Mugabe jura como presidente de Zimbabue por séptima vez
El mandatario se había impuesto con el 61% de los votos en las elecciones del pasado julio
EDUARDO S. MOLANO
Apenas sin nervios, ante una costumbre que se prolonga por más de tres décadas, Robert Mugabe (89 años) juró este jueves como presidente de Zimbabue por séptima vez consecutiva, en un acto que fue boicoteado por la oposición.
« Juro obedecer, mantener y ... defender la Constitución y todas las otras leyes de Zimbabue, que promoveré todo lo que suponga un avance y me opondré a cualquier daño a Zimbabue», reconoció el mandatario.
Mugabe se había impuesto en la elecciones del pasado 31 de julio con el 61% de los votos frente al 34% de su rival, Morgan Tsvangirai.
Pese a que las fuerzas de este último han valorado como «fraudulentos» los resultados , un reciente estudio pre electoral revelaba cómo el apoyo al partido opositor Movimiento por el Cambio Democrático ya había caído, en los dos últimos años, del 38 al 20 por ciento.
Al margen de que el miedo sesgue los resultados, el análisis revela una curiosa tendencia: Desencanto masivo hacia las fuerzas opositoras tras su integración en el poder .
En 2009, Tsvangirai, feroz crítico al régimen Mugabe, era nombrado primer ministro en un Gobierno de unidad como salida a la agria polémica por el resultado electoral. A pesar de ello, cuatro años después, buena parte de sus críticos le acusan de haber traicionado a su propia identidad: De aquel líder cuya lucha, en 2007, despertara las simpatías de la comunidad internacional tras ser apaleado durante la campaña electoral, se pasaba ahora a un líder político que, actualmente, reside en una vivienda valorada en 3 millones de dólares.
Es cierto que Tsvangirai no cuenta con autoridad real para cambiar las cosas, pero los últimos escándalos de corrupción en núcleos duros de su partido desencantaron finalmente a la población.
Sin derechos naturales
Mientras, los «éxitos» del Gobierno Mugabe parecen absolutos en la última década. Para muestra, su política para generar apátridas . En 2002, el mandatario anunciaba una reforma agraria acelerada con el objetivo de provocar la adquisición forzosa de las explotaciones de la minoría blanca. De forma paralela, introdujo una enmienda a la Ley de Ciudadanía, por lo que las personas con doble nacionalidad (caso de los antiguos colonizadores) perdían automáticamente sus derechos naturales. La medida, eso sí, no solo afectó a los granjeros blancos (cerca de 300.000) .
En aquel momento, la mayor parte de los trabajadores agrícolas eran inmigrantes de segunda o tercera generación cuyos ancestros se habían trasladado a Zimbabue (o a la antigua Rhodesia antes de la independencia en 1980) procedentes de Malawi, Zambia o Mozambique. Y pese a sus más de dos décadas en el territorio, todos ellos perdieron su puesto de trabajo y viviendas.
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