Tres cuartos de siglo esperando al autobús

–Yo cogía tal y tal líneas –resume Fernández las palabras de Felipe VI , mientras admiraba junto a Doña Letizia los vehículos más emblemáticos de la EMT.

–Ah, ¿y cogía autobuses? –le contestó Fernández, con genuina sorpresa.

Este veterano de 62 años, que desde pequeño quiso ser conductor y que decora su casa con maquetas y vitrinas enteras de autobuses icónicos, fue uno de los anfitriones de Sus Majestades en las cocheras de Carabanchel . «Hice el saludo protocolario, pero luego cuando explicaba sobre los autobuses, como si te lo digo a ti», reconoce a ABC, al otro lado del teléfono. Los Reyes y una larga lista de políticos acudieron ayer a uno de los centros de operaciones del transporte madrileño para dar el pistoletazo de salida del 75 aniversario de la EMT , que se cumplirá el 12 de noviembre del próximo año.

Los autobuses más antiguos de la flota se sacaron del museo municipal para exhibirse junto a las últimas adquisiciones. Ahí estaban el Leyland Titán que condujo Fernández, el colorado Pegaso 6035 (1971), el microbús Sava (1973) en azul cielo. Frente a ellos, los modelos modernos y eléctricos del fabricante Irizar . Tres cuartos de siglo de historia aparcados en Carabanchel. José Antonio Fernández ha vivido casi 41 de ellos, 25 de conductor y el resto saltando de un puesto a otro, como operario de asistencia en la calle, atención al cliente y, ahora, en el Servicio de Atención Móvil (SAM).

Fernández dice sin tapujos que es un «friqui del transporte», que los autobuses y los tranvías son su «hobby». En los años 80, el único requisito para trabajar en la EMT era ser español y, en el caso de los hombres, culminar el servicio militar. Así que Fernández hizo la mili en la Escuela de Automovilismo del Ejército y, a falta de autoescuelas, compraba billetes de autobús para preguntar a los conductores cómo aprobar el examen, cómo manejar el modelo con embrague o sin él. Superó las pruebas de historia, aritmética, mecánica, y también las evaluaciones prácticas, a la primera. «Quería llevar los tranvías, pero la EMT se quedó sin ellos» , recuerda. Ha estado en media vida de la empresa pública, pero la conoce entera.

La EMT surge en 1947 ante el declive de su predecesora, la Empresa Mixta de Transportes Urbanos, que concentraba varias sociedades de transporte y cuya titularidad se repartía entre el Ayuntamiento de Madrid y un puñado de empresas privadas, la mayoría extranjeras. En 1949, la red cuenta con 39 líneas de tranvía, 34 de autobús y cuatro de trolebús (un híbrido, con ruedas de goma y pértigas para el cableado); son los datos más antiguos del servicio facilitados por la EMT. Hasta los años 70, estos tres medios de transporte convivieron en las calles de la capital. Aunque el autobús era el rey: «Antes el viajero de bus era excepcional, era mucho más cómodo, con asientos de ‘skay’ (piel sintética) en vez de madera, y mucho más caro», sostiene Fernández. En 1972 circularía el último tranvía, ocho años demasiado pronto para él. «Eran una torpeza, provocaban muchos colapsos del tráfico y poco a poco fueron trasladándose al extrarradio», explica. Los mejores modelos de trolebús también desaparecen, en 1966.

Han pasado 74 años de esa estructura primigenia que hoy se ha transformado en un «operador global de movilidad en superficie» , según lo define el Ayuntamiento. La EMT gestiona el Teleférico, las 258 estaciones de Bicimad , las 78 grúas municipales y los 28 aparcamientos de la ciudad. Y, por supuesto, la flota de 2.100 autobuses que vertebran un total de 219 líneas. «El mayor avance ha sido en la accesibilidad de los buses, en los ruidos y en que en su época había colas inmensas», opina Fernández.

El número administrativo de Fernández es el 3924 y su apodo ‘Martillito’ , un mote que surgió en sus días de gruísta (entre 1996 y 2002), a raíz de un compresor de aire dañado, un martillito de goma para solventarlo y un compañero que no acertaba con la herramienta. «Me trajo un martillo de hierro, luego otro de madera, y ya fui yo y traje el martillito de goma. Le di un golpecito en la frente, de broma, pero tenía un problema de coagulación en la sangre y se le quedó el redondo en la frente como 15 días», rememora, y no puede evitar una carcajada.

Fernández es uno de los más de 9.800 empleados de la EMT, pero es uno especial. Uno de los fundadores de la Asociación de Amigos de la EMT , que se encarga desde 1996 de preservar las reliquias de la empresa. Cobrador en los tiempos en que todavía se subía al autobús por unos peldaños en la parte trasera, testigo del primer Mercedes de piso bajo que echó a rodar en 1995 y de los vehículos de hidrógeno de los 2000, conocedor de cada detalle del servicio que ha sido su pasión desde que tiene uso de razón. Y aún le quedan tres añitos más. «Terminaré mis días en el museo (municipal)», promete. «Tengo 62 años y no me he jubilado. Es algo que lo vivo».