cómo superar los suspensos
Un verano entre libros
No castigarles, ni privarles de su ocio... Los padres son claves para que los hijos aprueben las asignaturas pendientes
m .j. pérez-barco
Ni hacer un drama ni dejarlo pasar. Los suspensos de nuestros hijos se deben tomar muy en serio, pero sin castigos, ni riñas, tensiones o sentimientos de culpa. Muchos padres e hijos se enfrentan en estos días a algún que otro revés académico de final ... de curso y, otras veces, a verdaderos fracasos escolares que ponen patas arriba el verano, las vacaciones y a la familia entera. Es entonces cuando muchos se preguntan ¿y ahora qué?
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Lo más importante es no dramatizar, aconsejan los expertos. Pero tampoco hay que reñir a los chicos, ni machacarrles, ni privarles de su ocio y descanso veraniego, ni hacerles sentir culpables ni que han fracasado personalmente. Una mala nota ya es por sí misma un castigo, al igual que estudiar durante las vacaciones escolares para preparar los exámenes de septiembre.
«El suspenso es un aviso»
«El suspenso no es un fracaso, sino un aviso de que el alumno no está consiguiendo los objetivos del curso. Hay que verlo como una oportunidad para mejorar», recomienda Carmen Guaita, vicepresidenta del sindicato de profesores ANPE. Y precisamente por eso, ante el primer revés, incluso en la más tierna infancia, en Primaria, deben saltar inmediatamente las alarmas. «Un suspenso es igual de importante con siete que con quince años. Pero con un niño pequeño siempre es más fácil superar las dificultades, porque las lagunas son menores», explica José Luis Carbonell, pedagogo y profesor de la escuela de padres de la Fundación Proforpa.
Prevenir desde la infancia
No obstante, los expertos aseguran que los mayores riesgos de obtener malas notas están en 1º y 2º de ESO. «El cambio de Primaria a Secundaria es muy duro —afirma Guaita—. Pasan de tener un solo tutor, a un profesor por asignatura, la sobrecarga es mayor...». Y a eso hay que añadir los altibajos de la adolescencia. Esta profesora asegura que a esas edades «existe un porcentaje altísimo de alumnos que arrastra ya un fracaso de años».
De ahí la importancia de establecer unos buenos hábitos de estudio desde la infancia. Eso previene después muchos disgustos académicos. «Desde que empiezan a hacer exámenes, deben entender que tienen que estudiar, esforzarse y aprobar. No es bueno que en Primaria comiencen a suspender con 4,5. Deben saber que tienen que aprobar, porque luego llegan a la ESO y piensan "¿para qué esforzarme si con un cinco vale para pasar a bachiller?". Y cuando pasan no tienen la base suficiente de estudio, no conocen las técnicas, no tienen hábito ni la costumbre de realizar un esfuerzo educativo», asegura Fernando Miralles, profesor de Psicología de la Universidad CEU San Pablo.
«Los padres deben crear un ambiente de estudio en casa»
La implicación de los padres resulta fundamental para afrontar, y superar, el suspenso. Pero también el compromiso del alumno en la recuperación, como explica la profesora Guaita: «Los padres debemos facilitar la creación de un ambiente de estudio en casa. Y los hijos deben comprometerse consigo mismos en cumplir a rajatabla un horario de estudio, que ellos mismos pueden fijar, se deben implicar en la recuperación con siete o con diecisiete años. Una de las oportunidades de los suspensos es tomar uno mismo las riendas para superarlo. Es absurdo buscar culpables, pero sí se les puede exigir responsabilidad».
Tras el disgusto inicial, los expertos dicen que existe un camino. Primero: los padres deben hablar con los profesores. «Ellos mejor que nadie conocen al niño a nivel académico y serán los que mejor puedan comentar las posibles causas del suspenso», señala Aurora Linares, psicóloga y directora clínica de ISEP Clínic Jerez de la Frontera ( www.isepclinic.es ).
Y la opinión de los hijos también cuenta. Los padres deben hablar con ellos para identificar las causas que han conducido al suspenso. «Hay que hablar con el niño para saber qué ha podido suceder y hacerle ver la importancia de llevar el curso adelante, alentándolo a superarse por él mismo o con ayuda», comenta Linares.
Encontrar el origen
Miles de motivos están en el origen de unas malas calificaciones. Un cambio de colegio, los problemas económicos en la familia, una enfermedad... pueden conducir al fracaso educativo de nuestros hijos. «Una de las causas principales del fracaso escolar son las separaciones y divorcios de los padres. Y eso lo sufren o han sufrido más del 50% de los niños en la ESO. Eso les hunde el primer año porque tienen miedo e inseguridades, se preguntan qué va a pasar con ellos, dónde van a vivir, si van a cambiar de colegio...», afirma el profesor Miralles.
Argumentan miles del excusas del tipo «el profe me tiene manía»
Otras veces es el desinterés por una asignatura, la ausencia de hábitos y técnicas de estudio o de voluntad... lo que provoca un manchón en el expediente académico. Y claro, el chico siempre tendrá miles de excusas del tipo «el profe me tiene manía». «Hay que repasar con el niño para ver por qué ha suspendido, pero no buscar un fracaso personal. Si el niño asume su parte de responsabilidad, por ejemplo porque entiende que no ha estudiado lo suficiente, podemos empezar a trabajar con él, a motivarle y ayudarle a susperar el suspenso», dice Miralles.
Ya sea en casa con ayuda de sus padres, todas las mañanas en su colegio durante el mes de julio, con un profesor particular o en una academia de verano, el niño debe entender que «el estudio no es un castigo, sino una ayuda para que apruebe y pase al curso siguiente limpio y con sus amigos de clase», explica Miralles.
Buscar la motivación
Eso sí, nunca debe faltar una palabra de ánimo para ellos. «Hay que generarles expectativas de futuro —añade Guaita—. Los hijos necesitan con mucha frecuencia que sus padres les motiven con frases como "tú puedes hacerlo", "te costará y quizás tardes pero puedes conseguirlo"».
La motivación siempre es el primer paso a la hora de estudiar, insiste la psicóloga Aurora Linares. «Se sabe que estudiar cuesta y que hay actividades más interesantes, pero hay que convencerles de que es tan importante como otras cosas que hacen y apreciarlo como un medio a través del cual conseguirán ser lo que quieran en la vida».
No todo el esfuerzo corresponde a los alumnos. Los padres se deben convertir en un modelo a seguir día tras día. «Tienen que interesarse por sus estudios, acompañarles en el proceso, fomentar la lectura...», añade la psicóloga.
En verano hay tiempo para todo, dicen los expertos. Para estudiar, para recuperar, para divertirse y para disfrutar en familia sin agobios, sin tensiones ni presiones.
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