Las macabras revelaciones de los nazis que odiaban a Hitler: «Le gustaba ver las ejecuciones que grababa»

A pesar de la devoción que despertó en Alemania antes y después de subir al poder, el dictador alemán tuvo opositores, incluso, dentro de su partido, siendo estos los que contaron algunas de sus intimidades más oscuras

Hitler, en uno de sus primeros discursos, antes de convertirse en canciller de Alemania

Israel Viana

Madrid

La fascinación que Alemania mostró por Hitler desde sus primeros pasos en la política puede hacernos pensar que apenas tuvo oposición. Hace no mucho os contábamos en ABC que Otto Strasser, impulsor del movimiento nazi en 1920, solía presumir de que fue su hermano ... Gregor quien le sugirió al joven Adolf que escribiese el 'Mein Kampf'. Su único objetivo, decía en tono despectivo, era que este se mantuviese entretenido y sus compañeros de prisión en Landsberg no sufrieran sus «interminables monólogos». Para disgusto de los Strasser, sin embargo, a partir de ese momento «tuvieron que sufrir como les leía a diario lo que había escrito a un público literalmente cautivo», contaba la célebre biografía del dictador escrita por Ian Kershaw.

La cosa no se detuvo ahí. El 5 de septiembre de 1934, una multitud enfervorizada aclamaba al nuevo canciller nazi a su llegada a Núremberg, la ciudad «más alemana de Alemania», como la describía él. A lo largo de una semana, más de medio millón de militantes y simpatizantes asistieron a los actos de celebración del partido nacionalsocialista, con una sucesión de mítines inflamados, desfiles grandiosos y ceremonias espectaculares, diseñados para reforzar el culto al 'Führer' y seducir a los escépticos. «Creo que empiezo a comprender algunas de las razones del éxito asombroso de Hitler», escribió el corresponsal estadounidense William L. Shirer.

Esto, sin embargo, no puede llevarnos a engaño. Durante su ascenso al poder, Hitler no solo tuvo opositores entre los partidos de la oposición, también dentro de su propio partido. Uno de ellos fue Otto Strasser y su hermano Gregor. El primero llegó a conceder una entrevista al periodista y escritor ruso Víctor Alexandrov alemque fue publicada en la revista 'Planeta' de Buenos Aires en 1967. El encuentro tuvo lugar en el domicilio de Munich de este antiguo líder nazi y en él desvelo detalles tan macabros como el siguiente:

«Adolfo tenía propensión al sadismo, sin ninguna duda. Por ejemplo, le gustaba que le proyectaran las películas grabadas durante las ejecuciones. El caso del espionaje Sosnowski en Berlín, por ejemplo, culminó con la decapitación de la baronesa Benita von Falkenhayn [el 18 de febrero de 1935]. Pues bien, Hitler hizo que le proyectaran varias veces la grabación de esa decapitación. Las ejecu­ciones que siguieron al desmembramiento del movimiento de resistencia del 20 de julio eran igualmente uno de sus filmes favoritos».

Himmler, Hess, Hitler y Gregor Strasser, en 1927, en una de las pocas fotografías en que aparecen juntos WIKIPEDIA

Geli Raubal

En la misma entrevista se refería a la muerte de su sobrina, Geli Raubal, a la que Otto Strasser también conoció:

«La conocí muy bien y la frecuenté lo suficiente como para despertar celos en Hitler, pues no hay duda de que Hitler estaba enamorado de ella. No la amaba como tío, sino que ese amor adquirió un carácter morboso. La mantenía prisionera, la encerraba en su habitación no solo por la noche, también durante el día. Cuando salía, hacía que un hombre de su confianza la siguiera. La tiranizó tanto que ella misma me pidió que le consiguiera una autorización para establecerse en Berlín a través de mi hermano. Su muerte nunca se aclaró. Fue encontrada muerta de un balazo en su habitación [18 de septiembre de 1931] y Hitler difundió la noticia de que 'se había suicidado por desespera­ción amorosa'. En la jerarquía del partido nunca pudo disiparse el rumor de que el mismo Hitler la había asesinado en una crisis de celos de la cual hubo varios testigos. Se­gún esa versión, Hitler se habría enterado de una carta en la cual Geli confesaba estar embarazada, lo que le habría impulsado a darle muerte».

Tanto Otto como Gregor Strasser acabaron odiando a Hitler, a pesar de compartir muchas ideas. Durante la década de 1920 y la primera mitad de la de 1930, miraban horrorizados su creciente popularidad y su concentración de poder, a pesar de ser amigos y colaboradores en aquel incipiente nacionalsocialismo. Aunque hoy es prácticamente desconocido fuera de Alemania, muchos historiadores defienden que el segundo podía haberse convertido en el líder del Partido Nazi y, por consiguiente, en canciller del país, pero le presentó su carta de dimisión el 8 de diciembre de 1932.

