El origen nazi de la bomba planeadora 'low cost' con la que Boeing quiere aplastar la retaguardia rusa
La multinacional ha propuesto al Pentágono producir la GLSDB a partir de excedentes de antiguas guerras como la de Afganistán
Así era la extraña bomba «milagrosa» con la que Hitler se convenció de que arrasaría en la II Guerra Mundial
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Iniciar sesiónComo ya sucedía en la Segunda Guerra Mundial, la industria norteamericana está a pleno rendimiento, cual rueda dentada bien engrasada. Su 'lobby' armamentístico anhela seguir la estela de empresas como Raytheon o Lockheed Martin, forjadoras de los ya casi míticos cazadores de tanques Javelin ... . La última corporación que pretende sacar tajada ha sido Boeing, que, según la agencia Reuters, ha propuesto al Pentágono suministrar a Ucrania pequeñas bombas planeadoras propulsadas por cohetes y disparadas desde tierra. Un ingenio barato y fácil de utilizar que permitiría al gobierno de Kiev atacar la retaguardia de las líneas rusas, oxigenaría el frente y provocaría el caos en los hombres del Kremlin.
El estancamiento parcial de la guerra ha hecho que Ucrania demande armas cada vez más sofisticadas. Y en ese rio revuelto es donde quiere pescar Boeing. La empresa, veterana ya en el diseño de misiles balísticos y sistemas de lanzamiento como el 'Avenger', ha propuesto producir en masa la llamada 'Bomba de pequeño diámetro lanzada desde tierra' (GLSDB, por sus siglas en inglés). La finalidad última es la forja de un proyectil 'low cost' que use como columna vertebral excedentes fáciles de encontrar. Y de eso andan sobradas las empresas norteamericanas, que almacenan una infinidad de misiles disponibles desde la guerra de Afganistán. Lo idóneo sería lanzarlos desde aviones ucranianos, pero consideran más práctico dispararlos desde tierra.
Los datos, fríos, avalan a Boeing. Los motores del cohete, los M26 o los M30, son relativamente abundantes, y la bomba de pequeño diámetro GBU-39 no supera los 40.000 dólares. A su vez, como las pruebas arrancaron entre 2015 y 2019 –atendiendo a las fuentes–, los proyectiles podrían entrar en producción en la primavera de este mismo año. Aunque todo esto no son más que elucubraciones y futuribles, ya que la multinacional se ha negado a confirmar nada y el portavoz del Pentágono, Tim Gorman, se ha limitado a señalar que Estados Unidos y sus aliados están «identificando y considerando los sistemas más apropiados» para ayudar a Kiev. A los documentos, al menos por el momento, solo habría tenido acceso Reuters.
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La GLSDB está guiada por GPS, puede superar con relativa facilidad las interferencias electrónicas generadas por el enemigo, se puede disparar en todas las condiciones climáticas y, tal y como explica la empresa armamentística SAAB, que participa en el diseño, tiene la capacidad de destruir vehículos blindados. El GBU-39, cuenta además con pequeñas alas plegables que le permiten planear más de 100 kilómetros si se deja caer desde un avión. «Es un sistema de artillería de precisión de largo alcance que permite lanzar bombas de pequeño diámetro desde una amplia variedad de lanzaderas y configuraciones», desvela la multinacional en su página web.
Orígenes nazis
El germen de este tipo de cohetes lo puso el Tercer Reich. La V-1, que entró en acción poco después del Desembarco de Normandía, supuso un logró en tecnología armamentística. La llamada 'bomba volante' se fabricaba a partir de un pequeño avión no tripulado. Medía 7,6 metros de longitud y contaba con explosivos por valor de una tonelada de peso. Según explica Adrew Roberts en 'La tormenta de la guerra', su nombre provenía de 'Vergeltungswaffen' (traducido como arma de la venganza), contaba con dos pequeñas alas y era teledirigida. Aunque prometía ser devastadora, pues podía acabar con un área de 400 metros cuadrados, nunca destacó por ser demasiado precisa.
