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Sudoku

Frente al estanque del Retiro surgió una exclamación que a muchos les sonó a chino, a saber, ¡dónde están los sietes en este sudoku! Al «resolutor», como llaman a los adictos a este endemoniado juego de 81 casillas, le importaban un bledo los requiebros de las torcaces, el rasgueo de la brisa en la enramada, el chapoteo en las leonadas aguas del estanque, los insufribles berrinches de los niños consentidos. Su atención estaba concentrada en los malditos sietes de la caja central y de la de abajo a la izquierda porque sospechaba que tan pronto diera con ellos, descubriría el escondrijo de los doses y terminaría por colocar los escurridizos cincos en este crucigrama de números de nombre japonés, inventado, según unos, por el matemático del siglo XVIII Leonhard Euler, y según los más en el Nueva York de 1970.

Tras una urgente encuesta en absoluto científica se llega a la conclusión de que o se deja de publicar este verdadero damero maldito, exclusivamente preñado de números del 1 al 9, o la sociedad volverá a su estado ágrafo y analfabeto. Y ello por varios motivos. Los adictos, en progresión geométrica a causa de la moda, abren los periódicos por la página de pasatiempos, dedican dos horas al menos a su resolución y una vez concluida tan fatigosa tarea cierran las páginas con la sensación de haberlo leído sin siquiera haberlo ojeado. Las meninges se sienten tan estrujadas que los libracos comprados para el relajo agosteño amarillean en la estantería. Se va a leer menos este verano, ténganlo por seguro.

Un adicto que acaba de enviarme nada menos que 160 sudokus me advierte de que las horas reservadas para los amigos pasarán a vivirse con un lápiz afilado, una goma de borrar y un tremendo dolor de cabeza. Un mundo de sombras, llaman los adictos a este juego que, dicen, espanta el alzheimer y agiliza la inteligencia. Aunque como suele decir un amigo: «Quien juega extraordinariamente al ajedrez demuestra... que juega extraordinariamente al ajedrez y no que sea más listo». Pues eso mismo reza para los sudokus, que la desmemoria también la combate la lectura de un buen libro o la resolución de un crucigrama de siempre, que además enseñaba bellas palabras. Yunque de platero: tas. Dios egipcio: Ra.

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