Referéndum escocia
Cameron, al borde de las lágrimas, pide a los escoceses que se queden
Un nuevo sondeo da un alivio a los unionistas, con una ventaja de seis puntos
luis ventoso
David Cameron , de 47 años, viene a ser un prototipo del inglés de clase alta. Educado, con el sentido del humor necesario, pero frío, poco proclive a las efusiones sentimentales que nos distinguen a los latinos. Descendiente de una familia de financieros, paradójicamente con ... ancestros escoceses, es un producto típico de las factorías de donde emergen la mayoría de los dirigentes del Reino Unido: primero, Eton College y luego, Oxford; allí fue el mejor de su promoción, con una titulación en Políticas, Economía y Filosofía. No es fácil ver a Cameron emocionado. Pero ayer estuvo al borde de las lágrimas cuando defendía la Unión en un mitin en un centro de viudas de Edimburgo. Su apasionada súplica a los escoceses en favor del Reino Unido no perdonó ni esa frase tópica que da título a tantas canciones: «Don’t break my heart», no partáis mi corazón.
Usualmente, el estilo escénico del primer ministro en los mítines y conferencias consiste en deambular por el estrado con gestos que enfatizan sus propuestas. Ayer no hubo ese teatro. Sentado en un taburete, con tono próximo, sentido y recogido, el hombre que ha metido a su país en un inmenso problema al dar luz verde a un referéndum de altísimo riesgo pidió a los escoceses que aparquen la ideología: «Me importa más mi país que mi partido. Este referéndum no es para darnos un puntapié a los tories».
Cameron sabía que jugaba fuera de casa. De hecho hasta ahora, cuando ya han sonado todas las alarmas y existe un riesgo real de que la Unión se escurra por el desagüe de Edimburgo, el premier había mantenido un perfil bajo en la campaña. Una de las argucias de Alex Salmond, el líder independentista, ha consistido en amedrentar a los escoceses diciéndoles que si permanecen en el Reino Unido de Cameron se quedarán sin sistema público de salud. Una exageración. Pero ha encontrado oídos en Escocia, mayoritariamente izquierdista.
Una vez que se ha abierto la caja de Pandora de las emociones, los conceptos y los sentimientos se confunden. Muchos escoceses que votarán«sí» creen que es tan solo una manera de defender el Estado del Bienestar frente al gobierno conservador de Londres. Cameron hizo ayer un esfuerzo por desterrar esa idea e intentar poner los pies en la tierra a los ciudadanos que creen que romper con el Reino Unido será solo un mero triunfo sentimental, que no afectará a su modo de vida. «La gente no debe pensar que esto son unas elecciones generales. No es una elección para cinco años. Es para el próximo siglo».
A pesar de su tono conciliador y afectuoso, aunque imploró a los escoceses que se queden, el primer ministro también dejó claro que no existen los divorcios de terciopelo. Como sucede en España -por ejemplo en la dialéctica de Oriol Junqueras-, los nacionalistas escoceses suelen decir que tras la ruptura seguirá imperando una gran fraternidad entre ellos y el resto de los pueblos del Reino Unido. Pero ahora que ya faltan solo siete días para la votación, se vislumbra a las claras que nada será amable. La brecha de rencor y daño económico alcanzaría unas terribles proporciones. Cameron recalcó que no habrá libra esterlina para la Escocia independiente.
Ante ese envite, Salmond venía respondiendo que esa amenaza no se cumplirá, que al resto del Reino Unido le seguiría interesando contar con la Escocia independiente en su divisa. Ahora el discurso ya es otro y alega que el nuevo país podría utilizar la libra del mismo modo que Panamá emplea el dólar. Pero Cameron recuerda que no tendrían control alguno sobre su moneda y que las entidades financieras se irían rápidamente a otra parte del Reino Unido. De hecho, ayer, Standard Life, importante compañía de fondos de pensiones e inversiones con sede en Edimburgo, anunció abiertamente que se marchará de Escocia si gana el «sí» . Un jarro de agua fría para los rupturistas que puede dar que pensar a los ahorradores y jubilados.
No fue el único revés que tuvo ayer el primer ministro escocés y líder de la facción separatista, en un día en que viajaron a hacer campaña en Escocia los líderes de los tres partidos nacionales, Cameron, Clegg y Miliband, a los que desdeñó como el desembarco del «Equipo Westminster». Un nuevo sondeo, publicado por el «Daily Record» de Glasgow y conocido por la tarde, otorga 6 puntos de ventaja al «no» a la independencia, que obtiene el 47,6% de los votos frente a un 42,4% del «sí». Un alivio para el Reino Unido, extremadamente inquieto después de que el pasado fin de semana YouGov otorgase por vez primera una ligera ventaja a los partidarios del "sí" (51 % contra el 49 %), una encuesta que hundió el lunes a la libra. El martes, otro estudio, de TNS, preveía una victoria del «no» por un mínimo margen del 1 %. El trabajo del «Daily Record» está condicionado por que su autor es Survation, próximo a las tesis de Mejor Juntos, la campaña pro unionista.
El tono flemático, la lejanía y el fair play con que se veía el referéndum desde Londres hace unos meses, ha cambiado por completo cuando se palpa que quedarse sin la sociedad que los ha hecho grandes en los últimos 307 años es una posibilidad real. Por ejemplo, la BBC es claramente beligerante en contra de la independencia y ha abierto un espacio titulado «¿Qué pasa sí…?», donde analiza que ocurriría con la vida cotidiana y económica si se rompe la Unión. El resumen es sencillo: todos los países que conforman la Unión pasarían al día siguiente a vivir mucho peor, pero muy especialmente, los escoceses.
Cameron, al borde de las lágrimas, pide a los escoceses que se queden
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