Berlusconi comienza su condena de trabajos sociales en un centro de discapacitados
Berlusconi contestado a su llegada: «Debería estar en la cárcel»
angel gómez fuentes
Silvio Berlusconi ha transcurrido sus primeras cuatro horas de servicios sociales en el centro de ancianos y discapacitados Fundación Sagrada Familia de Milán, situado a unos 40 kilómetros de su residencia de Arcore. Ha comenzado así a descontar la condena a un año de trabajos sociales impuesta por el Tribunal Supremo ... en agosto pasado por fraude fiscal en la compra venta de derechos televisivos de Mediaset .
A los numerosos periodistas que le preguntaron cómo había ido la primera jornada, el exprimer ministro les sonrió y saludó con un gesto de la mano, limitándose a responder: «Bien, gracias. Pero me piden que no haga ninguna declaración». Había llegado puntual en la mañana , vestido con traje y camiseta azul oscuro, sin corbata y con una insignia de su partido Forza Italia en la solapa de la chaqueta, como única concesión al clima de campaña electoral que vive el país. Su semblante era muy serio y entonces ni siquiera saludó al centenar de periodistas que lo esperaban.
Inmediatamente después apareció un sindicalista que protestó a gritos contra Berlusconi, mientras era bloqueado por el numeroso servicio de seguridad privado que se había establecido ante la presencia del ex cavaliere: «Nosotros los italianos tenemos un sueño en el corazón: Berlusconi a San Vittore» (nombre de la cárcel de Milán). El exprimer ministro fue condenado a cuatro años de cárcel, reducidos a uno por un indulto del año 2006, pero al tener 77 años la ley le exime de la cárcel a cambio de realizar servicios sociales.
Respeto a la privacidad
El centro Sagrada Familia, en la localidad de Cesano Boscone, al que acudirá semanalmente Berlusconi durante cuatro horas para cuidar a enfermos de alzheimer, da asistencia a más de 2.000 personas, en una amplia estructura que cuenta con 20 grandes departamentos, un campo de fútbol, una iglesia, un teatro e incluso un cementerio. La primera jornada de Berlusconi en los servicios sociales ha sido para tomar contacto con la estructura.
Su actividad será similar a la que realizan los voluntarios y será seguido por dos mujeres: la responsable del departamento, Giuliana Mura, y la educadora María Giovanna Sambiase. Para lograr que se respete la privacidad de Berlusconi y de los acogidos en el centro, los responsables de la Sagrada Familia han echado mano de un servicio de seguridad privado y se han dado precisas instrucciones a médicos, enfermeros y educadores, una en especial: No hacer fotografías o videos con los propios teléfonos móviles.
Amargura e ironía
En las horas previas, el exprimer ministro hizo unas declaraciones mostrando profunda amargura: «A los servicios sociales se mandan a personas que deben ser reeducadas, y enviar a un señor de mi edad, con todo lo que he hecho… He sido el ciudadano que más tiempo ha estado en el gobierno, que ha presidido cumbres internacionales… Pensar que esta sentencia pueda reeducarme es una cosa ridícula, pero no para mi, sino para el país». Y al final, junto a la amargura, la ironía que siempre acompaña al exprimer ministro: «Yo pienso que seré santo mucho antes de diez años, porque con lo que me han hecho se mostrará a todos los italianos que yo he sido paciente y soportado las cosas injustas que han dirigido contra mi dentro de una batalla política”.
En cierta forma, el líder de Forza Italia mostró ayer una escena grotesca, una más en el epílogo de su vida pública: el personaje que ha hecho espectáculo sobre sus dotes buscando siempre el protagonismo y la notoriedad, ahora se verá obligado a asistir a ancianos que no lo reconocen porque no tienen memoria. Hubiera sido tema ideal de un film de la comedia italiana con Alberto Sordi.
Siete días de condena por 300 millones
Silvio Berlusconi se sigue proclamando inocente y víctima de la justicia italiana. La realidad es, como han destacado diversos medios, que el «cavaliere» debería dar las gracias al cielo, porque solo cumplirá una cómoda condena durante diez meses y medio, que en la práctica supone una pena de siete días, si se suman las cuatro horas semanales. Un privilegio, un milagro, del que no goza el común de los mortales.
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