CARTAS AL ALCALDE
Días sin Umbral
Estaba también la olivetti, sola como un candil, dandi como una vértebra
Vida del Renoir
Madrid
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Iniciar sesiónHe estado en estos días de lluvia en el Bellas Artes, alcalde, por causas diversas, y me he acordado de Francisco Umbral. Ahí quedábamos, él y yo, tantas tardes, a hablar de la Gran Vía, que es la calle que da la ... crónica resuelta a todo cronista. Y ahí celebramos, hace ya demasiados años, un homenaje a Umbral, a poco de que se nos muriera dejándonos el lirismo aterido, y una bufanda huérfana.
Ahí, Juan Luis Galiardo desgranó memorias del Café Gijón, Victoria Vera puso acentuación casi lujuriante a algún texto de 'Un ser de lejanías', y Juan Diego prestó voz de metal herido a un fragmento de 'Mortal y rosa'.
Fue una tarde en la que también llovía, como hoy, como ayer. Recuerdo de aquel momento a Gallardón, a Sabina, a Rajoy, a Ramoncín, a César Antonio Molina, y a más notables que llegaban hasta la mismísima puerta de la sala de columnas, donde aparejamos el acto emotivo, sincero, y algo luctuoso. Estaba también la olivetti de Umbral, sola como un candil, dandi como una vértebra, muda como sólo enmudecen los pianos, con toda la música de la prosa parada hacia dentro.
Una celeste arquitectura
Ángel Antonio HerreraTiene pinta de que juegan once Vinicius, no sé si humanos o virtuales
Y estaba, naturalmente, María España, viuda del escritor, entre la media sonrisa rubia del agradecimiento sentido y el abrigo de velatorio. Ahí quedaba yo a menudo con Umbral, para charlar de escritores que nos gustaban, chicas que nos dejaban y proyectos que nunca salían. Al final, siempre me daba el mismo consejo o advertencia: «Trabájate Madrid y búscate un periódico. El escritor necesita un periódico».
Lo hice, y aquí estoy. Umbral creía en el escritor urbano, en la sorpresa de la vida de callejeo, en el susto de esquina, en la ciudad como religión, y todo eso está en su monumental 'Trilogía de Madrid', y en 'Madrid 650' y en 'Travesía de Madrid' o 'La noche que llegué al Café Gijón'. La ciudad como género literario, sí, con sus ninfas fumadas, sus chulos románticos y sus marquesas apócrifas. A la salida de la aquella velada literaria de aplauso póstumo, en entrecruces de la Gran Vía, se veía claro lo que ya sabíamos: hay un Madrid sin Umbral, pero es menos Madrid. Entonces, alcalde. Hoy mismo.
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