Richard Branson anuncia la muerte de su mujer, Joan Templeman, en una emotiva carta: «Era mi mejor amiga»

El fundador de Virgin Group reveló la noticia con una despedida profundamente personal en redes

Su relación, nacida en una tienda de antigüedades y consolidada durante cinco décadas, cierra un capítulo esencial en la vida del empresario británico

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REDES SOCIALES

Richard Branson está destrozado. El multimillonario anunció el fallecimiento de su esposa, Joan Templeman a los 80 años. «Era mi mejor amiga, mi roca, mi luz, mi mundo«, escribió en sus redes sociales. Su pérdida ha dejado completamente desolado al fundador de Virgin Group ... , algo que él mismo reconoce en la sentida dedicatoria compartida con sus seguidores.

Branson publicó primero una foto en la que aparece besando la cabeza de su mujer. Un gesto íntimo, casi doméstico, que captura mejor que cualquier texto cómo era su relación. «Todo el mundo necesita una Joan en su vida», añadió. Horas después, dio un paso más: compartió un extenso mensaje en el que repasó sus últimos días juntos, el recorrido de su vida en común y la forma inesperada en la que llegó el final.

El empresario relató que, por una coincidencia casi poética, ambos se encontraron hospitalizados al mismo tiempo. Él, tras una caída en bicicleta en la India. Ella, recuperándose de una lesión en la espalda en un hospital del Reino Unido. «Me trasladaron a una habitación justo al final del pasillo donde estaba ella», contó. «Nos reímos juntos de lo típico que era en nosotros terminar en el mismo piso, como adolescentes enamorados». Aquel almuerzo compartido, asegura, fue luminoso. Joan estaba «de buen humor y haciéndose fuerte». Después llegó el desenlace: rápido, sin dolor, y con él a su lado.

Su historia de amor

La pareja llevaba 50 años unida. Se conocieron en los años setenta, cuando Joan trabajaba en una tienda de antigüedades en Notting Hill y él empezaba a construir su imperio discográfico. En más de una ocasión, Branson confesó que cayó rendido desde el primer momento. En un blog de 2015 escribió que se enamoró «desde el primer instante» en que la vio. Intentó conquistarla comprando objetos de la tienda donde ella trabajaba, hasta que finalmente logró que aceptara salir con él.

Años después, aquel gesto se transformaría en uno aún más descomunal: compró una isla del Caribe, Necker Island, dos años después de iniciar su relación, como una declaración de amor en forma de territorio. Allí, en 1989, se casaron en una ceremonia íntima marcada por el paisaje y por la intención de empezar de nuevo tras un primer matrimonio fallido del empresario.

Su historia también tuvo episodios dolorosos. Branson y Templeman tuvieron tres hijos, pero el primero murió a los cuatro días de nacer, un golpe que marcó a la familia para siempre. De ese duelo nació un pacto silencioso: mantener el núcleo unido y proteger la intimidad familiar por encima de cualquier éxito.

En su carta de despedida, Branson mencionó a sus dos hijos, Holly y Sam, y a sus nietos, a quienes Joan adoraba. Les dedica la misma gratitud que a su esposa: «La luz de Joan no se ha ido; simplemente ha adquirido una nueva forma. Nos guiará hacia adelante». La imagen que deja no es la de un magnate despidiendo a su compañera, sino la de un hombre que perdió el centro de gravedad de su universo.

El apoyo de su familia, amigos y seguidores

La huella de Joan Templeman en la vida pública de Branson se aprecia también en los homenajes espontáneos que surgieron tras el anuncio. Paris Hilton, Natalie Imbruglia y miles de usuarios llenaron sus redes de mensajes de cariño, recordando la calidez con la que ella trataba a quienes la rodeaban. «Hacía que todos se sintieran especiales», escribió la cantante australiana.

La última vez que Branson publicó una foto de ambos fue apenas dos días antes de comunicar su muerte. Una instantánea tomada años atrás, acompañada por una frase sencilla: «Me encanta esta foto de Joan». Ni entonces ni ahora necesitó más adornos para describir lo que significaba para él.

Con este adiós, Branson pone palabras a una historia de amor que resistió medio siglo, que sobrevivió a la pérdida, a la distancia y a la exposición mediática. Una relación que empezó casi por azar en una tienda de antigüedades y que terminó cerrándose en silencio, en una habitación de hospital, con la misma complicidad de siempre. Una despedida que, en su propia voz, no dejará de resonar: «Te amo para siempre, Joan».

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