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PREPUBLICACIÓN "Con pajarita y sin tapujos"

La superioridad moral de la izquierda

Inocencio Arias pone el dedo en la llaga en los problemas que aquejan la España y el mundo del siglo XXI. A continuación, un extracto del primer capítulo de su nuevo libro «Con pajarita y sin tapujos»

Elecciones generales, última hora en directo

Inocencio Arias, en su despacho en una foto de archivo De San Bernardo / Vídeo: Inocencio Arias: «Siempre creí que que los diplomáticos eran unos mamones»

ABC

Mi perplejidad

Hay cuestiones que cuando uno va teniendo cierta edad no acaba de entender. Axiomas, dichos populares y «verdades» incontrovertibles que empiezas a cuestionar.

Una de ellas es la superioridad moral de la izquierda; muy extendida aunque, si uno mira a su alrededor, no se tiene en pie.

En los sesenta, cuando estudiaba Historia para entrar en la diplomacia, tuve la osadía de preguntarme por qué Hitler era un malvado cabrón y Stalin un político con aspectos censurables pero aceptable . Y pensé: ¿acaso no eran dos figuras políticas execrables, dos tiranos similares en sus atrocidades?

Ya entonces, con más audacia aún y temor de que me llamasen de todo, empecé a preguntarme si podía ser verdad que el bando franquista en la Guerra Civil cometiese toda clase de tropelías sistemáticas, mientras que en el republicano fuesen unas poquitas aisladas y siempre obra de elementos incontrolados.

En el campo de la diplomacia tampoco entendía por qué la intervención de Estados Unidos en Irak era espantosa, violadora de principios del derecho internacional, mientras que la de la Unión Soviética en Afganistán, aunque no elogiable, podía resultar comprensible, neutra. Igual ocurría con el apoyo de Putin al régimen actual de Siria, que, por cierto, gasea a su población con armas químicas. No aplaudimos, pero nos resbala; no nos indignamos, como sí ocurre con los estadounidenses.

(Lea aquí íntegro el primer capítulo)

En España también me deja perplejo escuchar de adultos bien formados que no se puede comparar el caso Gürtel pepero con los ERE sociatas . El primero, te argumentan con seriedad, muestra que la corrupción es algo sistémico, innato en la derecha, mientras que los ERE son cosas aisladas, con cifras que han sido muy exageradas y, ¡acojónate, Pereira!, el dinero de los ERE «se repartía entre mucha gente, no iba a parar al bolsillo de unos cuantos burgueses aprovechados» (sic).

Hay un jeroglífico que también tiene miga, y no poseo las luces para desentrañarlo: ¿por qué Vox es un partido fascista y Podemos es plenamente democrático? No logro verlo. El grupo de Abascal quiere meterle mano a las autonomías, localizar miles de emigrantes ilegales y, eventualmente, enviarlos a su país. No he leído, sin embargo, que quiera recurrir a las armas para limar las autonomías ni castrar a los emigrantes varones y levantar la toca de las emigrantes islámicas para pelarlas al cero. El grupo de Podemos llama a la gente a las barricadas al ver que Vox saca pacíficamente 400.000 votos en Andalucía, no acaba de ver clara la separación de poderes y, entre otras cosas, estaba encantado al nacer cuando en la Puerta del Sol se exhibía aquella frase inmortal de que «la soberanía no está en las Cortes sino en esta plaza». Aserto este que te pone un pelín los pelos de punta: huele a frase de las Juventudes de Hitler o de los sóviets rusos.

(...) Las diferencias pueden ser inexistentes, y a lo mejor resulta que Vox no es más fascista que Podemos . (Que los «pacíficos» demócratas de la CUP bramen contra el fascismo agresivo de Vox, mientras zarandean, acosan e intentan abortar una conferencia de la pepera Cayetana Álvarez de Toledo, me plantea asimismo problemas de comprensión. Una vez más, esto es fascismo de izquierdas.)

El ejemplo de Vox y su fulminante descalificación me convenció de nuevo de que la sociedad española actual es mucho más permisiva con los pecadillos de la izquierda, mucho más intransigente con los de la derecha, y más importante aún: es una confirmación de que mucha izquierda está imbuida de la convicción, casi religiosa, de que la base ética de su actuación es normalmente elevada, de que su constante superioridad moral no admite discusión.