En la misiva, el mayor de los Strasser le confesaba a Hitler su disgusto por la deriva despótica con la que estaba llevando el partido: «La brutal confrontación con el marxismo no puede ser el centro de nuestra tarea política interna. Más bien, creo que el gran problema de este tiempo es la creación de un gran frente de trabajadores y su integración en un Estado nuevo. La esperanza monotemática de que el caos conducirá a la realización del destino del partido es, según creo, errónea, peligrosa y sin ningún interés para el conjunto de Alemania. En todas estas cuestiones, su punto de vista es diferente del mío, lo cual hace que mi posición como miembro del parlamento y portavoz sea insostenible. Durante toda mi vida no he sido otra cosa, ni lo seré, que nacionalsocialista. Por eso regreso a la base del partido».

La disputa

Gregor había comenzado su carrera política veinte años antes con el 'Volkisch', una corriente de pensamiento basada en la exaltación y el orgullo de pertenecer al pueblo alemán tras la humillación de la Primera Guerra Mundial. A raíz de este movimiento, a principios de los años 20 se crearon en Alemania muchos partidos políticos y organizaciones que adoptaron la esvástica como símbolo. Por ejemplo, la Sociedad Thule, precursora del Partido Obrero Alemán (DAP) que, a su vez, fue el germen del partido nazi; o las Freikorps, la organización paramilitar y fascista en la que Gregor ingresó en 1920 para sembrar el terror en las calles del país.

Fue ese año cuando Gregor Strasser ingresó también en el Partido Nazi y acabó participando en el golpe de Estado del Putsch de Munich de 1923, por el cual acabaron en la cárcel de Landsberg. Fue en ese momento cuando las relaciones empezaron a deteriorarse, como demuestran las citadas burlas mientras escribía el 'Mein Kampf'. Gracias a experiencias como estas, poca gente conoció a Hitler tan bien como los hermanos, aunque la relación de amistad derivara en enfrentamiento. En mayo de 1930, llegó a apoyar una huelga en Sajonia que el líder nazi había ordenado obviar. Por ello fue convocado a un reunión en Berlín, donde tuvo una bronca descomunal con el futuro dictador que le llevó a ser expulsado del partido. Más tarde, reveló la pelea en su periódico, que fue recogida a su vez por Alan Bullock en 'Hitler y Stalin: Vidas paralelas' (Kailas, 2016).

El líder nazi estaba furioso por un artículo previo que el pequeño de los Strasser había publicado, en el que diferenciaba el ideal, que es eterno, del líder, que solo debería ser un sirviente, en una clara referencia a Hitler. Según el historiador, la respuesta de Hitler fue : «¡Eso son disparates! No estás diciendo otra cosa que otorgar a todos los miembros del partido el derecho a decidir lo que ha de ser el ideal, incluso a decidir si el líder es fiel o no al llamado ideal. Eso es democracia de la peor especie y no hay lugar entre nosotros para tales concepciones. Para nosotros, el líder y el ideal son lo mismo, y todos los miembros deben hacer lo que manda el líder. Tú mismo fuiste soldado, y yo te pregunto: ¿estás dispuesto a someterte a esta disciplina o no?».

Otto Strasser, en una imagen tomada después de la Segunda Guerra Mundial ABC

Gritos

El líder nazi continuó su exposición a gritos, fuera de sí, con un discurso que parecía el germen de aquellas ideas que desembocarían, poco después, en el genocodio contra judíos, gitanos, opositores y todo aquel que no pensara como él: «Lo único que quiere la masa de trabajadores es pan y circo. No entiende nada de ideales. Jamás podremos ganarnos a los trabajadores apelando a estos [...] Lo que existe exclusivamente en todas partes es la lucha de las capas más bajas de una raza inferior contra la raza superior dominante, y si esta raza superior se ha olvidado de la ley de su existencia, estará irremediablemente perdida».

Durante un tiempo, Gregor tomó cierta distancia con respecto a su hermano y siguió en el partido, pero no le sirvió de mucho. En 1932, el canciller de Alemania, Kurt Von Schleicher, le ofreció a este la vicecancillería con el objetivo de alimentar la rivalidad que tenía con Hitler, que era un claro aspirante a liderar el nacionalsocialismo alemán. Strasser no aceptó, pero Hitler aprovechó para quitarle todos sus cargos orgánicos, robarle todos sus apoyos y, por último, asesinarle en la triste 'Noche de los Cuchillos Largos' de 1934.

Su hermano Otto pudo librarse al haber huido del país y Goebbels lo declaró «enemigo público del Reich». En la entrevista de 1967 revelaba otros episodios junto al que se iba a convertir en uno de los mayores genocidas de la historia, y que lo retrataban como solo alguien que lo había conocido de primera mano lo podía retratar:

«¡Hitler no tenía ninguna relación con las mujeres! Esa fue una de las razones de la desconfianza instintiva que sentía por él [...]. Mi experiencia me ha enseñado que esta clase de hombres, frecuentemente, compensan estos sentimientos de frustración de una forma lamentable: anomalías sexuales, crueldad, deseos sanguinarios y un desprecio sin límites por la vida. Y Hitler odiaba a las mujeres. Ignoro si se trataba de una deficiencia congénita o era consecuencia de una experiencia desdichada, pero es total­mente cierto que Hitler era impotente y que, a raíz de ello, había generado odio hacia las mujeres y los hombres muy vi­riles».

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