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ABC Cultural

Amor y churros

Nacho Toselli es un mensajero de 24 años que se queda a cargo de la casa cuando el resto de la familia huye de la crisis rumbo a España. Entonces conoce a la chica de sus sueños y el pobre se limita a buscar lo que cualquier joven de su edad (o de cualquier otra), un poquito de por favor. ¿Cómo iba a saber que Moro Anghileri llegaría tan cargada de suplementos como el periódico del domingo? La forma en que su vida se convierte en un churro (literal) lo cuenta con sentido del humor y economía de medios Leonardo di Cesare, quien tuvo que rodar el filme a tirones mientras el país conocía hasta cinco presidentes, como quien conoce representantes en una convención. Desde luego, el trabajo del cineasta es mejor que el de cualquiera de los dirigentes. No sólo consigue amortiguar los efectos de tanta precariedad con el único bien inagotable del que dispone, el talento, sino que despoja a la cinta de lujos innecesarios y hasta de los tópicos del cine argentino más reciente.

Como en muchas de las grandes comedias, el comportamiento del protagonista es casi razonable, lo que facilita además la identificación del espectador. Son las circunstancias -eso que los cínicos llaman la vida- las que lo llevan a una situación límite, allá donde cada decisión suma un nuevo error. El mensaje de la película no es, sin embargo, y pese a la profesión del protagonista, demasiado halagüeño, porque deja en su expresión más mínima la frontera entre la bondad y la memez. A este paso la vamos a derribar del todo.

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