Marc Jacobs, el intelectual convertido en estrella de la moda

En 1988, Bernard Arnault, a través del grupo LVMH, se había hecho con un paquete de acciones clave de Louis Vuitton Malletier. A Moët & Chandon y Hennessy, Christian Dior Couture, Givenchy y Veuve Clicquot, Arnault añadió Vuitton. Más tarde siguió con Céline, Berlutti, Kenzo, Loewe y Guerlain. Para el momento en el que llega Marc Jacobs a Vuitton, Arnault ya había conseguido incrementar el porfolio de marcas, aumentar el valor del grupo multiplicándolo por 15, incrementar ventas y beneficios en un 500 por cien y convertirlo en el primer grupo de artículos de lujo del mundo .

La rivalidad de Arnault con François Pinault y con el antiguo grupo Gucci era y es enorme. Yo pasé de dirigir varios países en Louis Vuitton a dirigir otros en Gucci justo en el momento en el que Arnault intentó una OPA hostil infructuosa contra Gucci. Viví en primera persona la rivalidad que se palpaba en ambos lados . Capítulo aparte, al ampliar el grupo Gucci su porfolio de marcas con Yves Saint Laurent, Bottega Veneta y Balenciaga entre otras, LVMH tenía que buscar posicionamientos similares.

Sangre fresca

Arnault trajo a Marc Jacobs para crear las colecciones de prêt-à-porter de Vuitton, ya que la casa solamente había manufacturado baúles, maletas, bolsos y marroquinería. Marc aportaba juventud, ser de otro continente y tener experiencia en una empresa de ropa. No querían una estrella.

Marc aportó un rejuvenecimiento a la marca , pero los que desarrollaron una red de tiendas en el mundo, diseñaron las campañas de comunicación y estudiaron la necesidad del 80 por cien del producto ofrecido son los directivos de Vuitton, de manos de Yves Carcelle. Es una entente cordial en la que cada parte hace lo que le corresponde, en la que todo está estudiado. Marc no es sino un buen alfil del Rey del tablero de Ajedrez, Bernard Arnault. Ambos aguantan años pacientes y con vista. Fue la combinación perfecta : él no hubiera podido hacer nada sin ellos, ni ellos sin él.

Lo único malo es que Marc tenía que vivir en el lluvioso París y aguantar el mando de los directivos. Para Vuitton, tras 16 con el mismo diseñador y una caída de las ventas, llegaba el momento de revitalizarse y dejar un poco los logotipos atrás.

Exhibicionismo

El prudente e intelectual Marc, se estaba convirtiendo con el paso de los años en un personaje de alfombra roja, delgado, retocado, estrambótico y a veces algo exhibicionista. Los besos en la boca con su novio en la playa –ambos con la «braga naútica» de rigor– los numeritos con Kate Moss y su aparición en polémicos anuncios aumentaron su notoriedad, pero probablemente no fueron del entero gusto del señor Arnault.

Y después de años aguantando este matrimonio de conveniencia, Vuitton ve la oportunidad de dar un golpe de efecto: el grupo LVMH puede desdoblar sus marcas y activos fortaleciendo la marca propia de Marc Jacobs y revitalizando Vuitton. ¡Que mejor que poner a Marc a trabajar en su propia marca! Marc por su parte, por fin libre y feliz, se convierte en accionista junto a su eterno socio Robert Duffy y LVMH, de un Marc Jacobs potente, abierto al mundo de la perfumería, la cosmética, la ropa infantil y la venta digital. Et voilà!