LAPISABIEN
Un recuerdo de Umbral
Todo era materia de una columna; el bote de Nesquik o la Gran Vía
Días sin Umbral
El escritor madrileño Francisco Umbral
Leí con agrado la última carta al alcalde de Ángel Antonio Herrera en esta Casa y habló de lo que Umbral dejó en Madrid, que quizá fuera Madrid entero. A Umbral sólo se le entiende con Madrid, como a Sabina, y fue una iluminación, ... como Gistau, que alumbró el camino de las generaciones venideras.
A veces, cuando el tiempo y la autoridad lo permiten, deambulo por Madrid con el sonsoniquete umbraliano detrás; suavemente seductor. Uno escribió su tesina sobre el Madrid de Umbral y sus columnas, y parte a las calles de esta ciudad alegre y desagradecida, de principio, y de final, sugestionado.
Umbral, era Umbral quien repartía de buena mañana 'El Norte de Castilla' en la estación del Norte, el Umbral que pasó por estas páginas. El Umbral de una máscara, como Cela, con la que paseó el Madrid de la transición y por intuición mágica ya nos dio el mejor collage de aquella fauna. Todo era materia de una columna; el bote de Nesquik o la Gran Vía, que ya nos recordó Ángel Antonio Herrera que siempre da para un artículo.
Herrera situó los días sin Umbral, y yo me bauticé en Umbral un octubre de los antiguos, de los fríos, en el Café Gijón: estaba Ramoncín, el propio Herrera, Zabala de la Serna o María España. También Karina Sáinz Borgo, compañera de páginas, quien veía como loco mi intento, entonces, de montar una generación lírica. Umbral fue quien me trajo a Madrid, y de vez en cuando, hay soltarle un homenaje en su ambiente, en las columnas.
Le digo a Ángel Antonio Herrera que sigue lloviendo, que marzo es, contrariando al poeta, el mes más cruel. Que de la última mudanza solo salvé los libros de Umbral y de que comparto con él que a veces hay que ser justos con quien nos metió el veneno del oficio. Para siempre y sin pedir nada a cambio.