Enrique Tomás, el hombre que ha conquistado el mundo con jamón: «En un piso de 50 metros vivíamos 14 personas»

Recuerda con cariño su encuentro con el Papa Francisco que duró más de una hora y en el que Pastora Soler le dedicó un tango que emocionó al pontífice: «Él había probado el jamón argentino, pero cuando probó el nuestro se dio cuenta de que es el mejor del mundo». Este privilegio no fue fruto solo de su imparable solidaridad sino también de su amistad con Sor Lucía Caram, la monja argentina popular por sus acciones, que desde hace años reside en el convento de Santa Clara en Manresa. «Es íntima del Papa, ella fue quien me lo presentó. Tenemos una relación estupenda», explica el empresario que se considera más espiritual que religioso. Ahora mismo, asegura estar leyendo y documentándose mucho sobre el aspecto humano de Jesús. Conocimientos que comparte con otros amigos, entre ellos David el de Estopa.

Enrique es el menor de once hermanos, pero nunca ha pasado hambre, gracias al esfuerzo de sus padres. «En un piso de 50 metros vivíamos 14 personas. Once hermanos, mis padres y mi abuela nos repartíamos en tres habitaciones. Por eso, me siento un afortunado y lo primero que hice en cuanto pude fue montar mi Fundación para ayudar a los demás en todo lo que pueda. Cuando tu das inmediatamente recibes, es un acto egoísta que recomiendo a todo el mundo».

Su aventura empresarial empezó en el Mercado de La Salut en Badalona y luego abrió una tienda en Santa Coloma de Gramanet. Hasta que la cuarta ya fue en Barcelona: «Me parecía un éxito y que estaba más lejos que la que tengo ahora en Lima (Perú), luego ya llegó Zaragoza, Madrid …etc» . Fuera de nuestro país, la primera tienda que abrió Enrique Tomás fue en México y hasta hoy solo se le ha resistido Oceanía. «No ha sido difícil sacar el jamón fuera, hay cierta confusión con eso. Tú solo puedes sacar jamón en la maleta dentro de lo que es la Unión Europea, en el resto de países para mandarlo tienes que hacerlo por la vía oficial con toda la seguridad y control sanitario que se requiere», explica.

Los franceses son lo que más jamón consumen, seguidos de los portugueses y después los italianos. «Sin olvidarnos de los alemanes y los ingleses que como viven y viajan mucho aquí son grandes clientes». Sin embargo, la aventura en el Reino Unido, de este empresario no fue satisfactoria. «Reino Unido es complicado con la pandemia (él estuvo muy enfermo de Covid) y el Brexit, como no teníamos fábrica allí nos salía igual de caro mandar un jamón a Madrid que a Londres. Nos vimos obligados a cerrar los cinco locales que teníamos, pero ahora volvemos a vender online». El secreto de su éxito: «Yo repito hasta la saciedad que soy un tendero y un tendero tiene que preocuparse de tener lo que su cliente quiere y yo tengo lo mejor».

El seleccionador nacional del jamón no solo presume de éxitos empresariales, también de la familia que ha construido con el poco tiempo que le han dejado los negocios. Casado en segundas nupcias, Enrique tiene una hija de 37 años y un hijo que sigue sus pasos en el negocio y uno pequeño de ocho años. «Si no pasa nada en 2029 quiero pasar a ser presidente y que mi hijo ocupe mi puesto en la empresa. También soy abuelo, tengo tres nietos y uno en camino». Este verano ha conseguido reunir a todos en Ibiza para disfrutar en familia.

Hubo una época en la que fue suegro de Gerard Piqué para el que solo tiene buenas palabras: «Le deseo lo mejor y seguramente que dentro de poco haremos cosas con su Kings League. También fui suegro de Jorge Lorenzo, que fue novio de mi hija cuando ganó el mundial del 2000. Como abuelo te digo que aunque son estupendos, su popularidad y su trabajo trae añadidos unos problemas a los que mis nietos tendrían que haberse enfrentado y que ahora no. Estoy feliz con mi yerno Agustín, el dueño del agua KMZero».

Pase lo que pase nadie le mueve de Badalona: «Este es mi pueblo, lo amo y es maravilloso, pero no soy independentista». Su hobby andar, esta a punto de hacer por sexta vez el Camino de Santiago y su único capricho un avión Cirrus SR22, de cuatro plazas que compró con 38 años y con el que suele moverse por la geografía española. No soporta que diariamente le escribe gente por Linkedin y que le digan que se alegran de conocerle para inmediatamente empezar a venderle algo: «Que esperen al menos una semana no, aunque lo suelo archivar todos enseguida».