Otras familias en territorio convulso

Más sólidas que las dictaduras, las monarquías hachemí y alauí temen el contagio de la revuelta tunecina

FRANCISCO DE ANDRÉS

Ningún régimen del Magreb y de Oriente Próximo parece hoy inmune al contagio de la ola revolucionaria iniciada en Túnez con la caída del dictador Ben Alí. Las más expuestas al «virus» son las dictaduras laicas, establecidas a raíz de golpes militares, donde la legitimidad ... ante el pueblo y el clero musulmán es muy tenue, y han sido mayores los abusos contra los derechos humanos. Las monarquías, en cambio, se muestran mejor preparadas ante el embate jacobino. Pero ninguna, ni la veterana alauí de Marruecos ni las modernas nacidas en el siglo XX, están a salvo.

Dos décadas después de la caída del Telón de Acero y el avance de las democracias en Occidente, y una década después de las guerras norteamericanas en la región que parecían augurar una primavera democrática, la situación es casi patética. Las tiranías en Túnez, Egipto, Argelia, Libia o Siria afianzaron en Occidente la impresión de solidez inquebrantable. Hoy son las primeras en temer la revancha del pueblo.

Las monarquías más pro-occidentales y «glamourosas» como la hachemí jordana y en cierto modo la marroquí, han dado tímidos pasos hacia las libertades, pero aún están muy lejos del canon de monarquía constitucional europea. En las antípodas de los monarcas jóvenes y modernos se levanta Arabia Saudí, el régimen de los siete mil príncipes. En el Ojo de Mordor de Riad los traficantes de droga siguen siendo decapitados a espada en la plaza pública.

Sólo tres de los 22 países de la Liga Árabe aprueban los baremos de democracia del último estudio de «The Economist». Aún así, ni el Líbano, ni Irak ni los territorios palestinos —las tres excepciones a la regla— son plato de buen gusto en sus actuales circunstancias.

El resto de los regímenes, en los que se incluye también Irán, tienen en el mejor de los casos apariencias formales de consulta popular. Hosni Mubarak describió en una ocasión al Ejército egipcio como un «ejemplo de democracia»: el general —decía— «escucha a sus oficiales, pero después decide por su cuenta».

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