Los «riders», entre la esperanza y el miedo al despido: «Para ganar un sueldo digno trabajamos 50 horas a la semana»
Miles de repartidores mantienen su rutina a la espera de los efectos de la sentencia del Supremo, que confirma que operan como falsos autónomos. Las empresas del sector podrían verse obligadas a regularizar sus contratos y sus horarios
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Iniciar sesiónEn Madrid , esa ciudad que no duerme y que acoge sin miramientos al forastero, hace un lustro que el paisaje urbano se nutre de ciclistas y motoristas que portan grandes mochilas con colores llamativos. Son los llamados «riders» , trabajadores por cuenta ... propia que ejecutan labores de reparto a domicilio y que ahora esperan que sus condiciones mejoren tras la sentencia del Tribunal Supremo, que les reconoce como falsos autónomos . Fernando García lleva ya dos años recorriéndose la capital para entregar pedidos de Glovo y Uber Eats. Aunque hace algún año más que este zaragozano de 41 años vive montado en una bicicleta. Empezó a utilizarla para desplazarse desde su vivienda, ubicada en la Plaza de Castilla, hasta la glorieta de Quevedo, donde desempeñó la labor de contable en una oficina durante una década. La crisis golpeó, la cosa se torció y se quedó en el paro. Pero ya le había cogido el gusto a este modo transporte, así que decidió reinventarse . «Fue hace un par de años y se movía mucho el tema de las plataformas de reparto a domicilio, así que decidí probar», cuenta.
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Fernando dice que disfruta de lo que hace, pero reclamaba un marco laboral más favorable. « El trabajo es genial, a mí me encanta ir en bici repartiendo a tu aire por Madrid, viendo a otros compañeros... pero las condiciones son un abuso . No hay seguridad, no hay vacaciones pagadas, ni indemnización por despido, no se paga por nocturnidad, ni bono de peligrosidad, ni de Covid... Hemos estado durante toda la pandemia en la calle, sin medidas de seguridad porque no había ni mascarillas y las empresas no nos han proporcionado ningún EPI», lamenta.
Pero ahora está de enhorabuena. El Supremo ha dictaminado recientemente que los «riders» son falsos autónomos porque las empresas «son titulares de los activos esenciales (la aplicación) para la realización de la actividad (el reparto)». Esta decisión podría conllevar la obligación del sector a tener que regularizar los contratos de todos los repartidores, por lo que, pese a que numerosos repartidores celebran el fallo, ha cundido el miedo a hipotéticos despidos entre algunos trabajadores preguntados por este periódico.
«Es muy precario el trabajo, hay días que tienes mucho trabajo y otros que no tienes nada, es muy difícil conseguir horas. Para ganar un sueldo digno, tienes que trabajar mínimo 50 horas a la seman a», expone Fernando, que alerta de que, efectivamente, «hay miedo a los despidos». «Es una evidencia que somos trabajadores y que debemos tener los derechos que a ello viene asociado: bajas laborales, un salario fijo, cumplir la ley de prevención de riesgos laborales, nos tendrían que proporcionar mascarillas, geles, en definitiva, como cualquier otra empresa», apunta el portavoz de RidersXDerechos Luis Gutiérrez a ABC.
Por su parte, el cofundador de Glovo, Sacha Michaud , apela al diálogo «entre todos los actores interesados» y señala a este periódico que desde esta empresa «de ninguna manera» quieren despidos . Sin embargo, reconoce que «un cambio de modelo drástico implicaría un cambio en la forma que trabajamos con los repartidores y tendría un efecto en algunas partes de estas personas, ya que como autónomos no les encajaría un modelo laboral».
Con todo, Fernando incide en que su historia «es privilegiada» porque se introdujo por el amor a la bicicleta, «pero el 90% de los compañeros son extranjeros y se meten en esto porque no tienen alternativa».
