SAN VALENTÍN
Cupidos temerarios
Por amor los hay que se juegan la reputación, la dignidad, e incluso el pellejo. Pocas veces se sale perdiendo
TATIANA G. RIVAS
Decía William Shakespeare: «Si no recuerdas la más ligera locura en que el amor te hizo caer, no has amado». Imborrable es la extravagancia con que sorprendió un joven de 22 años a su amada, de 24, el pasado 2 de febrero en el barrio ... de Hortaleza: el Renault Clío de la propietaria apareció por la mañana con dos mil post-it de colores repletos de mensajes de amor. El gesto no pasó desapercibido en su barrio, tampoco para los medios de comunicación y menos aún para la destinataria, que se deshizo por ir en su búsqueda. Algunos definieron el acto de «locura»; otros de «romántico».
Lo cierto es que es difícil encontrar modos tan originales de decir «te quiero» entre los ciudadanos que pasean por las calles de Madrid. Sin embargo, aunque para muchos «no hace falta ese tipo de sorpresas para demostrarlo», alguna que otra locura de enamorado han revelado a ABC jóvenes y experimentados para el día con más amor de todo el calendario.
«Perder un avión y pagar un taxi desde Barcelona hasta San Sebastián por apurar el tiempo con mi novio»; «tirarme desde un puente porque mi pareja me lo ha pedido»; «enviarle un ramo de flores a Venezuela»; «dejar de comer para ahorrar para un billete de avión de 1.200 euros»; «recorrer 2.000 kilómetros un fin de semana para ver a alguien un día»; «aprovechar las siestas de mi madre para irme a morrear con mi novio al corral». Anecdóticos, arriesgados y divertidos testimonios, pero no tan llamativos como estos:
Gisela, 28 años
«Por un viaje por amor acabé desnuda en el aeropuerto»
Besos, arrumacos y más besos. Fotos, besos y más fotos junto al monumento a Miguel Cervantes de la Plaza de España. Hay que inmortalizar el momento, ya que a Gisela, una paraguaya espectacular de 28 años, le ha costado lo suyo llegar a Madrid hace dos semanas para dar una sorpresa a su pareja, Pablo, otro paraguayo de 30 años. El mismo tenía que venir a la capital de España tres semanas. «Al principio, no podía acompañarlo, pero por estar con él y darle la sorpresa, conseguí cogerme un billete. Cuando me disponía a emprender el viaje desde nuestro país a Madrid, la Policía me detuvo en el aeropuerto de Asunción. Se pensaban que era una “mula”, que traía droga escondida en mi cuerpo, así que me llevaron a un cuarto, me desnudaron y me tuvieron horas interrogándome y averiguando si portaba algo».
Por si fuera poco, perdió el avión, pero el trance no le hizo renunciar al gran regalo que le tenía preparado a su pareja. «Después no había pasajes. Pensaba que ya no podía venirme con él, pero al final, lo conseguí», cuenta esta mujer mientras esboza una sonrisa y abraza a Pablo, con quien lleva nueve apasionados meses de relación.
Diego, 36 años
«Diez kilómetros en bici con una gran nevada»
Carina, de 37 años, y Diego, de 36, llevan juntos desde los 14 años. «Cuando la vi por primera vez, sin haber mediado palabra antes, la dije: “Tú te vas a casar conmigo”», recuerda Diego. «Míranos, lo consiguió», añade Carina, risueña. Para esta pareja de argentinos afincados en Madrid desde hace una década es difícil recordar la la mayor locura que Diego ha cometido por su primer y último amor, ya que es ducho en estos menesteres.
«Este hombre está loco. Recuerdo un día que caía una gran nevada y que por verme recorrió 10 kilómetros en su bicicleta. Cuando le abrí la puerta llevaba centímetros de nieve encima de la cabeza», se echa a reír la mujer mientras le viene la imagen a la cabeza. Pero no fue la única vez que Diego hizo alarde de su pasión. «Un día se puso a cantarme en un restaurante una canción de amor mientras todos miraban; otra se puso a gritar que me quería en un bar, y en otra ocasión me mandó un corazón gigante a mi casa», rememora orgullosa.
Lo cierto es que los detalles no le faltan a este especialista del querer. «De hecho, mi última locura ha sido darle 200 euros para que se compre ropa», dice con gracia Diego, mientras coge cariñosamente por el hombro a Carina y se pierden de compras por la Gran Vía.
Joaquina, 77 años
«Vivir en pecado durante ocho años»
Los tiempos de juventud que vivió Joaquina no son los de ahora. A sus 77 años dice orgullosa que tuvo muchos novios «y con todos me morreé. ¡Eso que me he llevado!». Para ella su mayor locura fue «vivir en pecado durante ocho años» con el hombre con el que compartió toda su vida: cien años, dice ella. «50 de matrimonio y 50 trabajando. Nos veíamos las 24 horas del día ¿a ver cuántas parejas hacen eso ahora?», manifiesta. «La gente hablaba y les parecía mal que no estuviéramos casados, pero a mí me resbalaba», declara. «Eran peor —añade— aquellas que iban de buenecitas y luego se quedaban preñadas a la primera de cambio».
Todo lo que envolvió su relación con su pareja artística, la misma con la que salía a escena como «Tin y Tina» en los teatros madrileños, fue «de película». «Siempre traía una botella de champán para beberla conmigo. Cada dos por tres me traía un ramo de rosas», añora. Se conocieron en un café que frecuentaban los actores y actrices de la época. «Empezó a galantearme escribiéndome mensajitos en las servilletas del local. Siempre que le veía allí, me dejaba una. Las guardo todas», recuerda emocionada. Pese al carácter dicharachero y alegre de esta madrileña, no cree que su corazón se vuelva a abrir: «Fueron tantas las muestras de amor, me llenó tanto mi marido, que sigo estando perdidamente enamorada de él».
Mónica, 34 años
«He dejado mi negocio y mi vida por seguirle»
Mónica es una menorquina de 34 años que hace tres meses comenzó una nueva vida por amor. En la isla tenía todo: su familia, sus amigos y unos ingresos de un negocio propio de moda que funcionaba «a la perfección». Pero lo dejó todo sin dudarlo un solo momento. Cogió una maleta, donde lo que más pesaba era el corazón, y se vino a madrid para cortar la distancia que le separaba de su actual pareja. Él apareció en su vida hace año y medio. «Me fui de viaje a Galicia con una amiga y lo conocí. Fue un flechazo. Después, él me vino a visitar a Menorca y surgió todo, pero tenía que regresar a Madrid, porque es donde trabaja. Nos separaban demasiados kilómetros. Se hacía duro, así que dejé todo por seguirle», comenta con morriña esta mujer.
Ahora ha empezado a echar raíces en Madrid, pero volverá a arrancarlas en pocos meses. «Él tiene que empezar a trabajar en Galicia, así que me iré con él de nuevo», dice no muy convencida. Para Mónica es muy importante el amor, pero la distancia ahora de su familia pesa.
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