«El Partido de los Trabajadores se embriagó de poder y se perdió»

—¿Cuál ha sido su participación en la campaña de Marina Silva?

—En realidad ninguna, pues me encuentro en Brasilia en medio de una filmación que se extiende hasta el día 20 de octubre. Recibo algunos e-mails de sus amigos, respondo algunas entrevistas, pero nada más.

—Cuando estrenó Ciudad de Dios, Brasil eligió a Lula. ¿Qué cambió desde Lula y qué falta aún?

—Voté por Lula en 2002 y no me arrepiento. Brasil avanzó mucho en la última década, en parte por el dinero que entró con la llegada de China al mercado internacional, desbordando los precios de las materias primas que vendemos. Sobró dinero y, con razón, se invirtió una parte en buenos programas sociales. Creo que estos programas necesitarían de una segunda etapa para que no se vuelvan una tapadera eterna. Lo que más echo de menos en esta gestión es un plan sólido para educación. Me deprime ver los malos resultados, a veces negativos, de nuestra educación. ¿Cómo podemos no sólo no mejorar la calidad de la enseñanza sino hacerla retroceder?

—Usted dice que Brasil tiene una política del siglo XIX. ¿Por qué? ¿Qué falta para entrar en el siglo XXI?

—La prioridad de Brasil sigue siendo crecer a cualquier precio. Se justifican hidroeléctricas en medio de la selva y territorios indígenas, puertos sobre arrecifes de corales, granjas camaroneras en manglares, pastos donde debería haber reservas legales. Los países desarrollados e incluso China ya evalúan el coste ambiental de todo lo que hacen, buscan otras fuentes energéticas, invierten en agricultura familiar, favorecen el transporte público, coches eléctricos, mientras nosotros seguimos apostando todo al petróleo, en campos de soja enormes para exportación, en un modelo concentrador de poder y de decisiones. Frente a las redes sociales y a una nueva agenda para el mundo, los valores defendidos por el gobierno actual y el PSDB (socialdemocracia) envejecieron porque son los mismos de cuando no había teléfonos móviles. No es por nada que el partido que Marina quiere fundar se llama REDE (red), el mundo de hoy funciona en red y ya no lo hará más con un centro del que emana el poder, como aún vivimos en Brasil.

—Marina Silva prometió un Gobierno de sólo cuatro años. ¿Cree qué cuatro años serían suficientes para tamaño cambio?

—Claro que no, incluso porque será zancadilleada por quién va a perder su espacio, tendrá que gastar una buena energía en eso. Pero en ese tiempo puede comenzar a cambiar el rumbo y fomentar la creación de matrices de energía limpia, estimular la renovación del transporte urbano, la producción y venta de vehículos no contaminantes, crear programas como el de una escuela donde cultura y ciencia sean la base. Ella piensa en una escuela para formar ciudadanos y no sólo fuerza de trabajo.

—Las críticas al conservadurismo de Marina sobre aborto, casamiento igualitario y estudios de células madre, ¿son exageradas?

—Por su fe a Marina no le gustaría que su hija aborte, sin duda, pero como posible presidente ha dicho unas trescientas veces que la liberación del aborto, que no se ha hecho hasta hoy, puede partir de un plebiscito. Si se aprueba, acatará la decisión pues entiende plenamente que el Estado es laico. Sobre los homosexuales, el programa del PSB, incluso con un desafortunado retroceso, es más avanzado que lo que tenemos hoy, incluso contra la homofobia, defiende la unión estable de parejas del mismo sexo. Marina tiene muchos amigos y colaboradores homosexuales y no tiene ningún problema con eso. El peor retroceso fue del actual gobierno con el llamado «kit-gay», recogido bajo la presión de los evangelistas del Congreso, después de imprimir millones de cartillas. Además de vergonzoso fue un gran perjuicio para las arcas públicas.

—¿Por qué dejó de votar a Lula y al PT y pasarse a Marina Silva?

—Lula institucionalizó la regla de cambiar apoyo por cargos y así trajo al Estado lo peor en cuadros políticos. Así surgieron el «Mensalão» y otras tantas atrocidades. Sentí que la cosa no iba bien y no voté por él en su segundo mandato. Creo que tenía razón. El PT se embriagó con el poder y se perdió. Creo que para los «petistas» que están desde el principio, dejar el poder por un tiempo puede ser saludable. Las ratas abandonan el barco y los que de verdad creen que hay algo ahí que vale la pena, podrán reciclar el partido, que aún puede ayudar mucho a Brasil y volverse más «puro», con menos base aliada.

—Simpatizantes del PT lo atacan en redes sociales por defender a Marina ¿Se arrepiente de apoyarla?

—Estoy sorprendido por la ferocidad de estos muchachos. Nunca ofendí a la presidenta, apenas critico algunos puntos. Hicieron hasta una denuncia basada en algo que dije en la prensa hace años. Ese grupo no mide esfuerzos para callar a quien no apoya su proyecto. Lo consiguieron. Tomaré más cuidado a partir de ahora.

—¿Podemos tener en el futuro una película de un Brasil diferente al de Ciudad de Dios?

—Que el Dios de esa ciudad te oiga.