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Ramón Pérez-Maura - HORIZONTE

El cambio en Venezuela, ajeno a España

La luz del amanecer se vislumbra en Caracas. Y su gran impulsor ha sido Luis Almagro

Luis Almagro, secretario general de la OEA EFE
Ramón Pérez-Maura

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Lo sucedido esta semana en Venezuela pasará a los libros de historia. Porque hemos visto por primera vez a las democracias occidentales, de Europa y América, propiciar el derribo de una dictadura comunista fuera de Europa. Después de varios años en los que un grupo de expresidentes hispanoamericanos han estado promoviendo la democracia desde la organización IDEA, se ha sumado a sus filas la Organización de Estados Americanos. La OEA está dirigida en esta hora por el uruguayo Luis Almagro, un diplomático de carrera que conoce muy bien el comunismo. Primero porque fue tres años embajador de su país en China, desde donde fue llamado a ser canciller por un presidente filocomunista, José Mújica, el amigo de Manuela Carmena en cuyo domicilio desayuna cuando viene a Madrid. Almagro dejó la cancillería uruguaya en 2015 para asumir la secretaría general de la OEA y desde ahí se ha convertido en un adalid de la libertad en las Américas.

Sólo en el último mes Almagro ha hecho dos importantes discursos en esta materia. Uno el 1 de enero con motivo del 60 aniversario de la revolución cubana. Hay muchos opositores cubanos en el exilio que no se atreven a decir algunas de las cosas que dijo Almagro ese día del régimen de La Habana. Y otro posterior sobre Venezuela en el que, constitución bolivariana en mano, fue el primero en reconocer a Juan Guaidó como el legítimo presidente venezolano antes de que él mismo se proclamara. Posteriormente la iniciativa de Almagro caló entre la mayoría de los países de la OEA que lo reconocieron como legítimo presidente. Con países como Colombia, Perú, Argentina o Chile en ese barco, la mayoría de las democracias occidentales han dado un paso con muy pocos precedentes históricos por la magnitud de respaldos recibidos esta vez: reconocer a un presidente que carece de poder ejecutivo ni legislativo.

Ayer comprobamos que Sánchez sigue manteniendo la indefinición de su Gobierno. Dice liderar la postura europea, pero reconoce a Maduro la capacidad para convocar ahora las elecciones limpias que no ha celebrado nunca. La autoridad que tradicionalmente se reconocía a España en esa región la ha dilapidado este Gobierno. El daño que Sánchez ha infringido a nuestro país ante los demócratas de la Américas es sólo comparable con el causado a Europa, cuya opinión ya no interesa a nadie después de que las principales naciones de la UE hayan reconocido a Guaidó unilateralmente ante la imposibilidad de hacerlo conjuntamente.

La situación de Nicolas Maduro se torna insostenible incluso para quienes quieren dar relevancia al apoyo que recibe de dos mil generales. Un Ejército que tiene dos mil generales no es una fuerza armada. Más bien parece una reunión de congregantes marianos. O en el caso que nos ocupa, quizá fuera más preciso llamarles congregantes diabólicos capaces de reprimir a los suyos, pero no de vencer al enemigo. La luz del amanecer se vislumbra en Caracas. Y su gran impulsor en estas últimas semanas, meses y años, ha sido Luis Almagro quien desde una organización que había caído en la inoperancia con sus predecesores, el chileno José Miguel Insulza y el costarricense Miguel Ángel Rodríguez Echeverría, ha logrado movilizar a los demócratas del mundo entero. Y el Gobierno de Sánchez, promoviendo componendas.

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