El general republicano y masón del Bando Nacional que se opuso a Franco: «No saben lo que han hecho»
En la votación para elegir un mando único, todos los miembros de la Junta respaldaron a Franco, a excepción del liberal Cabanellas, que como líder la Junta de Burgos retrasó el máximo tiempo el nombramiento formal
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Iniciar sesiónLa idea de que el golpe de Estado que prendió la Guerra Civil lo dieron unos militares para imponer un régimen fascista es una reinvención posterior. Empezando porque Falange, con menos de 10.000 afiliados era un movimiento residual antes del conflicto, o ... porque Franco, sin vinculación a ningún partido político, no se sumó a la conspiración militar hasta el último momento. En la amalgama de carlistas, monárquicos, falangistas y conservadores que apoyaron el golpe hubo algunos generales como Miguel Cabanellas, republicano, masón y diputado con Alejandro Lerroux , que dieron el golpe pensando que solo así salvarían la República de lo que consideraban una revolución socialista en su seno.
Como decano de los generales de división que tomaron parte en el golpe, Miguel Cabanellas Ferrer (Cartagena, 1872) presidió casi de casualidad la conocida como Junta de Burgos que asumió en un primer momento el gobierno militar de la zona sublevada. Una posición privilegiada para ver como Franco y sus africanistas avanzaban en su propósito de hacerse con un mando único «mientras dure la guerra», y más allá.
Este general republicano, que conocía bien a Franco, advirtió de las consecuencias a largo plazo de entregarle todo el poder.
Una estirpe militar
Nacido en el seno de una familia con larga tradición militar, Miguel Cabanellas ingresó en 1889 junto a un hermano suyo en la Academia General de Toledo , ciudad donde años después se adiestraría también Franco, y más tarde en la de Caballería de Valladolid . Allí obtuvo el despacho de segundo teniente y fue enviado al regimiento de Cazadores de Villarrobledo .
Su bautismo de fuego tuvo lugar en la guerra de Independencia de Cuba que precedió al conflicto entre España y EE.UU. de 1898. No obstante, donde Cabanellas adquirió su fama fue en suelo marroquí. Como africanista destacó en las escaramuzas del Barranco del Lobo, cuya actuación le mereció el ascenso a comandante. En 1910, propuso la creación de un escuadrón de voluntarios del Rif para formar a tropas indígenas y disciplinadas, lo que dio lugar al primer tabor de regulares de Caballería .
En julio de 1921, el curtido coronel vivió de cerca el desastre de Annual, con casi 10.000 muertos españoles, que él achacó a la falta de instrucción y al mal equipamiento de los hombres: «El efectivo de los batallones era escaso; predominaban los reclutas en algunos de ellos con escasa instrucción y sin ningún entrenamiento».
Frente a la dictadura de Primo de Rivera que siguió a este desastre militar, Cabanellas se negó a secundar al régimen por «la insolvencia mental de los que lo tramaban». Como el catedrático de la Universidad de Murcia Pedro María Egea Bruno explica en la entrada dedicada a este personaje en el diccionario biográfico de la Real Academia de Historia, fue en esos años de oposición a Primo de Rivera cuando fue cesado por el régimen y entró en contacto con la masonería. Además, a finales del año 1930 se sumó a la Asociación de Ciudadanía Militar nutrida por generales de filiación republicana, entre ellos Queipo de Llano.
Junto a varios de estos generales republicanos colaboró para facilitar la salida del país de la Familia Real y el cambio de sistema político. Fue nombrado por ello director general de la Guardia Civil en tiempos de la Segunda República . Sin embargo, desde el principio Manuel Azaña mostró su desconfianza hacia Cabanellas y otros militares de su entorno: «Este celo imprevisto y ardiente de Cabanellas, y la viveza casi pueril con que venía a hacer méritos, me llaman la atención y me divierten un poco. Indudablemente, quiere cubrirse. Han hablado mucho de él y no puede ignorarlo».
Debida a su actitud ambigua en la Sanjurjada de agosto de 1932 y en los sucesos de Casas Viejas en enero del siguiente año, Azaña le destituyó de su cargo y colocó un un cordón sanitario en torno a su filiación republicana, pues de «este Cabanellas corren rumorcillos sospechosos. Él está muy tapado, pero hasta ahora nada incorrecto».
Republicano, sí, de izquierdas, no tanto. Los recelos de Azaña se confirmaron en parte con el salto en noviembre de 1933 de Cabanellas a la política como representante del Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux por Córdoba. Durante el Bienio radical-cedista (1934-1936) , presidido por la derecha y el centro republicano, el veterano militar ejerció como presidente de la Comisión de Guerra, inspector general de Carabineros y luego de la Guardia Civil. En esos años mostró públicamente su adhesión a la masonería.
Sus ideas políticas se inclinaban por entonces por imponer una dictadura republicana para combatir la revolución socialista
En vísperas de la victoria del Frente Popular a principios de 1936, el murciano obtuvo el mando de la V División Orgánica , con sede en Zaragoza. Emilio Mola, que ejerció como director del golpe militar del 18 de julio, logró que se uniera a la conspiración el general Cabanellas tras una entrevista en Zaragoza el 7 de junio en la que acordaron las medidas para dominar la oposición que «opondría la gran masa sindicalista» y la organización de las «columnas que habían de oponerse a que los catalanes pudieran invadir el territorio aragonés».
