«Que un niño esté nervioso no es un problema: es un síntoma natural que los padres han de acompañar»
Tania García explica a padres y a hijos, a través de su cuento '¿Qué necesito cuando estoy nervioso?', cómo entender a los más pequeños cuando están alterados para que los gritos y enfados no se apoderen de la situación
La advertencia de un psicólogo: «Tú eres el arquitecto del cerebro de tu hijo»
Tania García
¿Cuántas veces has perdido los nervios con tus hijos? Seguro que en más de una ocasión les has repetido las cosas varias veces, les has insistido en que recojan los juguetes, les has dicho que toca baño y te han respondido con un ... rotundo «no», les has recordado durante varios minutos que tienen que hacer los deberes y no se han inmutado... Y, al final, los gritos se apoderan de la situación.
«Hemos asumido como normal algo que no debería de serlo», recuerda Tania García, experta en educación, en esta entrevista con ABC. De ahí su cuento '¿Qué necesito cuando estoy nervioso?' (Penguin), una herramienta fundamental para ayudar a los progenitores a comprender y analizar los nervios de sus hijos, pero también para los menores, para que aprendan a aceptar que estar nervioso es algo natural que los ayuda a comprenderse a sí mismos y también a los demás.
- «Mi hijo es muy nervioso. ¡No para! está todo el día de aquí para allá» es lo que dicen algunos padres y madres Tania. ¿Es cierto este concepto de nervioso que tienen los adultos o se confunden? En el libro hablas de estar nervioso, no de ser nervioso.
Efectivamente, porque en el momento en el que decimos que una persona es nerviosa, la estamos etiquetando, y como cualquier etiqueta, es negativa para su desarrollo y autoconocimiento.
Las etiquetas son un estigma que acarreamos de por vida, y que no solo muestran una predisposición a lo que el mundo espera de nosotros, sino que también nos impone una manera de comportarnos, que acabamos integrando. Además, las etiquetas, sean cuales sean, afectan de manera negativa en nuestra autoestima.
Por esto es tan importante que comprendamos cómo estar nervioso no es una manera de ser ni una etiqueta, sino una emoción que debemos acompañar ante todo con comprensión, empatía por lo que está sintiendo y expresando, afecto y una presencia amable y cariñosa, sin juicios.
- ¿Qué cosas pueden provocar que un niño esté nervioso?
Muchísimas. Desde cualquier cambio en la rutina del día a día, a incluso el cansancio, expectación ante cualquier situación importante (como la llegada de un hermano o un evento en el colegio), la falta de demostración de amor por parte de su madre o padre, e incluso varias inseguridades que se dan a causa de esto.
Los nervios son una expresión de que algo está ocurriendo y que como madres y padres debemos prestar atención, ver que está sucediendo dentro de él o ella, qué hay detrás de esos nervios, y realizar un acompañamiento emocional óptimo desde el respeto y el amor incondicional.
«Las etiquetas, sean cuales sean, afectan de manera negativa en nuestra autoestima»
- ¿Y cuáles son las reacciones de los menores cuando están así?
Puede darse un retroceso en el control de esfínteres, dolores de cabeza, de estómago o de cualquier parte del cuerpo, movimientos involuntarios, sudoración, taquicardias, mareos, preocupación excesiva…
La mejor manera de darnos cuenta para poder acompañar correctamente, es trabajar día a día en la conexión con nuestras hijas e hijos para así poder observar rápidamente lo que les está ocurriendo. Que con solo verle, sepas qué le ocurre.
Para ello, es necesario poder fomentar espacios de confianza con ellos. Es decir, crear momentos de distensión, intimidad, calma, confianza y sin juicios, donde sientan que pueden hablar y expresarse libremente, sin miedo a lo que podamos pensar ni decir.
De hecho, cuando existe esa conexión con nuestros hijos e hijas, en muchas ocasiones, ellos mismos, cuando van creciendo, nos van a decir que están sintiendo nervios por alguna situación concreta.
- Cuéntanos qué papel tiene el cerebro en todo esto.
En el cerebro se da un exceso de la hormona del cortisol (la hormona del estrés) por una situación concreta, y es por eso que nuestro cuerpo emite diferentes síntomas (sudoración, dolores de cabeza, movimientos involuntarios, llanto …) que nos avisan de que, para nuestro bienestar, es necesario que se dé el equilibrio de esa hormona.
