El misterio español de la mano cortada dejada en una lechera
En enero de 1954 daría comienzo uno de los capítulos más importantes de la crónica negra de España y revelaría la apasionante vida de un personaje enigmático
La negra lista de asesinos en serie de España
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Iniciar sesiónUna mañana del último día de enero de 1954 la policía irrumpía en el lujoso domicilio número 72 de la calle Princesa de Madrid. Durante la inspección haría un descubrimiento que pasaría a ser una de los grandes capítulos de la crónica negra de ... España. Entre habitaciones llenas de animales disecados, los agentes encontrarían una lechera con una mano diseccionada. La sospechosa era la enigmática Margarita Ruiz de Lihory, a la que su hijo había denunciado. Una marquesa que había amputado una extremidad a su hija, Margot. El escándalo consiguió vender cientos de ejemplares del semanario de sucesos 'El Caso' y alimentó una desenfrenada rumorología.
La historia de Lihory ha fascinado a muchos. Llamada la Mata-hari española, fue una mujer polifacética. Agente doble, aventurera, falsificadora de cuadros..., llegó incluso a salvarle la vida a Franco con sus conocimientos en medicina. Fue amante de grandes personalidades y en el libro 'Franco top secret' se relata que esta misteriosa española formó parte del Círculo 30, que se describe como el germen de lo que sería después el servicio secreto español con sedes en Ceuta, Melilla o Tánger, entre otras plazas.
Entre sus amistades estaban Primo de Rivera o Blasco Ibáñez. A raíz del escándalo de la mano amputada, numerosos curiosos se acercaron a su famosa residencia de Albacete por la que se decía que pasaban personajes extraños y llamativos, como científicos de la Alemania nazi. Se llegó a especular con que también tuvo como invitado al médico Josef Mengele. Juan Rada, veterano periodista de investigación e historiador, ha estudiado de cerca este caso en su libro 'Grandes casos de la crónica negra' y ha llegado a contar que ya de mayor Lihory guardó algunos de sus mejores secretos en un libro autobiográfico que usaba como seguro de vida. que aumentó aún más su misterio.
De las páginas del 'New York Times a su misión en Marruecos
Margarita Ruiz de Lihory pertenecía a la nobleza valenciana. Era hija de Soledad Resino de la Bastida, marquesa de Villasante y condesa de Val del Águila, y de José María Ruiz de Lihory y Pardines, barón de Alcalalí y San Juan de Mosquera.
Se convirtió en una de las primeras abogadas de España. Pero también fue actriz, bailarina y una pintora de prestigio que llegaría a ganar la medalla de oro del Concurso Nacional de Bellas Artes. Asimismo, dio conciertos como pianista en Nueva York, Washington, México o La Habana. Pero antes de todo eso se había casado con tan solo 17 años con Ricardo Shelly, de ascendencia irlandesa, con el que tuvo cuatro hijos que envió a un internado. Cuando su marido se fue con otra más joven, ella empezó a viajar por el mundo.
Llegó a codearse con el presidente estadounidense John Coolidge. Y el archiconocido empresario Henry Ford llegaría a regalarle un valioso collar de perlas, que le valdría aparecer en 'The New York Times'. Y en los tiempos en que Primo de Rivera había sido gobernador de Valencia cultivó una amistad que le llevaría a su primera misión como espía en el extranjero. Le encargó que entrara por Melilla en Marruecos para incorporarse a la guerra que estaba teniendo lugar como corresponsal de guerra.
Un torniquete y una serie de experimentos
Los rifeños se querían independizar y su líder era Abd el-Krim. El objetivo era seducirlo mientras escribía excelentes crónicas y recopilaba información de inteligencia. De hecho, esta fue clave para evitar que Francisco Franco cayera en una emboscada. Y cuando fue gravemente herido por una bala en el bajo vientre fue Lihory la que le practicó un torniquete que evitó que muriese. En agradecimiento, Franco la nombraría capitán honorario del Ejército español. Rada, en sus entrevistas, también ha dicho que Lihory compartía la 'baraka' (buena suerte ) de Franco. Y durante la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial volvería a ejercer como espía porque era lo que realmente le apasionaba.
Las particularidades de Lihory también se extienden a sus actividades en las residencias que tenía repartidas por España. Siempre fueron motivo de rumor entre los locales que decían que en su palacete de Albacete se practicaba algún tipo de actividad clandestina. En esta casa se habían aventurado dos jóvenes que dijeron haber visto quirófanos para animales y material médico. Rada ha explicado que se trataba de dos militares alemanes que tenían un pasaporte falso y estaban trabajando en el desarrollo de un veneno y su antídoto. Y también en un sistema de envenenamiento de las aguas, para en caso de sitiar una ciudad dejarla sin acceso al agua potable.
Un ritual y unas notas en una caja fuerte
Pese a todo este historial, Lihory no había atraído la atención del gran público hasta el famoso caso de la mano amputada. Cuando el suceso ocurrió, el fundador de 'El Caso' tuvo que seguir la consigna del censor, que no quería ver en primera página una foto de una mano flotando en una lechera, de modo que escribió con bolígrafo para la portada: 'El misterio de la mano cortada'. Ese día el semanario alcanzó un récord de ventas. «Se cuenta que un avispado quiosquero del barrio de Tetuán fue con una furgoneta comprando todos los ejemplares que veía, a dos pesetas y los revendía a cinco pesetas», relató Reda para la radio.
Cuando la policía se personó en el domicilio, además encontraron mechones de pelo y unos globos oculares. Margot, la hija de la espía, llevaba tiempo enferma de leucemia. Y Rada ha detallado que era conocida por su comportamiento ejemplar y su ayuda a los más necesitados. Hasta el punto de que Lihory llegó a pensar que su hija era una santa y por eso quería conservar partes de ella como reliquias. Una idea que venía de los rituales que había observado en sus viajes por África.
Lihory y su marido consiguieron librarse de la cárcel y del psiquiátrico por la intervención de las altas esferas del momento, y al demostrarse que la disección había sido 'post mortem', por tanto no se trataba de un asesinato. La orden era dar carpetazo al asunto.
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Además, Lihory alardeaba de que había ido guardando numerosas pruebas de personajes influyentes durante sus tiempos como espía. Secretos que de salir a la luz podrían comprometer a nombres importantes. Un contenido que había convertido en un libro y lo ocultaba en una caja fuerte jde un banco. Un tesoro que 'El Caso' también quiso encontrar, pero el intento fue infructuoso. Lihory acabó su días arruinada y se vio obligada a vender sus joyas para sobrevivir. La enterraron en el cementerio de Albacete, donde también estaba su hija Margot.
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