El miedo puede con las elecciones en el este de Ucrania
Los prorrusos ganan el pulso a Kiev y frenan la votación. La ofensiva militar del Ejército resulta insuficiente para garantizar el derecho a voto
mikel ayestaran
Diez minutos. Ese fue el tiempo que duraron abiertas las puertas del centro de voto situado en la escuela politécnica de la calle Chelyuskintsiv de Donetsk. La patrulla prorrusa de ‘Oplot’ (mantenimiento) más cercana no tardó en acercarse y obligar por la fuerza a desalojar ... un lugar al que ni siquiera habían llegado papeletas y urnas. La sola intención de prepararse para las elecciones fue suficiente para recibir la visita de las «brigadas de autodefensa» que, con un despliegue extraordinario, impidieron la apertura de un solo centro en esta capital de un millón de habitantes. Una imagen similar a la vivida a lo largo de las autoproclamadas repúblicas independientes de Donetsk y Lugansk –desde el sábado unidas bajo el nombre de Nueva Rusia- en las que no se pudo celebrar la jornada electoral salvo en lugares muy puntuales.
El fracaso de la operación «antiterrorista» lanzada por es doble. No logró frenar el referéndum del 11 de mayo y tampoco fue capaz de garantizar el derecho al voto a los ciudadanos del este. «No entiendo nada, de verdad que no entiendo nada. ¿Cómo es posible que no haya un solo centro abierto en toda la ciudad? ¿Qué imagen de fuerza es esta para un Gobierno?», se pregunta Nikolai Larkin, hombre de negocios de 42 años que acudió a primera hora a la escuela número 59 de su distrito de Kyivs’kyi, pero «estaba cerrado. Había dos agentes de policía en la puerta, pero no sé para qué porque no se podía votar». Las fuerzas de seguridad, como es habitual desde el estallido de la crisis, se limitaron a pasear y controlar el tráfico, pero en ningún caso trabajaron a favor de la celebración de los comicios. Esta falta de control sobre Policía y Ejército ha llevado a Kiev a confiar en paramilitares –la mayor parte provenientes de grupos radicales que fueron claves en la revuelta de Maidán- con quienes ha creado una Guardia Nacional que forma ahora la primera línea de combate en el este.
En las oficinas de la Televisión Nacional de Ucrania Taras Moskaliuk sigue la jornada pegado a su ordenador. Hace semanas que los periodistas ucranianos no pueden trabajar en la calle debido a la presión de los grupos prorrusos y Moskaliuk denuncia que «este día lo han preparado con tiempo. Los miembros de las comisiones electorales han sido amenazados uno por uno y nadie quiere arriesgarse a sufrir represalias. Ellos tienen el poder en la calle, no Kiev. Fue más sencillo votar en el referéndum del 11 de mayo que en estas elecciones».
Cerco a Ajmetov
A pocos metros de la escuela politécnica que desafió las órdenes de las autoridades insurgentes cientos de partidarios de la independencia se reúnen en la plaza Lenin. Ruslan Levchenko, con la cinta de San Jorge naranja y negra de rigor en la camisa, mira la enorme estatua del padre de la URSS y justifica el empleo de la fuerza para evitar las elecciones porque «estamos en una situación de guerra. Ucrania es pasado y ya solo vivimos pensando en Nueva Rusia». Minero de profesión, Levchenko piensa que «Poroshenko será el ganador, sin duda, pero su elección no ayudará a mejorar la situación. Todo lo contrario, me temo que Yulia Timoshenko no encajará bien la derrota y es capaz de organizar un nuevo Maidán».
La masa prorrusa, dueña de las calles, no tarda en abandonar la plaza con dirección a la mansión de Rinat Ajmetov . El hombre más rico de Ucrania se opone a la independencia y hace una semana acusó a los separatistas de estar protagonizando un «genocidido». A diferencia de lo ocurrido a comienzos de mes con las oficinas del gobernador y también oligarca, Sergei Taruta, esta vez los manifestantes se limitan a gritar y no asaltan la casa del todopoderoso dueño de System Capital Management (SCM), complejo industrial que emplea a 300.000 personas. Se difundió el rumor de que Ajmetov quería votar en su Donetsk natal, pero por una vez corrió la misma suerte que el resto de paisanos que lo intentó y sus millones no fueron suficientes para cumplir su deseo.
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