Sangre y odio de latin kings
Diecisiete puñaladas, mientras le pateaban la cabeza, acabaron con la vida del joven dominicano Jimmy Junior. Brutal y terrible asesinato de un grupo, capaz de organizarse alimentando el odio para luego proyectarlo, según ellos en venganza por otra agresión previa de Ñetas. Y mientras jaleaban ... a los ejecutores, los «reyes del odio» amenazaban con apuñalar a quien se echase para atrás en el ataque al supuesto enemigo con quien confundieron a la víctima, para luego premiar con un «collar de rey» a los crueles asesinos.
Salvaje y sanguinario espectáculo en un Madrid abierto y de acogida, moderno y tolerante, civilizado e intercultural que no merece, como las víctimas, semejante barbarie y que debe ser exigente frente al crimen y odio, también intraétnico.
Pero que nadie se equivoque, no son así la mayoría abrumadora de jóvenes latinoamericanos, aunque hay bárbaros, como también los hay en bandas skins españolas. Que no se traduzca nuestro rechazo de estos crímenes en xenofobia, simplemente hay que prohibir y sancionar estos grupos ilícitos.
Prueba de ello es la condena impuesta ayer por los tribunales, ajustada a derecho, cívica y que evidencia una ética equitativa. Por ello, resulta necesario mandar un mensaje a quienes organizan y perpetran esta criminalidad, afirmando su castigo por nuestro Estado de Derecho y definiendo con precisión los límites a la intolerancia criminal, así como reprobarlos colectivamente, incluyendo entornos sociales y familiares de quienes participan en estos grupos.
Víctimas y sociedad reclaman acabar con estas bandas.
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