Mayoría de extranjeros
Dentro de esa estimación porcentual, se enmarcan muchas historias, con opiniones divididas. Como la de Jean Carlos , un venezolano de 25 años que lleva seis meses trabajando en Glovo, rodando con su bicicleta alrededor de 12 horas al día para ganar unos 1.200 euros el mejor mes. Cree que hay mucha diferencia entre los que reparten a bordo de una motocicleta o los que lo hacen dando pedales y, por ello, defiende que, en ocasiones, a los primeros no les interesa ser asalariados , puesto que si logran un alto volumen de reparto pueden llegar a ingresar más dinero. «Es más rentable trabajar como autónomo en ese caso porque puedes trabajar con varias aplicaciones, pero al ser asalariado ya te tienes que dedicar solo a una», relata este «rider», mientras espera un pedido a las puertas de un conocido local de comida rápida ubicado en el paseo del Prado, junto a la estación de Atocha. Allí se encuentra sentado junto a su padre, Juan Carlos , que llegó un tiempo antes a Madrid, hace ya un año, para buscar una vida mejor lejos de su Venezuela natal. También trabaja en una compañía de reparto, en su caso Uber Eats. Opina que Glovo no va a poder absorber a los 9.000 trabajadores que tiene actualmente repartiendo como autónomos en España. Su plan es continuar con su labor como «rider» porque cree que, a sus 50 años, «es muy difícil empezar de nuevo de cero». «Pese a la pandemia, somos los que más trabajamos. El Covid da miedo, pero tratamos de cuidarnos», recalca.
La venezolana Ydonee Josefina Gómez comenzó a trabajar en Deliveroo en 2016. Un año más tarde, tuvo un accidente que le cambió la vida . Mientras circulaba, unos perros se cruzaron en su camino. Frenó de golpe, se fue al suelo y le cayó la moto encima. Aquí comenzó su tragedia. «Fue en labor de reparto y nunca recibí ningún apoyo de la empresa» , lamenta. Ydonee, que tuvo que someterse a operaciones y todavía está de baja, critica la presión con la que tenía que repartir para poder cubrir los gastos propios de un autónomo. «Sigo cojeando, fue una lesión fatal». A sus 55 años, todavía forma parte de la empresa y pelea por que la Comunidad le otorgue la incapacidad permanente por culpa de un siniestro laboral. «Me ha cambiado la vida este accidente, solo te pedían el carnet pero no te daban ninguna formación», censura. Ydonee aplaude la sentencia del Supremo, cree que «se ha hecho justicia» . Este periódico ha tratado de ponerse en contacto con Deliveroo pero no ha recibido respuesta.
Montado en una motocicleta, con una maleta de Just Eat, aparece José Santiago , un «rider» nacido en Mérida (Venezuela), de 25 años, que estuvo un tiempo trabajando como auxiliar de eventos. Ahora está de estreno. En su primer día como repartidor, no le falta faena. « Estoy emocionado, dicen que se gana bien con este trabajo. Toca trabajar duro y ganarse el día a día», desliza. A pocos metros de allí, sin despegarse del móvil, Dubris abre su mochila de Deliveroo. Lleva un año repitiendo el mismo gesto 12 horas al día , pero dice que es «mucho mejor» que los 20 euros al cambio que ganaba en Venezuela. De allí salió dejando atrás a su familia para poder enviarles dinero para que puedan sobrevivir. « Aquí las cosas funcionan, difícil es que se te vaya la luz cinco días seguidos. Aquí estoy mejor, aunque llegó el Covid y lo echó a perder», dice. Este «rider» de 39 años destaca la seguridad de nuestro país, algo que no resulta extraño a tenor de su última experiencia en su tierra natal: «Administraba una finca que funcionaba como una posada, pero tuvimos que abandonar el trabajo por la delincuencia, nos robaron todo, así que me vine aquí», cuenta compungido.
Durante el recorrido por las zonas de recogida, la mayoría de trabajadores son varones. Por ello, sorprende ver a Paula –nombre ficticio, «porque mis padres no saben que trabajo aquí»– llegar a bordo de su bicicleta eléctrica. Esta madrileña de 30 años estudió Periodismo y Comunicación Audiovisual, pero la vida le ha llevado por otros derroteros. Ahora compagina la oposición a la Administración que está estudiando con su trabajo como «rider» . Ella preferiría ser asalariada por «tener un horario y un sueldo fijos», pero mantiene este trabajo para poder afrontar sus gastos rutinarios. La conversación se corta, un pitido alerta de otro pedido. Es hora de marchar. Porque la vida sigue para los «riders». Algunos festejan la «victoria» en el Supremo . Ven el horizonte con esperanza. Otros se mantienen al margen. El sector continúa dividido .
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