La primera vez que se utilizó fue a las 4 de la madrugada de un 13 de junio de 1944. Aquel día fue divisada por primera vez al sudeste de Gran Bretaña. En un primer momento, ninguno de los soldados ingleses que se encontraban de guardia supo identificar que era y, simplemente, dijeron a sus superiores que un caza había sobrepasado la costa y se adentraba en el país. Minutos después alguien advirtió, por fin, que se trataba de una bomba volante que se dirigía a Londres y desde los puestos del Mando Central enviaron a un escuadrón de cazas de la RAF para que saliera a interceptarlo, mientras en la capital inglesa aullaban las sirenas. Al final, cayó lejos de su destino y no provocó daños. En las semanas siguientes la siguieron
A la V-1 le siguió su evolución natural, la V-2; esta, desarrollada por Wernher von Braun, fichado tras la Segunda Guerra Mundial para dar vida a la carrera espacial norteamericana. Este ingenio contaba con 14 metros de altura, podía portar hasta 1.000 kilogramos de explosivos y tenía una autonomía de 300 kilómetros de distancia. A su vez, los giroscopios le permitían controlar el rumbo con una mejor precisión que su hermana pequeña. Su mayor ventaja era la velocidad: al alcanzar hasta los 5.760 kilómetros por hora, era casi imposible de interceptar. Fue un ingenio que inauguró los misiles de crucero. Los alemanes construyeron más de 10.000; de ellas, 2.676 cayeron sobre las ciudades aliadas.
Desde entonces los misiles han evolucionado una barbaridad. En la década de los noventa, Estados Unidos fue pionero en el desarrollo de bombas 'inteligentes' guiadas por GPS. En esencia se apoyaban en la idea alemana al contar con una aletas desplegables que les daban la capacidad de planear hacia sus objetivos. En la práctica, eso aumentaba su distancia efectiva. Aunque la idea inicial era dispararlas desde cazas.
Terror desde tierra
A nivel terrestre, a Ucrania han llegado los sistemas lanzamisiles MLRS e HIMARS. De ellos, el más letal es el primero. Ya lo explicó ABC hace cuatro décadas: «En menos de un minuto puede disparar hasta doce cohetes contra blancos situados a 32 kilómetros de distancia». A pesar de que ha cambiado mucho desde que saliera al mercado en los años ochenta, destaca por su versatilidad y porque puede ser utilizado por una dotación de apenas tres hombres. Así lo confirma el fabricante en su página web: «Puede disparar doce cohetes MLRS guiados (GMLRS) o de rango extendido (ER GMLRS), cuatro misiles de precisión (PRSM) o dos misiles tácticos del ejército (ATACMS)».
El MLRS, presente todavía en los arsenales, ha sido actualizado a lo largo de los años para disparar diferentes tipos de munición. La primera, la más básica, es como lanzacohetes múltiple. «En este caso, cada cohete porta 644 pequeñas bombas que combinan el poder destructivo de una granada de mano con metralla capaz de penetrar corazas ligeras», explicaba ABC en un reportaje que comparaba el armamento de Estados Unidos y la Unión Soviética durante la guerra del Golfo. Los proyectiles en cuestión, de la familia M77, podían batir en sesenta segundos una zona de doscientos metros de diámetro. Cierto es que sin capacidad para acabar con carros de combate, pero sí para sembrar el terror entre la infantería y los vehículos carentes de protección.
Para destruir los tanques más pesados, el MLRS contaba en 1989 con cohetes AT2, cuyo interior, según se desvela en un dossier de los años noventa publicado por el Ministerio de Defensa, escondía 28 minas contracarro: «Son de fabricación alemana, de carga hueca, que se dispersan por el terreno, donde caen protegidas del impacto por un pequeño paracaídas unida a cada una». A su llegada al terreno, el explosivo se activaba y esperaba paciente que un blindado se acercase lo suficiente como para ser letal. «Para dificultar su detección, las minas van recubiertas de una capa de pintura de mimetización no reflectante», añadía el informe.
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Por último, el MLRS tenía también la capacidad de lanzar dos misiles nucleares de corto alcance a una distancia de hasta 450 kilómetros –el máximo admitido por el 'Tratado sobre fuerzas nucleares de rango intermedio' de 1987–; algo que, todavía hoy, preocupa sobremanera a la Rusia de Vladimir Putin. Así lo confirmaba Boo para ABC en 1989: «Un misil de estas características, de mayor alcance, puede desplegarse más en retaguardia, con lo que aumenta tanto la protección como el control político sobre su uso, que se atribuye a mandos superiores. La distancia proporciona grandes ventajas militares y políticas, sin rebasar el límite de 500 kilómetros establecido por el tratado INF».
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