La manera de devolver ese equilibrio al sistema nervioso es aportando hormonas como la dopamina y la oxitocina, las hormonas del placer y la felicidad. Y la única forma de conseguirlo es acompañando correctamente esa emoción con empatía, contacto físico, amabilidad, ética, escucha y amor incondicional, es decir, a través de la educación real estamos favoreciendo que el sistema nervioso se equilibre y, además, que las conexiones cerebrales que se dan durante la infancia (el proceso de sinapsis) y la adolescencia (poda sináptica), se desarrollen correctamente, fomentando su salud mental.
Por el contrario, cuando no se acompaña esta emoción (o cualquier otra) correctamente, estamos dañando al cerebro, las conexiones que se dan y por ende, afectando directamente en la salud física y mental de nuestros hijos e hijas.
- Las familias, ¿qué deben hacer ante estas situaciones?
Lo primero, comprender que lo que está sucediendo es algo completamente natural como personas que somos. Es decir, en muchas ocasiones, cuando madres y padres observan que sus hijos están nerviosos de forma recurrente, automáticamente les colocan la etiqueta de 'es nervioso', llegando incluso a acudir a consulta por esta razón. Es normal que un niño o una niña esté nervioso en multitud de ocasiones y de situaciones.
Nuestro papel como madres y padres es demostrarles que estamos y estaremos siempre a su lado, ofreciendo soluciones, aportando afecto, escucha y comprensión.
Ver los nervios como un problema, en vez de como un síntoma natural, es verdaderamente el problema.
- «Me pones de los nervios», suelen decir los adultos a los críos. ¿Papá y mamá también se ponen nerviosos? ¿Qué pueden hacer ellos?
Mamá y papá deben, en primer lugar, trabajar en su crecimiento personal, comprenderse y conocer sus propias emociones para poder acompañar y guiarles adecuadamente.
Todo comienza en nuestra propia infancia, un período crucial en el que la ciencia ha demostrado que debemos experimentar y expresar plenamente nuestras emociones para poder conocerlas y comprenderlas de manera más profunda en nuestra vida adulta.
«Madres y padres han de demostrar a los hijos que estamos siempre a su lado, ofreciendo soluciones, aportando afecto, escucha y comprensión»
La gran mayoría de padres y madres han crecido sin recibir un acompañamiento emocional adecuado, lo que repercute en la forma en que reaccionamos ante las diferentes situaciones sociales, emocionales y personales que se nos presentan; a veces descargando nuestras frustraciones de manera injusta en las personas que nos rodean. Sin embargo, esto no debería ser así, y si nos embarcamos en ese proceso personal profundo, podremos cambiar esa dinámica.
El primer paso para poder acompañar emocionalmente a nuestros hijos e hijas de manera efectiva, es trabajar en nosotros mismos. Esto implica explorar nuestras propias emociones, aprender a reconocerlas y comprender cómo nos afectan. Al hacerlo, adquirimos una mayor conciencia emocional y somos capaces de responder de manera más equilibrada y empática a las emociones de nuestros hijos, así como brindarles un ambiente seguro y amoroso donde puedan explorar sus emociones.
Este trabajo interior puede resultar desafiante, ya que implica enfrentar nuestras propias limitaciones y heridas emocionales. Sin embargo, es un proceso que vale la pena a todos los niveles, ya que nos permite no solo ser mejores padres y madres, sino también crecer y florecer como individuos.
- Vamos muy rápido Tania, siempre acelerados, encima 'no me haces caso y te lo tengo que decir 20 veces y gritando…'. No se nos ocurre parar y darles un abrazo cuando la situación está subiendo de todo cada vez más… Los nervios forman parte de nuestra rutina habitual, ¿es normal, lo hemos asumido como algo natural?
Sí, hemos asumido como normal algo que no debería de serlo. En la mayoría de las ocasiones, no somos conscientes de que nos encontramos en una rueda que gira mucho más rápido de lo que podemos permitirnos cerebral, física y emocionalmente, y eso pasa factura en todas las áreas de nuestra vida, y más aún a nuestras hijas e hijos.
No podemos culparles por no poder seguir la rutina que tendría prácticamente cualquier persona que fuera alta directiva en una gran empresa. Si nos paramos a pensar, tienen el día tan o más ajetreado que nosotros mismos.
Debemos ser conscientes, comprender sus necesidades reales y ver qué podemos hacer para liberarles del estrés de jornadas interminables cargadas de colegio, actividades, tareas y deberes.
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Somos el refugio de nuestros hijos e hijas y tenemos en nuestras manos su presente y futuro. Todo comienza al demostrarles siempre el respeto y el amor que merecen, y esto se logra al comprender nuestras propias emociones en primer lugar. Al hacerlo, evitamos desahogarnos de manera injusta con las personas que más nos necesitan y a las que más amamos, y, en segundo lugar, acompañar las suyas sin juicios, con aceptación y amor incondicional.