El antipapa ciego del Palmar de Troya que canonizó a Franco y excomulgó a Juan Carlos I

Clemente Domínguez, líder de la secta española y autoproclamado Sumo Pontífice, mantuvo una guerra abierta con el Vaticano

Las diez historias más estrambóticas ocurridas en El Palmar de Troya

Clemente Domínguez, fundado y líder de la secta de El Palmar de Troya ABC

Sonaron las campanas con tañido de muerte en el templo erigido en la pedanía andaluza del Palmar de Troya. Era un 21 de marzo de 2004 cuando Clemente Domínguez Gómez, autoproclamado 'Papa Gregorio XVII de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz' –¡ ... casi nada!–, fue amortajado de blanco e introducido en un ataúd de piedra. «Fuentes del Registro Civil de Utrera informan del fallecimiento, y el grupo solicitó ayer mismo una licencia de enterramiento», explicó ABC ese mismo miércoles. Aquel fue el fin sobre este mundo del fundador de una de las sectas más populares de España; la misma que había sido excomulgada por sus creencias heréticas y por renegar de Juan Pablo II décadas atrás.

El Palmar

La del antipapa Gregorio XVII fue una historia de película... y decidan ustedes de qué género. Según explicó ABC en un reportaje publicado en 1988, nació en Sevilla el 23 de abril de 1946 y, ya en su niñez, recibió una educación católica muy severa. Durante su vida pasó por diferentes trabajos: contable de una revista, empleado de una compañía de seguros... «Sus tempranas tendencias homosexuales y su afición de electricista hicieron que en algunos ambientes nocturnos se le apodase 'La Voltio'», explica Moisés Garrido en 'El negocio de la virgen'. Este periódico, por su parte, le describió como «un seminarista frustrado».

Pero el destino le tenía reservado un giro de guion a Clemente. El 30 de marzo de 1968, cuatro niñas desataron el fervor religioso en la aldea de El Palmar de Troya al difundir que la Virgen María se les había aparecido en la Finca de la Alcaparrosa. En las semanas siguientes, miles y miles de vecinos y videntes acudieron a la zona, y entre ellos se hallaba este contable de 23 primaveras. «Me enteré por la prensa y despertó mi curiosidad», desveló en una entrevista posterior. Seis meses después, en septiembre, afirmó haber tenido su primera visión de la Virgen del Carmen y del Padre Pío; iconos del santoral a los que se unieron a la velocidad del rayo otros tantos.

«Utilizó los mensajes para dirigir todos sus pasos hasta erigirse en 'papa' de aquella multitud», explicó la periodista de ABC María Jesús Pereira en 1988. Y no le faltaba razón. En 1971 se convirtió en líder religioso 'de facto' y, tres años después, fundó la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz. Aunque no fue hasta 1975 cuando llegó el punto de inflexión. «Ese año, el obispo vietnamita Ngo-Denh Thuc ordenó sacerdotes a Clemente y a tres de sus compañeros. Pocos días después fueron consagrados obispos», afirmó la reportera. Él era, no obstante, la clave de bóveda que capitalizaba la expectación que palpitaba en El Palmar.

Y así arribó marzo de 1976, cuando se quedó ciego por culpa de un accidente de automóvil. Clemente consideró aquella desgracia como una señal divina y se autoproclamó Papa con el nombre de Gregorio XVII. «A la muerte de Pablo VI, sus seguidores consideraron vacante la Sede de Pedro e ilegítimo a su sucesor», añadía ABC. Huelga decir que, para entonces, el Vaticano había declarado de forma oficial que no reconocía los ordenamientos del prelado vietnamita y había difundido un decreto de excomunión para los sacerdotes y obispos de la secta. Él, por su parte, contraatacó excomulgando al mismo Juan Pablo II y a personajes tan llamativos como Juan Carlos I... Y, por su no fuera poco, llamó a la «peregrinación a la Santa Sede del Palmar de Troya en Sevilla».

Tres décadas de conflicto

El Vaticano mantuvo desde el principio una guerra abierta con este personaje. Poco después de que se conocieran las apariciones de la Virgen, la Iglesia se pronunció de la mano de monseñor Bueno Monreal. En mayo de 1970, el entonces arzobispo de Sevilla confirmó que, «estudiados todos los elementos» en su conocimiento «sobre estos fenómenos», la institución había llegado a la conclusión de que «no había nada sobrenatural» en ellos. Y, por si fuera poco, arremetió contra los feligreses con la porra del guiñol: «Además, existen muy serios motivos para estimar que se está produciendo una histeria colectiva de tipo supersticioso muy ajena a la verdadera devoción que puede confundir a muchas personas y causar estragos en la Fe».

Para terminar, prohibió las celebraciones religiosas en la zona, ordenó a los sacerdotes y a las diócesis que no hiciesen «acto de presencia» allí y exhortaron a los devotos a que se reafirmaran «en la palabra de Dios». Clemente, sin embargo, obvió todos estos consejos y forjó a fuego su secta en 1972. Tres años después, aprovechó una supuesta aparición del niño Jesús para levantar la Basílica de El Palmar con unos fondos cuya procedencia, todavía hoy, se desconocen. El colmo para el Vaticano fue el nombramiento por parte de Ngo-Denh Thuc, entonces enfrentado de forma directa a la Santa Sede.

El cardenal Séper, prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, fue el siguiente en arremeter contra la secta. Lo hizo mediante una comunicación publicada en 1976 en la que anulaba los nombramientos de El Palmar: «Los obispos que ordenaron a otros obispos y estos mismos obispos incurrieron 'ipso facto' en excomunión reservada de modo especialísimo a la Sede Apostólica. La pena se aplica asimismo a los posibles presbíteros asistentes». Además, añadió que la Iglesia no reconocía «la validez de dichas ordenaciones» y que, «a todos los efectos jurídicos, siguen en la misma situación canónica que tenían antes de ser ordenados».

Tras ser nombrado Sumo Pontífice, Clemente quiso dar un carácter de cruzada anticomunista a su grupo. El claro ejemplo es que canonizó a Francisco Franco, José Antonio Primo de Rivera, Luis Carrero Blanco y Calvo Sotelo. En palabras de ABC, hizo lo propio con otros 22 caídos en la Guerra Civil del bando sublevado y con otros tantos personajes históricos como Felipe II, don Pelayo, Isabel la Católica o Alfonso X. La Iglesia católica, por su parte, contraatacó con más excomuniones.

Cuesta seleccionar los episodios más destacados de esta guerra entre la Iglesia católica y este extraño credo. Las batallas fueron demasiadas y muy cruentas. Aunque, de entre todas ellas, habría que reseñar la que se desató ya bien entrada la década de los ochenta. Allá por agosto de 1982, Clemente solicitó la inscripción de su grupo en el registro de Asociaciones Religiosas. En principio le fue denegado, pero, cinco años después, y tras cambiar el título de su máximo líder por el de Jefe, el grupo fue aceptado. Así nació, sobre el papel, la Iglesia cristiana Palmariana. Desde entonces, sus líderes han sido considerados por la Santa Sede como antipapas. Así lo confirmó José Hernández, delegado por Granada de la Comisión Episcopal de Ecumenismo.

La muerte de Clemente en 2004 dividió a la Iglesia del Palmar. Tras la ascensión a 'su' cielo, y tal y como informaba en 2016 ABC, la secta se partió en dos por la sucesión y su cúpula se vio obligada a vender muchas de sus propiedades.

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