Luces, sombras y contradicciones de Hernán Cortés, el español que creó una civilización y destruyó otra
El historiador Antonio Espino López publica «Vencer o morir. Una historia militar de la conquista de México» (Desperta Ferro Ediciones), un ensayo que analiza las claves militares de cómo un puñado de españoles incomunicados venció a la fuerza hegemónica en la región de lo que hoy es México
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Iniciar sesiónHace ya dos años el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador , lanzó un torpedo diplomático contra la línea de flotación de España al reclamar al Rey que pidiera perdón por los actos cometidos hace cinco siglos por Hernán Cortés, padre de lo ... que hoy es México. La respuesta institucional fue bastante templada, pero voces de todo tipo criticaron el mensaje del mexicano y lo compararon al disparate de que Italia tuviera que pedir perdón a los franceses o a los españoles por lo que los antiguos romanos les hicieron a galos e iberos hace dos mil años o, más cerca del caso, a que los actuales mexicanos descendientes de los pueblos mexicas pidieran perdón a los mexicanos descendientes de los tlaxcalteca, aliados de los españoles, por someterlos y usarlos para sus sacrificios humanos. Perdón por perdón, y todos ciegos...
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No se escucharon muchas voces formadas en España, por encima del ruido político, que apoyaran la petición de López Obrador. Con las aguas más calmadas, el catedrático de Historia Moderna de la Universidad Autónoma de Barcelona Antonio Espino López , que acaba de publicar «Vencer o morir. Una historia militar de la conquista de México» (Desperta Ferro Ediciones), quiere cubrir con documentación este vacío, aunque sea por una cuestión didáctica.
«No estaría de más que España pidiese “perdón” (o más bien que se comunicase al presidente de México que el gobierno español lamenta determinados hechos de guerra ocurridos hace quinientos años , por los cuales se solicita que se nos disculpe) porque, en numerosas ocasiones, Cortés y los restantes participantes en la llamada conquista de México incurrieron en hechos de una gran dureza, como diversas matanzas y masacres, destrucción total o parcial de algunas localidades, obtención de prisioneros de guerra que se vendieron como esclavos, a los que se marcó en diversas partes de sus cuerpos, etc, etc», afirma el catedrático en una entrevista con ABC .
El autor de «Vencer o morir. Una historia militar de la conquista de México» explora las claves bélicas por las que un puñado de españoles, prácticamente incomunicados, en medio de un mundo que les era totalmente ajeno y extraño, conquistaron un imperio que se enseñoreaba sobre una vasta parte de lo que hoy es México. Que la sociedad española conozca en profundidad las prácticas usadas por los españoles en su campaña ayudaría, en palabras del historiador, a entender mejor la posición del presidente López Obrador. «La guerra de México no fue fácil, ni de “baja intensidad” como diríamos hoy día. Fue un conflicto cruel, sanguinario, muy costoso en vidas humanas y en el que, como se explicita en mi libro, hubo componentes de terror, crueldad y violencia extrema», defiende.
«No estaría de más que España pidiese “perdón” porque, en numerosas ocasiones, Cortés y los restantes participantes en la llamada conquista de México incurrieron en hechos de una gran dureza»
La obra de Espino López presenta a un Cortés como un español de su tiempo con ciertas nociones de jurisprudencia, «un pequeño burócrata en sus años de Cuba, que disfrutó de pequeños cargos políticos pero que, al fin y a la postre, acabó demostrando poseer una inteligencia natural para los asuntos político-diplomáticos-militares muy notable». Si bien su empresa resultó en la construcción de una nueva civilización mestiza, este historiador se centra en su figura como «destructor» del pasado antes de edificador del futuro: «Mi posición sería que, en todo caso, antes de construir hubo que destruir, y me centro mucho más en el “destructor” Cortés sencillamente porque nunca o casi nunca los historiadores han querido hacer esa lectura de la figura del de Medellín».
El fin último del ensayo editado por Desperta Ferro es desvincularse de las «hagiografías» de Hernán Cortés que, seducidos por lo fascinante que fue la conquista de México, han insistido en la vertiente del extremeño como alguien diplomático, carismático y libertador de los pueblos sometidos al yugo mexica –lo cual fue según este historiador–, sin reparar en que todo gran conquistador, incluido Alejandro Magno o Julio César , es también por definición un destructor de mundos con unas contradicciones y unas sombras de un tamaño proporcional a su impacto en la historia...
No es que falten libros en este sentido sobre la peor versión de Cortés, pero Espino López se muestra en contra de la idea de que no se puede juzgar hechos acontecidos hace quinientos años con la mentalidad actual: «Siguiendo este extremo, entonces desde nuestro presente, tampoco deberíamos tratar a Cortés como si de un héroe se tratara. Es decir, si resulta ser anacrónico tildar a Cortés desde nuestro presente como un personaje tiránico, cruel, etc., tampoco deberíamos ensalzarlo como si de un héroe se tratase».
–¿Cree usted que Cortés tenía un plan premeditado o fue improvisando la estrategia para vencer a a los aztecas?
–Se producen varios momentos o situaciones. En un principio, Cortés transforma una expedición exploratoria, de primer contacto, de obtención de riquezas de forma pacífica en algo más ambicioso. Hasta cierto punto, irá improvisando sus acciones hasta hacerse con un mayor conocimiento de la región, de sus gentes, de sus estructuras políticas, pero también cuando disponga de un control casi total sobre los hombres que iban a acompañarle.
