De limpiar una tienda a ser uno de los constructores más exitosos: la vida del padre de Ana Obregón

La muerte de Álex Lequio, a los 27 años, víctima de un cáncer, inundó de tristeza y desazón a una Ana que siempre se había caracterizado por emanar felicidad y tener una sonrisa en el rostro. Pero también a su abuelo, Antonio García, quién veía en el joven el mismo espíritu audaz y decidido por emprender que tuvo él durante su juventud. El progenitor de Ana Obregón fue un hombre de objetivos cumplidos. Aunque todos a base de constancia y mucho esfuerzo.

Con tan solo 13 años trabajó en una tienda y sus quehaceres eran barrer, fregar y llevar la cesta de los pedidos a los clientes. A su vez, por la noche, se dedicaba a estudiar para obtener el título de delineante proyectista. «Fui el número uno de delineantes. Después ingresé en aparejadores y me hice aparejador y arquitecto técnico. Tuve también el número uno en la carrera: todo esto trabajando al mismo tiempo», explicó García en una entrevista que concedió a ABC en 1982.

Corrió la misma fortuna en lo que a su vida sentimental se refiere. Siendo un veinteañero, se enamoró de Ana María Obregón Navarro, la primogénita de Carmen Rubio Arrabal y el célebre empresario Juan Obregón Toledo. Al poco tiempo se dieron el 'sí, quiero' y fruto de su matrimonio nacieron sus 5 hijos. La relación entre él y su familia política era extraordinaria. Tanto que, apoyado por su suegro, que puso el 50% de la financiación, levantó Jotsa, su primera inmobiliaria. Y aunque la inversión era arriesgada, esta empresa familiar logró, al poco tiempo, que su nombre resonase a nivel internacional.

Fue en 1969 cuando el conde de los Gaitanes, gran amigo Antonio García, le ofreció comprar el 95% de las acciones de Niesa, sociedad que tiene en propiedad los terrenos que conforman la actual Urbanización La Moraleja, a las afueras de Madrid. El objetivo estaba claro: urbanizar una gran finca privada en las 1.150 de hectáreas que tenía José Luis de Ussía y Cubas. Durante mucho tiempo, esa zona fue utilizada por Carlos III, primero, y Francisco Franco, después, como coto de caza.

Pese al elevado coste que tenía que asumir, el progenitor de Ana Obregón decidió seguir hacia delante porque tenía claro que el desarrollo urbanístico de la capital española miraría hacia el norte. Para ello, efectuó la compra en nombre de la sociedad Prosa, con el apoyo de la compañía belga Tractebel y la empresa Vías y Construcciones. Y cómo él mismo vaticinó, la operación, que rondó los 4.200.000 de euros, fue todo un éxito y consiguieron hacerse de oro ya que solares que adquirieron por 36.000, en la actualidad cuestan más de 1.000.000.

El que se convirtió en uno de los constructores más conocidos de la época ha sido un referente para sus nietos, quienes han optado por seguir sus pasos y abrir sus propios negocios. Y seguro que les habrá dotado de los consejos suficientes para que saboreen el éxito. Ahora, todos ellos pasan por un duro momento tras la pérdida del patriarca de los García Obregón. Este periódico ha podido saber que el funeral se celebrará el próximo 18 de septiembre, a las 11 de la mañana, en el Tanatorio de La Paz.