Cuando Atenas fue de la Corona de Aragón: la terrible venganza de los almogávares por la muerte de su líder
En su nuevo libro, ‘La Corona de Aragón en el Mediterráneo’ (HRM Ediciones), el historiador Rubén Sáez Abad profundiza en la aventura de estos mercenarios que acumularon una larga serie de victorias contra los turcos, a pesar de que su número no sobrepasó los 7.000 efectivos
La Gran Compañía de Almogávares fue una unidad de mercenarios liderada por el intrépido Roger de Flor que, a comienzos del siglo XIV, fue contratada por el Emperador bizantino Andrónico II Paleólogo , con el beneplácito de la Corona de Aragón, para ... combatir el creciente poder de los otomanos en Anatolia. La mayoría de sus oficiales eran catalanes, aunque también había mandos aragoneses, navarros, valencianos y mallorquines. El núcleo de la tropas procedía, de hecho, de las montañas de Aragón y Cataluña, aunque había una amplia representación de toda la Península, incluidos castellanos.
En su nuevo libro, ‘La Corona de Aragón en el Mediterráneo’ (HRM Ediciones) , el historiador Rubén Sáez Abad profundiza en la aventura de estos mercenarios que acumularon una larga serie de victorias contra los turcos, a pesar de que su número no sobrepasó sobre el terreno los 7.000 efectivos . «Cuando las autoridades y el pueblo bizantino contemplaron a los recién llegados, sufrieron una considerable decepción. El aspecto de los soldados almogávares era el de unos bárbaros con rudos modales y vestiduras más dignas de los pastores que de ese ejército de élite que les había prometido el emperador. Sin embargo, muy pronto quedó en evidencia que las nuevas tropas contratadas por Constantinopla no tenían nada que ver con el resto de las unidades imperiales, ni tampoco con los mercenarios que hasta ese momento habían servido al Imperio», explica este historiador en su obra.
La traición
En la lucha contra los turcos, la Gran Compañía barrió a todo ejército que se cruzó a su paso valiéndose de sus ventajas en el cuerpo a cuerpo, de modo que pronto Constantinopla recuperó sus históricos dominios. No obstante, la indisciplina en sus filas, su condición de extranjeros y su exigencia de que se les entregaran feudos en Anatolia hicieron que Andrónico II y su hijo Miguel IX Paleólogo, que era cooperador, planearan la manera de hacer desaparecer a estos incómodos mercenarios, a los que no había dinero para pagar y cuyos servicios ya no eran necesarios.
«El emperador no tuvo la amplitud de miras suficiente como para valorar la importancia a futuro de lo que suponía la propuesta de Roger de Flor . Quizás habría sido muy diferente el devenir del Imperio Bizantino si una fuerza como la Gran Compañía hubiera contribuido a la defensa de sus fronteras orientales durante los siglos venideros», señala Sáez Abad sobre la negativa de los monarcas bizantino de pagar al comandante almogavar con tierras.
Los emperadores trataron de dividir a las tropas extranjeras, incluso otorgando títulos grandilocuentes como el de ‘César’ para comprar la voluntad de Roger de Flor, pero finalmente los enemigos de la unidad, con Miguel IX a la cabeza, se decidieron por solucionar el problema por las bravas. Ordenaron a unos mercenarios alanos asesinar a Roger de Flor y exterminar a la Compañía en Adrianópolis mientras asistían a un banquete ofrecido por el monarca, pereciendo así unos 100 caballeros y 1.000 infantes por todo el territorio bizantino.
A pesar de la muerte de su líder y de gran parte de sus efectivos, la Compañía logró sobrevivir y se hizo fuerte en Tracia y Macedonia , devastando durante dos años el territorio bizantino en lo que se llamó la «Venganza catalana», una aventura de crueldad y valor que evoca directamente a la aventura de los 10.000 de Jenofonte en el interior de Persia. Sin líderes ni objetivos claros, la compañía dejó una larga senda de violencia a sus espaldas, lo que incluyó saqueos y acciones militares para financiar a las huestes. «La fama que habían logrado los almogávares hacía que día tras día se les fueron sumando nuevos grupos de soldados de muy diversa procedencia, principalmente italianos, franceses o incluso procedentes de la Península», recuerda el autor ‘La Corona de Aragón en el Mediterráneo’ (HRM Ediciones).
El mayor legado de esta fuga hacia delante fue la conquista de los ducados de Atenas y Neopatria, que supeditaron primero al Rey de Sicilia, perteneciente a la familia real aragonesa, y más tarde directamente a la Corona de Aragón. La aventura aragonesa de estos territorios llegó a su fin ante el empuje de otomanos, florentinos y venecianos.
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