Más tarde, ya irá desarrollando un plan mucho más meditado de obtención de aliados aborígenes que deseen ayudarlo en su avance hacia el interior del mundo mexica, al tiempo que irá pergeñando una idea más clara de oposición a los mexicas orquestando la creación de un frente común anti-mexica (con la ayuda de tlaxcaltecas, totonacas, etc). En esos momentos, por ejemplo, la matanza perpetrada en la ciudad de Cholula obedece a una clara premeditación: es el típico caso de estrategia de terror y crueldad extrema destinada a domeñar las voluntades de grandes masas de población.
Y una vez conseguida la entrada en México-Tenochtitlan y controlar la figura del propio señor mexica, Moctezuma II, la posterior derrota en la huida de la ciudad, conocida como la “Noche Triste” por producirse la noche del 30 de junio al 1 de julio de 1520, obligará a Cortés a planificar toda una estrategia para regresar a la urbe y conquistarla. Dicho plan, perfectamente diseñado, lo que demuestra, por cierto, las enormes capacidades de Cortés a diversos niveles (como táctico, como logístico, como gran estratega, como líder militar carismático, como diplomático), el de Medellín lo desarrolló en diversas fases entre julio de 1520 y fines de mayo de 1521, cuando dio comienzo al asedio de la gran ciudad lacustre de México-Tenochtitlan.
«Sea como fuere, solo la Castilla de la época parece estar dotada de varios componentes que, al unísono, la convirtieron en la indiscutible punta de lanza de los europeos en su primera expansión siguiendo la variante de la ocupación de los territorios»
–La impresión, visto con la distancia de los siglos, es que los grandes imperios precolombinos cayeron con brevedad. ¿Considera usted que cualquier potencia europea podría haber emulado lo hecho por Cortés o Pizarro?
–Es una pregunta de difícil respuesta, puesto que no es tarea del historiador plantear reconstrucciones históricas, aunque estén presididas por una cierta lógica, a partir de hechos que jamás sucedieron (es decir, no nos dedicamos a plantear ucronías). Yo me atrevería a señalar, no obstante, que la única potencia europea que, en esos mismos momentos, pudo emular las hazañas de un Cortés o un Pizarro hubiera sido Portugal, pues disponía de, sobre todo, la mentalidad para actuar en Ultramar y había organizado algunos episodios de “conquista” tanto en África y mucho más tímidamente en Asia. Los casos de Inglaterra o Francia también son factibles, pero varias décadas más tarde. Sea como fuere, solo la Castilla de la época parece estar dotada de varios componentes que, al unísono, la convirtieron en la indiscutible punta de lanza de los europeos en su primera expansión siguiendo la variante de la ocupación de los territorios.
–¿Es un error o un mito pensar que estos imperios se derrumbaron con facilidad?
–Si los grandes imperios cayeron con facilidad y brevedad no es del todo cierto. Es una verdad a medias que, una y otra vez, aparece en los medios de comunicación, en el acervo cultural de nuestra sociedad, etc. En primer lugar, no fueron conquistas fáciles, pues eso implicaría que fueron guerras de baja intensidad, sin grandes dificultades, etc., supuestamente ganadas por pequeños grupos de europeos que derrotan a ingentes masas de aborígenes. Ese es el gran error. No reconocer que tanto Cortés como Pizarro contaron a su favor con miles de guerreros aborígenes aliados (en el caso de Cortés con decenas y decenas de miles de aliados). Tampoco fueron guerras breves: en el caso inca, por ejemplo, la resistencia aborigen perduró hasta 1572, de modo que la fase de conflicto iría desde 1531 y hasta 1572 (e incluiría las llamadas guerras civiles del Perú que se libraron entre diversos bandos hispanos de 1537 a 1554). En el caso de México, no solo hubo que conquistar el resto del imperio mexica, sino también los territorios aledaños, y ello solo ocurrió casi una década después de la llegada de Cortés en 1519, y sin contar que el norte árido de México, donde se encontraban las grandes minas de plata no se pacificó hasta 1589/1591.
–Lo ocurrido en la batalla de Otumba sigue envuelto en el mito y la exageración. ¿Resulta verosímil que una fuerza tan minúscula pudiera vencer a un ejército tan superior?
–La moderna historiografía, que cito oportunamente en mi libro, nos ofrece una lectura mucho más veraz de lo ocurrido. Teóricamente Cortés y su gente (unos trescientos hombres y 22/23 caballos) además de unos dos mil indios aliados se enfrentaron a una masa ingente de mexicas y sus aliados (doscientos mil para algunos cronistas, que repiten las fórmulas que han leído en los clásicos de la Antigüedad, que reproducían los grandes ejércitos persas en sus luchas contra los griegos, por ejemplo). En absoluto ocurrió eso.
Según un autor, Rudolf van Zantwijk, quien ha releído con detalle ciertos fragmentos de códices y de algunos cronistas, advierte de la presencia en el área de un ejército del príncipe de Tetzcoco, Ixtlilxóchitl, enemigo de los mexica. En esos momentos, existía una guerra civil en Tetzcoco a causa, entre otras cosas, de la presencia de la hueste hispana, los conflictos previos, etc. El caso es que el ejército de Ixtlilxóchitl, con varios miles de hombres, fue confundido por Cortés y los suyos como enemigos en un principio, pero una vez aclaradas las cosas, los de Tetzcoco ayudaron a la gente de Cortés y sus otros aliados a derrotar al ejército mexica, que no estaría compuesto por decenas de miles de hombres, sino por varios miles. Además, contamos con el testimonio de algunos de los compañeros de Cortés quienes, disgustados con el caudillo por el reparto del botín y otras prebendas, muchos años más tarde aseguraban que el ejército mexica presente en Otumba nunca significó una gran amenaza. Más bien querrían transmitir la idea de que se exageraron las cosas a mayor gloria de Cortés.
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