Maratón de droga y música
Madrid modifica el modo de celebrar el cambio de calendario. Se imponen las macrofiestas del día 1, con hasta 16 horas de desenfreno incesante
Maratón de droga y música
Cada vez hay menos princesas con tacones kilométricos por las calles de Madrid recogiéndose por la mañana el 1 de enero. Disminuyen de igual modo los festejantes de traje y corbata comiéndose los churros con chocolate antes de meterse en la cama. La tradición para ... dar la bienvenida al nuevo año cambia —parece que también empujada por la crisis— y la fiesta de Nochevieja con cotillón va perdiendo fuelle. Como explican algunos: «No compensa».
Desde hace seis años se imponen las macrofiestas maratonianas de Año Nuevo en la región, donde manda el botellón , la música electrónica y las lentejuelas y el raso se cambian por ropa de calle o sudaderas galácticas. Les acompañan peinados extravagantes, gorras estridentes y gafas de pasta con tonos provocativos, lo que se denomina «estilo pokero».
Existen tres eventos de este tipo en la Comunidad de Madrid: «Space of Sound», que este año se ha celebrado en la Caja Mágica; la fiesta «Goa» de Fabrik, en Fuenlabrada, y la «Day One» del Palacio de Vistalegre. La más veterana, sin duda, es la que organiza FSM Group en su ya sexta edición de «Space Festival».
Campamento etílico
Bajo el reclamo de la marca Space y dos horas más de jarana a diferencia de otros años (16 en total), ayer, miles de personas y miles de botellas alcohólicas y sustancias estupefacientes tomaron el camino de Perales del barrio de San Fermín (Usera), vía por la que se accede a la Caja Mágica. Desde la una de la tarde hasta las diez de la noche se montó un campamento etílico en el aparcamiento de dicha calle y en un parque anejo bajo la atenta y atónita mirada de los vecinos. «¿Pero esto qué es?», preguntaba Pilar, una septuagenaria que bajaba a tirar los residuos de la noche de fin de año y se topó con la dantesca escena. «¿Esto no es del tenis, no?», se extrañaba.
No faltaban en la calle las sillas de camping, ni las neveras, ni la música retumbante de los coches, ni los camellos, ni los asiáticos haciendo su negocio entre la multitud: «30 céntimos el vaso y 2 euros la bolsa de hielo», advertía el oriental.
La escasa presencia de la Policía Municipal no evitó el consumo ilegal de alcohol en la vía ni la mala educación de los celebrantes. El muro de una pista de frontón de la calle se convirtió en aseo improvisado para centenares de «macrobotelloneros». Nada estaba preparado a las afueras de Caja Mágica para el bar callejero que se montó.
Llegados desde Talavera de la Reina, Edu, de 23 años, y su grupo de amigos bebían en el aparcamiento que queda a los pies de la obra de Dominique Perrault. «Hoy nos hemos levantado a las doce del mediodía y nos hemos venido. Preferimos esta fiesta porque las de Nochevieja son pocas horas . Aquí hay mejor música y ambiente. Lo demás ya resulta monótono», explicaba este joven que regresaría a casa a las tres de la madrugada: «Trabajo en una farmacia». «El reggaeton, para los suramericanos», interfería otro de los asistentes.
Ana iba por su octavo cubata a las 17.30 de la tarde. Articulaba perfectamente sus palabras mientras informaba de que había venido desde Burgos «sólo para la fiesta». «Es mi cuarto año. Merece la pena. He venido con mi hermano en coche. Hemos quedado en que yo soy la que me pongo moco». A su alrededor, el olor a marihuana y hachís se adueñaba del espacio. La gente procedía de diferentes países y ciudades españolas. Los más avispados habían conseguido su entrada a 35 euros (en agosto). Otros apuraron hasta ayer, pagando 100 euros a los reventa.
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