La intensa vida de lujo del heredero del imperio Hermès

Hubert formaba parte de una de las familias más importantes de la industria internacional del lujo , símbolo del buen hacer y de la discreción. Fundada en 1837 en París por Thiery Hermès, la firma que lleva su apellido comenzó elaborando sillas de montar y con el tiempo se fue actualizando y ocupando un destacado espacio en el mundo de la moda. Sus piezas (cueros, relojes, pañuelos de seda...) son un símbolo de distinción y sofisticación.

Hijo de Jean Guerrand y Aline Hermès, estudió Comercio y Publicidad en la Escuela Superior de Comercio de París y pasó a formar parte del cuadro gestor de varias empresas del grupo familiar. Se casó con Rosalina Álvares de Pereira, hija mayor del duque de Cadaval, una de las mejores familias portuguesas, y tuvieron una única hija, Olympia. Ahora, ante su desaparición, varios de sus amigos confían a ABC sus recuerdos sobre tan carismático personaje.

Juan Carlos Fierro, empresario español, presidente de World Heritage Found (WHF) en España, la misma entidad en la que Hubert actuó durante muchos años para Francia, nos cuenta que su amigo era un enamorado de España y de Portugal. «Los dos pertenecíamos a la WHF, la mayor asociación privada sin ánimo de lucro destinada a la restauración de monumentos artísticos. Gracias a sus fondos, se han rehabilitado más de 500 en todo el mundo. Hubert formaba parte del consejo de París y yo presidía la delegación en España», recuerda Flores.

«Me invitó varias veces a cenar a su casa de París, en la Rive Gauche, cerca de la Embajada de Alemania. Estaba en una de esas calles parisinas paralelas al río Sena, donde te encuentras barrios tranquilos de grandes casas señoriales. La suya era una de esas viviendas con un precioso jardín. Coleccionaba arte moderno y porcelana y, sobre, todo recopilaba muchos de los objetos que se vendían en subastas y que habían pertenecido a su familia política, la de los duques de Cadaval».

Flores también coincidió con Hubert Guerrand-Hermès en varias cacerías organizadas en territorio español. «Era un gran cazador, una de las mejores escopetas de Francia, siempre con gran sentido del honor y del humor. Le recuerdo en las cacerías de perdices en Oropesa (Toledo), adonde venía en compañía de Francisco Del, entonces presidente de L’Oréal. Solía comentar que, como deferencia, le colocaban entre dos españoles notables y que realmente a las perdices, verlas, las veía, pero no era capaz de tirar porque siempre se le adelantaba alguno de sus vecinos, claramente más acostumbrados a tirar que él».

Otro de sus grandes amigos en estas latitudes era el empresario portugués Joao Flores, quien relata a este periódico su último encuentro con Hubert Guerrand-Hermès. Flores le invitó a su 80 cumpleaños en junio del pasado año en su casa de Cascais, cuando se presentó oficialmente a la pareja del momento, la que ahora forman Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa. De Hubert destaca que era buen cazador, esquiador y tenista, y que poseía un gran sentido del humor. «En octubre pasado celebró sus 70 años y junto con su hermano gemelo, Xavier Guerrand-Hermès, decidió dar una gran fiesta en un barco por el Sena, ya que entre los dos cumplían 140 años».

«Fue –continúa Flores– un gran amante de la vida y melómano, que no se perdía un solo festival de Salzburgo o de Bayreuth; coleccionista de arte contemporáneo y miembro de los dos clubes más sofisticados del mundo: el Brook’s y el Shikar de Londres. Además, poseía la Encomienda de Enrique el Navegante y la Legión de Honor francesa».

Por su parte, Patricia della Giovampaola d’Arenberg, princesa d’Arenberg, escribe con gran tristeza que Hubert fue uno de sus mejores amigos. Juntos hicieron múltiples viajes, y en marzo del pasado año el heredero de Hermès se quedó en su casa de Buenos Aires durante dos semanas con su mujer y su hija. «Siento una gran tristeza. Porque se ha ido una gran persona».