Bárbara Rey y el dineral de los fondos reservados

Bárbara se convirtió entonces en la musa de la UCD de Adolfo Suárez. «Entré porque me lo pidió una persona muy querida», ha comentado Bárbara que no quería soltar prenda.

«¿El Rey?», le ha preguntando Risto. La cara de la actriz, con su sonrisa mal contenida, lo decía todo. Esa experiencia con la política no la convenció porque, asegura, la perjudicó en lo profesional. Es su mantra. Y Bárbara, que ya estaba escarmentada, decidió pasar de ser grabada a grabar por su cuenta: «No lo hice por chantaje. Lo hice por su mal comportamiento». Y es que, según la actriz, el monarca no fue generoso como amante y no se preocupó de protegerla como debía: «No he tenido mala fe, pero se portó mal conmigo. No sé si él o su entorno, me da igual, pero se lo dije varias veces. Le pedí ayuda y me soltó 'Ay, si yo tuviera una varita mágica'».

Bárbara es una vieja conocida de Emilio Alonso Manglano, el que fuera del Centro Superior de Información de la Defensa, que la relaciona con el pago de fondos públicos para comprar su silencio: «Si ha utilizado dinero público es problema suyo», responde ella contundente.

Hablamos en concreto de dos, un pago de 25 millones de pesetas por silenciar la existencia de una foto en la que el emérito toca el pecho de la actriz (1994) y, también, al supuesto pago de 100 millones de pesetas (1997) y una serie de 10 pagos de 50 millones en 10 años por silenciar la relación entre el jefe del Estado y la vedette: «Yo no he recibido ningún dinero, a mí no me llegó nada».

Bárbara reconoce que le pidió al monarca que intercediera por ella: «Me habían vetado y eso me afectó profesionalmente. Yo le hablé claramente. No sé con quién pudo hablar o qué pudo hacer, solo empecé a trabajar con televisiones públicas. Pero si hay algo que salió de los fondos, yo no lo sé».

En esa época llegó a presentar un programa diario de cocina en la desaparecida Canal 9. Se hablaba de un contrato de 5 millones de euros: «Cobraba 20.000 euros al mes. Y todos los platos los preparaba yo.» Es lo mínimo, a ese precio.