Es una creencia totalmente pueril, absurda, desmentida a diario rotundamente por los hechos, pero profundamente arraigada incluso en mentes muy sensatas de la izquierda. Recuerdo el comentario de un honrado y lúcido exministro socialista cuando alguien le reprochó que, si Aznar había estado asesorando a Iberdrola, también González lo había hecho con Endesa. El exministro contestó que los dos casos no eran comparables, que «sólo había que mirar el pasado y la trayectoria de Felipe González para darse cuenta…».

(...) Esta negación o interpretación pro domo de los hechos es frecuente en cualquier partido político. Los demás no están exentos de culpa. Para nada. Ahora bien, son menos proclives a restregarte, con absoluta fe, su superioridad moral. De ahí que le dediquemos un capítulo.

Examinemos tres períodos: nuestra Guerra Civil y el franquismo; la Guerra Fría, y la situación actual en España.

Guerra Civil

(...)Una de las razones por las que decidí redactar este capítulo es por dos hechos de los que tuve conocimiento en estos años y que he mencionado en otro libro: el inexplicable bombardeo de Cabra , un objetivo demostrado no militar, por dos aviones rusos republicanos bastante al final de la guerra y que causó más de cien muertos. El ABC de Córdoba titularía: «Un centenar de muertos y otro de heridos, ancianos, mujeres y niños en su mayoría. El Mercado de Abastos, un Colegio de niñas y un barrio modesto, bombardeados y ametrallados».

(Lea aquí íntegro el primer capítulo)

La diferencia narrativa con Guernica es pasmosa. El bombardeo de Cabra simplemente no existe, es ignorado. Hugh Thomas, el especialista británico que escribió que «nuestra guerra fue una serie de acontecimientos lamentables en los cuales nadie de importancia actuó correctamente», no menciona Cabra en su monumental obra. Mientras tanto Guernica es, con mucha diferencia, el hecho militar más comentado de nuestra contienda. Ha influido el cuadro de Picasso, que, por cierto, no lo regaló. Cobró por hacerlo.

(...) Las tesis actuales sobre la Guerra Civil están llenas de simplificaciones o trolas similares. Empezando por el millón de muertos, cifra que ahora se redondea al alza para estigmatizar más al franquismo, que fue el que inició la contienda y al que se hace responsable de casi la totalidad. (Durante el franquismo se la citaba igualmente para denigrar a los malísimos rojos.) La cifra real, para muchos, sería de 500.000 muertos, e imputables a los dos bandos. Resulta ocioso y delicado enzarzarse en quién mató a más gente. Sin embargo, en la versión actual de moda, Franco asesinó a muchos más, sin comparación, se alega, y nadie razona a cuántos habría fusilado el Frente Popular si la República hubiera ganado la guerra. ¿A menos que Franco? Es dudoso (...)

(...) Hay una memoria histórica que señorea los relatos y otra que no tiene credibilidad o legitimidad. La izquierda es superior y no puede cometer desmanes.

(...) En la contienda la superioridad moral de la izquierda lleva pareja la superioridad cultural. Según la versión divulgada, la inmensa mayoría de los escritores estaban con el bando republicano. Andrés Trapiello, en su documentado y ameno libro Las armas y las letras (Península, 2002), demuestra que no, pero el dogma es difícil de rebatir con un volumen. Trapiello, si insiste, será considerado un cavernícola.

(...) El malabarismo en el lenguaje utilizado por los discípulos de la memoria histórica queda patente en las siguientes descripciones: la represión franquista en Badajoz ha pasado ya a ser el «genocidio» franquista, mientras que las catorce religiosas que fueron torturadas y asesinadas en noviembre del 36 por los republicanos se ha transformado en que «las monjas desaparecieron».

Como conclusión, volvamos a Trapiello: «De modo que unos y otros, entre los pocos que quedan vivos o sus herederos directos, siguen teniendo una memoria prodigiosa para los errores y crímenes de sus contrarios, y poca o ninguna para los suyos».

Guerra Fría

(...) ¿Cómo se explica la ceguera generalizada de los intelectuales progres europeos? El régimen soviético era maestro en tapar sus desnudeces y adular a los intelectuales, pero éstos, aquí está de nuevo la madre del cordero, estaban dispuestos a engullir todas las falsedades porque un régimen de izquierdas no puede¡ hacer barbaridades por sistema. Es moralmente superior.

