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El presidente de Burundi, Pierre Nkurunziza, jura su cargo para un tercer mandato

La decisión del mandatario de perpetuarse en el poder por otros cinco años ha generado violentas protestas en todo el país

El presidente de Burundi, Pierre Nkurunziza, jura su cargo para un tercer mandato reuters

EDUARDO S. MOLANO

De forma inesperada, el actual presidente de Burundi, Pierre Nkurunziza, ha jurado este jueves su cargo para un tercer mandato de cinco años más.

El pasado 26 de julio, la Comisión Electoral del país africano anunciaba la reelección de Nkurunziza con el 69 por ciento de los votos. Sin embargo, la ceremonia de investidura no estaba prevista hasta la próxima semana.

Frente a a una amalgama opositora debilitada y donde solo destacaban algunos nombres como el de Agathon Rwasa (19% de los votos), Burundi había celebrado días antes unas elecciones presidenciales con vientos políticos huracanados.

Desde abril, al menos un centenar de personas han perdido la vida y más de 140.000 personas han abandonado el país ante las violentas protestas contra el actual mandatario y que tuvieron su punto álgido en una exigua intentona golpista. Precisamente, durante su reciente gira africana, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, advirtió que el progreso democrático del continente está en riesgo por culpa de aquellos líderes que rechazan dejar el poder, con una clara referencia a la crisis de Burundi. «Nadie debería ser presidente de por vida», aseguraba el mandatario durante su discurso en la sede de la Unión Africana en la capital etíope, Addis Abeba.

«Cuando un líder intenta cambiar las reglas en mitad del juego , solo para seguir en el cargo, se arriesga a desencadenar una situación de inestabilidad y lucha, como hemos visto en Burundi», añadió Obama. La crisis política tiene su origen en abril, tras la decisión de Nkurunziza de presentarse como candidato por el partido gubernamental CNDD-FDD para un nuevo término, a pesar de haber cumplido ya dos periodos de cinco años que marcaba la Constitución. Una decisión que los partidos opositores consideran amenaza la estabilidad del país, tras doce años de guerra civil. Días después de confirmarse su candidatura, el 13 de mayo, el general Godefroid Niyombare, exjefe del servicio de inteligencia burundés, anunciaba la destitución del presidente.

Pérdida de aliados

A pesar de ello, la alborada no fue dirigida desde las fuerzas opositoras clásicas, sino desde sectores del Ejército disidentes con el Ejecutivo. Por ello, ante la falta de apoyo en las calles (que no en las mentes), el levantamiento apenas se dilató durante tres días y quedó finiquitado con la detención de 18 militares de alta graduación que participaron en la intentona golpista. No obstante, aún contenida la asonada militar, los disturbios civiles han crecido en el país, mientras continúan las deserciones políticas, como la huida hacia Bélgica del segundo vicepresidente del país, Gervais Rufyikiri, así como del presidente del Parlamento, Pie Ntavohanyuma, quienes exigían a Nkurunziza renunciar a un tercer mandato.

«El actual clima de seguridad y (libertad) política no garantiza la celebración de unas elecciones libres y justas », había asegurado el opositor Jean Minani, antiguo portavoz de la Asamblea parlamentaria, en la previa electoral y quien, junto a los exmandatarios Domitien Ndayizeye y Sylvestre Ntibantunganya, rechazó presentarse al esperpento.

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