El futuro de Sudán del Sur aparece sembrado de dudas
Una de las zonas más pobres del planeta no podrá subsistir sin ayuda exterior
EDUARDO S. MOLANO
Es apenas la una del mediodía, y en las entrañas del colegio «Konyo Konyo» de Juba, capital de Sudán del Sur, el tiempo parece haberse detenido en busca de un trofeo, esquivo durante décadas de colonialismo.
«Vine a las dos de la mañana y ... hasta ahora no he podido votar», asegura John Deng, un mecánico de Bahr el Ghazal, que estalla en gritos compulsivos nada más depositar su papeleta. La ocasión lo merece. Desde ayer, y hasta el próximo 15 de enero, cerca de cuatro millones de sudaneses del sur están llamados a ejercer su voto en un referéndum de autodeterminación, en el que se calcula que la separación será respaldada por cerca del 96% de la población. «Éste es un día histórico tras décadas de expolio por parte del norte», repite hasta la saciedad Hassan Chejio, quien ha decidido vestir su mejor traje y corbata para acudir a votar.
El norte de Sudán —de mayoría musulmana— y el sur —cristiano y animista— libraron una guerra de 22 años que concluyó con los acuerdos de paz de 2005 que estipulaban la celebración de los comicios generales del pasado abril (en los que el presidente Omar al Bashir se impuso con el 70% del electorado), como el referéndum sobre la independencia. Sin embargo, y pese a que los resultados del plebiscito popular no se conocerán hasta mediados de febrero, una pregunta da vueltas en las mentes de los votantes: ¿y ahora qué?
«El mayor problema al que se enfrenta el país es que las expectativas son demasiado altas», asegura Elijah Malok Aleng Mayen, presidente del Banco Central de Sudán del Sur, quien prefiere medir sus palabras ante la euforia desatada en el país. «La gente piensa que la comida rebasará de los árboles y lo más probable es que eso no sea así», reconoce el máximo mandatario del banco regional.
A día de hoy, Sudán del Sur —de un tamaño similar a la Península Ibérica— cuenta con tan solo cincuenta kilómetros de carreteras asfaltadas (en el momento de la firma de los acuerdo de paz con el norte eran cuatro), mientras que el 90 por ciento de su población malvive con menos de un dólar al día. De igual modo, el 85 por ciento de la población adulta no sabe leer ni escribir. Pese a ello, el Gobierno de Juba destina el 60 por ciento de su presupuesto a asuntos militares, por lo que la dependencia exterior es extrema. Y la ayuda, por el momento, escasa.
Ejército de Liberación
Tal es el caso, por ejemplo, del gigante cervecero SABMiller, que el pasado año invirtió cerca de 45 millones de dólares en una planta de producción en Juba. Sin embargo, el complejo en el que se asienta necesita más electricidad que la cantidad total disponible en toda la ciudad. Paradojas que, por ahora, no resuelve el maná del petróleo. Pese a encontrarse casi el 75% de las reservas en territorio sur sudanés, los acuerdos de paz de 2005 estipulan que ambas regiones se dividan los ingresos del petróleo a partes iguales. Aunque la teoría no siempre se corresponde con la práctica, y se teme que ninguna de las partes quiera ceder una gota de petróleo .
No menores son las dudas que suscita el caudillo del Ejército de Liberación Popular de Sudán (SPLA), Salva Kiir Mayardit, uno de los favoritos a convertirse en presidente del país. Hombre sin estudios, formado sólo en la guerra y con una capacidad extraordinaria para la oratoria. Aunque sobre el cariz de su discurso también inquieta a muchos. Como cuando alardeó de que los homosexuales nunca tendrían sitio en el nuevo Estado.
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