los grandes constructores de automóviles franceses están en crisis. Peugeot anunció hace semanas el cierre de su gran factoría de Aulnay-sous-Bois. Renault está pidiendo a gritos contenidos medidas que favorezcan la competitividad nacional.

Hollande ha comenzado a perder la batalla de la opinión pública nacional. Un 56% de los franceses se reconocen decepcionados . Los presupuestos de 2013 intentan no perder la batalla de la credibilidad internacional. Veremos.