Parece, como señala Pedro María Egea Bruno , que sus ideas políticas se inclinaban entonces por imponer una dictadura republicana para combatir la revolución socialista en ciernes. Los conspiradores, por su parte, requerían su participación porque «es una pieza importante del mecanismo que se está montando, porque, además de corresponderle organizar una columna de las que deben marchar sobre Madrid, ha de proporcionar armas y municiones».
Entre el prestigio y su condición de masón
Emilio Mola logró para su golpe el apoyo más o menos firme de los carlistas, los falangistas y de Renovación Española, entre otras fuerzas políticas, pero no hubo tantos militares adscritos como se suele presuponer. La rebelión estuvo apoyada, en el plano de la jefatura activa, por el director general de Carabineros , Queipo de Llano, republicano y consuegro de Alcalá-Zamora ; por dos generales de división con mando, Cabanellas y Franco; y por dos generales de brigada con mando, Goded y Mola. De los 24 principales generales, solo cuatro participaron en la sublevación original. De ahí lo importante de que se uniera Cabanellas, un símbolo del Ejército, para decantar a los mandos más vacilantes.
Si bien la temprana desaparición de Sanjurjo, otro de los caballecillas de la conspiración, convirtió a Cabanellas en el general rebelde de mayor graduación y, según las normas militares, el jefe supremo, los numerosos mandos escorados a la derecha y cada vez más radicalizados trabajaron para desplazar a aquel general republicano y masón del golpe.
Los primeros meses de existencia de esta Junta de Defensa Nacional presidida por él se caracterizaron por un permanente estado de emergencia y por las atrocidades que se estaban cometiendo en la retaguardia, así como por la incapacidad de desarrollar un programa político propio debido al escaso éxito de la sublevación.
El plan original de los golpistas era teóricamente republicano y antiizquierdista. Incluso un antiguo monárquico conservador como Franco, a la postre cabeza del movimiento, inició el golpe al grito de «¡Viva España!» y «¡Viva la República» . Igual que Mola, Franco era favorable a respetar el sistema republicano, incluida la separación de Iglesia y Estado. No obstante, como señala Stanley G. Payne en su libro «La revolución española: 1936-1939» (Espasa) era «partidario de realizar un viraje más autoritario, seguido de una consulta amplia para determinar el carácter definitivo del régimen».
Aunque no ingresó en la Junta de Defensa hasta el 3 de agosto del primer año de guerra, Franco no tardaría en asumir un protagonismo enorme. Desde la presidencia de esta junta de militares, Cabanellas intentó evitar el aumento de poder y protagonismo de este general al frente de la unidad de élite del Ejército. Este africanista, que hasta entonces no había participado abiertamente en política, formó una especie de equipo de campaña político con Orgaz, Kindelán, Yagüe y Nicolás Franco , su hermano, con el propósito de ascender hasta la jefatura de la Junta de Burgos y luego a la jefatura del Estado. La excusa para lograrlo era que un mando único aumentaría la unidad y daría más eficacia a las filas nacionales frente a los desunidos republicanos.
El precio de oponerse
Que Franco hubiera monopolizado los tratos con la Alemania Nazi , que resultara simpático a los generales monárquicos y que fuera muy popular tras romper el asedio del Alcázar de Toledo impulsaron sus aspiraciones sobre otros militares más activos políticamente en el pasado.
Franco consiguió así el mando único tras sendas reuniones en Salamanca, celebradas en el aeródromo de San Fernando , el 21 y el 28 de septiembre de 1936, en las que asistieron los generales Cabanellas, Queipo de Llano, Orgaz, Gil Yuste, Mola, Saliquet, Dávila, Kindelán y el propio gallego, junto a los coroneles Montaner y Moreno Calderón. Si bien no existen documentos fiables sobre cómo se desarrollaron estas reuniones, según una versión Mola fue quien recibió más votos, pero como solo era un general de brigada retiró su candidatura. La votación final se resolvió con todos los miembros de la Junta respaldando a Franco, a excepción del liberal Cabanellas , que se opuso públicamente al nombramiento como Generalísimo.
Cabanellas señaló al resto de miembros de la junta el peligro a largo plazo de entregarle el mando a Franco , que había servido en sus filas en África: «Ustedes no saben lo que han hecho, porque no le conocen como yo, que le tuve a mis órdenes en el ejército de África [...]. Si, como quieren, va a dársele en estos momentos España, va a creerse que es suya y no dejará que nadie le sustituya en la guerra ni después de ella, hasta su muerte». Su idea, en cambio, era la de mantener un directorio militar formado por cinco generales, presidida por Mola, a la que se incorporarían dos generales adeptos a Franco. Así se lo plantearon Mola, Queipo y Cabanellas directamente a finales de 1936 al inminente dictador, que sin llegar a rechazar el plan siguió con su propia estrategia.
Cuando Franco se proclamó también «jefe de Estado» esas fechas , sin aclarar hasta cuándo lo hacía o cuál eran los límites de su poder, hubo muchos colegas militares que en privado mostraron sus reservas, pero que en medio de una guerra desesperada prefirieron no tomar medidas ante la vaga esperanza de que la nueva dirección era algo temporal.
Pero en cuanto asumió todos sus poderes, Francisco Franco creó la Junta Técnica del Estado , que entre sus primeras medidas apartó a los disidentes y Cabanellas de toda responsabilidad, escogiéndole para el cargo honorífico de inspector general del Ejército. Murió el laureado general, en este cargo, el 14 de mayo de 1938 a los sesenta y seis años. Franco requisó todos sus documentos tras su fallecimiento.
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