(Lea aquí íntegro el primer capítulo)

(...)La convicción, obsesión que entra en el ridículo, que tiene la izquierda con su superioridad está bien reflejada en la reacción de Juan Benet cuando Solzhenitsyn vino a España. Al reflexionar el ruso sobre la realidad española y la soviética dijo algo así como que estábamos mucho mejor de lo que creíamos. Benet soltó: «Mientras existan personas como Solzhenitsyn, los campos de concentración subsistirán y deben subsistir. […] Nada más higiénico que el hecho de que las autoridades soviéticas —cuyos gustos y criterios sobre los escritores rusos subversivos comparto a menudo— busquen la manera de liberarse de semejante peste».

¿Cómo pudo una persona culta y demócrata decir algo tan miserable? ¿Llevaba tres copas encima? ¿Alguien le había dado una tortilla de espinacas en la que habían puesto marihuana? ¿Podía completamente ignorar que en los gulags soviéticos murieron millones de personas —más de un millón en 1937-1938—, que las condiciones de vida de los prisioneros eran inhumanas, que el guardia que disparaba y mataba a uno de los reclusos que se salía del camino marcado cuando iban a la cantera era recompensado con un par de días de permiso?

(...) La conducta de los propagandistas de izquierda —silencio, tergiversación— sobre Katyn es similar a la que la propaganda franquista empleó después del bombardeo de Guernica paraocultar que era obra de los alemanes. Intentó culpar a los vascos. Un cinismo que fue rápidamente desmontado. El de Katyn,en cambio, tardó décadas.

(...) En la España actual es complicado encontrar algo más miserable que el cambalache del izquierdófilo Carod-Rovira con los enviados de ETA para desviar los asesinatos de los terroristas a otros lugares de España, dejando ilesa a Cataluña.

Situación actual

La corrupción. Hablemos de España. Esta lacra ha salpicado, a veces abundantemente, a muchas formaciones políticas. Los catalanes tenían la comisión de las empresas del 3 %, que fue pronto silenciada pasmosamente, el escándalo del Liceo, Banca Catalana, el señor Pujol con abundante dinero no declarado en el extranjero… Los jóvenes de Podemos tienen asimismo sus pecadillos, claramente menores: cobros de estudios, becas y trabajos poco justificables, subvenciones de un régimen no exactamente presentable como el venezolano, escamoteo de pagos a la Seguridad Social… Deslices muy frecuentes en nuestra sociedad (¿cuántos miles de españoles emplean a alguien y no declaran al operario?, muchos miles) pero de los que ellos no están impolutos.

(...) Con todo, es inevitable detenerse en los casos más sonados de los últimos veinte años que afectan a los dos grandes partidos: la trama Gürtel, de un lado, y los ERE andaluces (más los cursos de formación), de otro. Uno de ellos es un entramado en el que empresarios, a través de la adjudicación de servicios, nutren la caja de un partido o los bolsillos de miembros de la agrupación. El segundo es simplemente detraer dinero destinado en principio a los parados con destinatarios parecidos al anterior.

Sonrojantes ambos. Punibles. Pero es difícil no percatarse de que hasta en las sinvergonzonerías hay clases. El caso de los ERE es el más vergonzante de la democracia. Cuantitativa y cualitativamente. Se trata de ingentes cantidades de dinero que se embolsa alguien y que estaba destinado a los parados de la comunidadautónoma con más desempleados de España. Esto durante años.

La superioridad moral de la izquierda, una vez más, es una farsa, una jaculatoria para militantes obcecados o para niños.

El despilfarro (...) Comilonas con mariscos caros, viajes postineros a grandes hoteles, delegaciones que podrían ser de cuatro personas y viajan once, o de ocho y viajan veinticuatro, regalos de postín para asistentes a un congreso… La lista es amplia y la izquierda en este apartado tampoco puede dar lecciones de ética y buen manejo de los fondos del contribuyente.

Como ejemplo de este despilfarro gratuito y elitista citaré un viaje de la señora de Zapatero a París. (...) A doña Sonsoles, como a una princesa del siglo XVIII, le apetece que la acompañe alguien de su confianza, quiere estar relajada, no sabe si las cónyuges de los diplomáticos son unas cursis y, además, muy de derechas (?). Eso incomoda. La solución es principesca: Moncloa dice a Exteriores que ordene que un joven diplomático (...) se traslade¡ a París para servir de guía y acompañante de la segunda dama.

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