Suscribete a
ABC Premium

Leopoldo de Luis

«AQUÍ, en la habitación, sobre la cama, / me está esperando un muerto que aún respira». Tus versos, querido Leopoldo, han acudido en tropel a mi memoria cuando te he visto expirar esta mañana, con esa delicada discreción que usaste siempre en vida, sin un estertor, sin un espasmo, como si te avergonzase estorbar la conversación que mantenía con tu hijo Jorge. Te fuiste de puntillas, Leopoldo, como un pájaro breve que apenas se atreve a alzar el vuelo, y en la habitación quedó un vaho yerto: morir no es más que un vaso que se vierte. Perdona que te escriba con palabras delgadas y ateridas, pero me siento como el pájaro que cruza el invierno «y no se posa, porque ya no hay rama». Cuando comprobamos que, en efecto, habías rendido el hálito, tu hijo Jorge y yo nos fundimos en un abrazo; puedes estar orgulloso, porque le has dejado la herencia de la palabra, la más alta herencia que podía dejar quien, como tú, parte ligero de equipaje.

A mí me has dejado tu testimonio de honrada humanidad y desnuda poesía. Rehuiste siempre la fanfarria de las plazas públicas y buscaste el abrigo de los jardines más escondidos, allá donde tu voz sonaba más pura, arisca de celebridades huecas y estrepitosas. Quienes no te han leído con el detenimiento que mereces suelen adscribirte sumariamente a las corrientes de poesía social de posguerra; pero, ante todo, fuiste un humanista de ley que nos entregó sus versos para hacer más llevadera nuestra travesía por la tierra. Huésped de un tiempo sombrío, en lugar de regodearte en la imprecación fuiste aquilatando una dicción cristalina que, al ganar en ascetismo, logró entroncar con la mejor literatura sapiencial. Y, además de un poeta de una pieza, fuiste uno de esos raros especímenes humanos que enaltecen el aire que respiran. Criatura incapacitada para el rencor, atleta de la generosidad, sabio sin pedantería ni exhibicionismo, en ti poesía y vida formaban una aleación inexpugnable. Cuando te escuchaba hablar -y qué varonil y bien timbrada era tu voz, cuán habitada de piedad, de una ancha y hospitalaria calidez-, sentía como si se derramase sobre mí un bálsamo que espantaba las zozobras, como si tus palabras hubiesen sido templadas en el fuego donde se fraguan los espíritus más nobles. Jamás manchó tus labios un comentario malicioso o denigrante, jamás pronunciaste una condena o un desafío o un mero desdén; y, sin embargo, ¡cuánto habías sufrido! Tu biografía debería explicarse en las escuelas como ejemplo de verdadera «reconciliación nacional»: combatiente republicano durante la Guerra Civil, tuviste que renunciar incluso a tu apellido -Urrutia- en aquellos años en que la sombra de Caín cruzaba errante la tierra; pero de aquellos expolios no nació un hombre resentido, sino, por el contrario, deseoso de cicatrizar sus heridas. Has representado mejor que nadie, querido Leopoldo, la esperanza de una tercera España, capaz de triunfar sobre el odio, capaz de espantar un fantasma fratricida que algunos desdichados quieren seguir resucitando cada día, para colgarse medallas que tú preferiste esconder en los cajones del perdón.

En ti, querido Leopoldo, se confirmaba aquel axioma que identifica el estilo con el hombre. La verdad de tus versos era la misma que resplandecía en tus días: una verdad escueta, transparente, humanísima. Mientras abrazaba a tu hijo Jorge, recordé uno de tus mejores poemas, que ahora adquiere resonancias de epitafio: «Es un hombre que envejece en su casa. / ¿Fue feliz en su vida? Será tan solo / un hombre que envejece, / mas tuvo la palabra ardiendo entre sus manos». Te vas y nos dejas tu palabra, como deja el capitán su espada; al tomarla entre las manos, sentimos su fuego que no declina, el fuego donde se fraguan los espíritus más nobles. Te oigo respirar, querido Leopoldo, te oigo respirar y llamarme mientras acabo a duras penas este artículo.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación