Holanda, consternada por el trágico atentado fallido contra la Reina Beatriz

Cada 30 de abril, los holandeses salen a la calle, se visten con camisetas naranjas, se ponen cintas en la cabeza con los colores de la bandera -rojo, azul y blanco-, y Amsterdam y la mayoría de las ciudades holandesas se convierten en escenarios de ... una fiesta monumental. Lo último que podían esperar es que, en una ocasión tan señalada, se produjese un suceso como el que vivieron ayer. Se trató nada menos que un intento de asesinato contra la Reina Beatriz, que a la postre le ha costado la vida a cuatro ciudadanos que asistían al paso del cortejo con la Familia Real en un autobús descubierto.

Resulta difícil tratar de medir las consecuencias que tendrá este hecho en la vida de Holanda, un país donde el respeto y el cariño a la Monarquía están fuera de toda duda, y que había logrado una fórmula de cierta familiaridad en las relaciones entre la Familia Real y la sociedad. Cada 30 de abril se celebra el aniversario del nacimiento de la Reina Juliana, madre de la actual monarca, la Reina Beatriz, y la fiesta es para los holandeses una explosión de patriotismo y de alegría por la llegada del buen tiempo.

Este año, en cuanto se ha extendido la noticia del atentado fallido, los actos festivos se han reducido -o suprimido del todo- en varios lugares del país, empezando por la ciudad de Apeldoorn, a 90 kilómetros al este de Amsterdam, que fue el lugar escogido este año por la Reina Beatriz para asistir a la celebración de la fiesta.

Pendientes de la televisión

Las cadenas de televisión holandesas y las páginas web de los diarios no pararon de difundir las imágenes del atentado, bajo titulares tan evidentes como el del «De Telegraaf», el principal diario del país, que hablaba a toda página de «consternación» para referirse al estado de ánimo de los holandeses.

Consternación y perplejidad, en efecto, ante un hecho que pocos pueden llegar a explicarse. El conductor del vehículo que se lanzó contra la multitud con la intención de alcanzar al autobús en el que viajaba la Familia Real es un ciudadano holandés de 38 años, que ha confesado a la Policía haber actuado con toda conciencia de lo que hacía, pero que no ha explicado cuáles eran sus motivos.

La Fiscalía holandesa dijo oficialmente ayer que el sujeto había confesado abiertamente que su intención era alcanzar a la Familia Real. Sobrevivió, sin embargo, al choque con las barreras de protección y con el pequeño monumento a los muertos durante la guerra mundial. Allí, el coche negro que conducía terminó su siniestro trayecto. El coche no tenía explosivos, ni nada que sirviera para multiplicar los efectos del ataque. El autor del atentado carecía de antecedentes psiquiátricos y penales.

Extremadamente grave

Su identidad no había sido difundida anoche, y el magnicida frustrado se encuentra en un hospital en situación extremadamente grave, a causa de las heridas. Otras trece personas también están afectadas, algunas ingresadas, aunque casi todas con rasguños o lesiones leves.

Sobre los cuatro fallecidos, las televisiones han podido filmar sobradamente la amargura de aquellos que les estaban acompañando en una jornada festiva y que inesperadamente se transformó para ellos en una tragedia inmensa.

Los miembros de la Familia Real pudieron ver perfectamente lo que estaba sucediendo, puesto que circulaban a bordo de un autobús descubierto para poder saludar a los asistentes al desfile. El autobús no se paró, pero tampoco hizo maniobras bruscas para escapar de allí.

El gesto de estupor de los hijos y nietos de la Reina Beatriz era lo bastante expresivo para darse cuenta de que lo que se rompió ayer en Holanda va mucho más allá de la tragedia por las vidas inocentes segadas por un perfecto desconocido. Se puede decir que la fiesta del 30 de abril es el día más importante para los holandeses. En estos tiempos de incertidumbre y de amenaza terrorista permanente -percibida en ocasiones como una amenaza exógena-, un hecho como este trastocará probablemente tanto o más que otros crímenes emblemáticos la apacible vida de los holandeses.

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