La central de Fukushima, sin control

Con la planta atómica en ruinas por las explosiones de los últimos días, los técnicos intentan enfriar los reactores para impedir que se sigan produciendo fugas radiactivas

AP

PABLO M. DÍEZ

En la central de Fukushima no sólo luchan contra el fuego, luchan contra el destino . Con la planta atómica fuera de control y parcialmente en ruinas por las explosiones de los últimos días, los técnicos intentan enfriar los reactores para impedir que se ... sigan produciendo fugas radiactivas.

Esta mañana parecía que el Gobierno japonés había tirado definitivamente la toalla cuando ordenó la retirada de los últimos 50 operarios que quedaban en la central . Un nuevo fuego se había propagado por la noche en el reactor número cuatro , rajado por unas grietas de ocho metros en la vasija que protege al reactor, y se volvió a disparar la radiactividad hasta niveles intolerables para la salud. Con el temor a que se produjera la temida fusión del reactor, los técnicos abandonaron la planta a su suerte.

Durante unas horas, Japón y el mundo contuvieron la respiración , aguardando lo que podría convertirse en un nuevo Chernóbil que liberaría sobre el cielo del archipiélago una nube tóxica consecuencias impredecibles. Pero, afortunadamente, el reactor no estalló y, tras detectarse una bajada de la radiactividad, los técnicos volvieron a la faena.

Además, un helicóptero empezó a verter agua sobre el reactor número tres, cuyo tejado fue dañado por un estallido anterior y del que ha salido vapor durante toda la jornada. Para las autoridades, la “prioridad” es enfriar las varas de combustible de dicho reactor, pero también deben procurar que no se declare un nuevo incendio en el número cuatro.

El reactor, rociado con ácido bórico

Con el fin de sofocar el fuego, los bomberos han rociado con ácido bórico el reactor, mientras 50 técnicos luchan a la desesperada contra el peor accidente nuclear desde Chernóbil. Emulando a los pilotos kamikazes que sacrificaban su vida durante la Segunda Guerra Mundial , son auténticos héroes anónimos expuestos a unos niveles de radiación hasta 300 veces superiores a lo permitidos. Tanto si consiguen o no enfriar los reactores que amenazan con fundirse y estallar, ya se han hecho el harakiri para salvar a sus compatriotas japoneses, que viven sus horas más dramáticas desde las bombas de Hiroshima y Nagasaki.

Mientras tanto, 140.000 personas alrededor de la central permanecen encerradas en sus casas para evitar la radiación . En muchos casos carecen de agua y comida por el desabastecimiento que han provocado el terremoto y el posterior tsunami. La alerta por la radiación ha provocado el pánico en Tokio, el área metropolitana más populosa del mundo con más de 30 millones de habitantes. Los turistas y extranjeros que residen en la capital nipona han invadido los aeropuertos para salir del país y los tokiotas hacen acopio de víveres, agua, mantas y velas para encerrarse en caso de que una nube radiactiva se cierna sobre la ciudad.

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