Ruanda acusa a París de complicidad en el genocidio de 1994
La ONU reconoce que la comunidad internacional no supo impedir la matanza hace dos décadas
eduardo s. molano
Hoy se cumplen dos décadas del inicio de uno de los peores crímenes étnicos conocidos por el hombre y el Gobierno Ruanda apela por la reapertura de la caja de los truenos. Mientras que los actos civiles dotan de un toque conciliador a la ... semilla del dolor hutu-tutsi, el presidente ruandés, Paul Kagame , ha acusado a Francia de haber «participado» en la «ejecución» del genocidio de 1994. En una entrevista concedida al semanario «Jeune Afrique» el pasado 27 de marzo , pero publicada ayer, el mandatario ruandés asegura que Bélgica y Francia tuvieron un «rol directo en la preparación política del genocidio», mientras que esta última habría colaborado «en su ejecución».
Ante estas acusaciones, el Elíseo anunció que ningún representante gubernamental viajará este lunes al país africano para participar en los actos por el aniversario del genocidio.
Las denuncias no son nuevas. En agosto de 2008, una comisión de investigación ruandesa sobre el supuesto rol de Francia en las matanzas que se cobraron la vida de 800.000 tutsis y hutus moderados denunciaba el caso del pueblo de Bisesero, en donde hasta 50.000 tutsis habían encontrado refugio. El informe acusaba al ejército francés «de haber retrasado de forma deliberada el rescate de cerca de 2.000 sobrevivientes para que los asesinos tuvieran tiempo de matarlos». «El único reproche plausible en los ojos [de Francia] está en no haber hecho lo suficiente para salvar vidas durante el genocidio», denuncia ahora Kagame.
Ejemplo en Centroáfrica
En vista de lo caldeado de los ánimos, el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, que hoy está en Ruanda, ha optado por dotar al aniversario de un toque conciliador. «La comunidad internacional falló al pueblo de Ruanda hace 20 años. Y corremos el riesgo de no hacer lo suficiente hoy en República Centroafricana ». Desde enero, la ONU denuncia la presunta gestación de un genocidio en ese país. Sin embargo, la sobreprotección estos días hacia el régimen de Kagame por parte de la comunidad internacional resulta curiosa.
En octubre de 2012, un informe de Naciones Unidas acusaba al ministro de Defensa ruandés, James Kabarebe, de «comandar» a los miembros del grupo rebelde tutsi M23 que se encontraban en la República Democrática del Congo. «De acuerdo a varios soldados del M23, el Ejército ruandés proporcionó a los rebeldes armas pesadas durante los combates, así como misiles antitanques y antiaéreos», destacaba el documento.
Las acusaciones apenas pillaron por sorpresa. Ese mismo año, otro informe realizado por un panel de expertos de Naciones Unidas denunciaba que miembros del Ejército ruandés habían entrado en territorio congoleño para ayudar a reforzar las posiciones de los rebeldes, mientras que Kigali aportaba ayuda logística y facilitaba el paso por la frontera a los combatientes para masacrar a los hutus.
«La población hutu es sometida y sufre humillaciones, mientras el régimen (Kagame) repite sin cesar que el genocidio tutsi fue cometido por extremistas en su nombre», destaca a ABC Nkiko Nsengimana, del partido opositor FDU-Inkingi.
Polarización hutus-tutsis
«La polarización entre hutus y tutsis nunca fue tan seria como ahora. A pesar de que el Gobierno asegura que se ha producido la reconciliación, el poder continúa en manos de una minoría», denuncia a su vez a este diario Faustin Twagiramungu , primer ministro ruandés entre 1994 y 1995.
Que nadie se engañe, la cirugía moral no resulta sencilla. Sobre todo, frente al maniqueísmo del post-conflicto. En febrero, el Tribunal Penal Internacional para Ruanda absolvía a Augustin Ndindiliyimana , uno de los principales líderes de la policía paramilitar ruandesa, de los cargos relacionados con el genocidio. Para el tribunal, no tenía «suficiente autoridad» sobre sus subordinados. «Es posible perdonar, pero no debemos olvidar», destaca el obispo John Rucyahana , quien preside la Comisión Nacional para la Unidad y la Reconciliación. Y veinte años después, el presidente Kagame todavía recuerda.
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