La «ciberpolicía» iraní
La «ciberpolicía» iraní
«Esto no ha parado desde el primer día, estamos «hackeándonos» continuamente los unos a los otros», asegura Ali, nombre ficticio de un joven informático al que la semana postelectoral le está sirviendo para poner a prueba softwares creados en China y Japón que nunca ... había probado, y que de momento resisten a la «ciberpolicía» iraní. La cita es en una conocida cafetería cercana al parque Mellat, en el norte de la ciudad y en plena calle Valiasr, centro de los disturbios en las primeras 48 horas de revolución verde.
La república islámica cuenta con un Ejército regular y con los paramilitares de la Guardia Revolucionaria, que han sido los encargados de crear un cuerpo específico para esta nueva forma de guerra. Con un presupuesto de 76 millones de dólares, según los datos de un informe de la inteligencia americana, y 2.400 expertos dedicados al tema, Irán habría conseguido «desarrollar esta nueva capacidad para plantear una guerra asimétrica». Su guerra es ahora contra la oposición, pero en el pasado reciente los «hackers» oficiales han logrado dañar con éxito diferentes portales israelíes, según el informe americano.
Acceso restringido
En el país hay dos formas de conectarse a internet. Los medios de información y empresas cercanas al Gobierno disfrutan de una conexión vía satélite que está libre de filtros. Los ciudadanos y el resto de empresas y organismos, incluidas las embajadas, deben contratar el servicio directamente a un servidor iraní, que previamente ha recibido el visto bueno oficial y que sólo facilita el acceso a las páginas que cuentan con aprobación de las autoridades.
Treinta años de revolución y de enfrentamiento con Occidente han generado una sensación de aislamiento que internet está logrando mitigar. A esto hay que añadir la importante diáspora iraní en el extranjero -principalmente en Estados Unidos-, que tiene en la red una forma más rápida y barata de comunicación con sus familias. La oposición comprendió rápidamente el valor de redes sociales como Facebook, Twitter o Youtube, y desde las primeras horas de las protestas el periodismo ciudadano ha sido la mejor fuente para conocer el estado de las calles. Las autoridades han logrado filtrar estas tres redes sociales, pero ya circulan decenas de enlaces que permiten burlar la censura y poder usarlos.
Irán es un país joven en el que el pasado año las universidades superaron los tres millones y medio de estudiantes. Cada vez hay más gente preparada y las nuevas tecnologías están muy difundidas. «A los que destacamos nos ofrecen colaborar con ellos. Algunos acceden porque no tienen otra salida, es un buen sueldo y te da privilegios, pero otros no», responde Ali cuando se le pregunta sobre su futuro.
Este joven añade, finalmente: «Sólo queremos una red libre de filtros, que sean los propios ciudadanos los que decidan qué leer, que nadie nos tenga que venir a salvar de unos contenidos porque los consideran moralmente poco correctos o antirrevolucionarios. Somos mayores y esa elección debe estar en nuestras manos».
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